El brutal informe del gran jurado del estado de Pensilvania, en Estados Unidos, que salió a la luz hace días sigue generando polémica. El documento, en el que se detalla cómo más de 300 sacerdotes de la Iglesia Católica abusaron de más de mil niñas y niños durante las últimas siete décadas, ahora también dejó en evidencia lo que parecería ser un “manual de instrucciones de ocultación de la verdad” en el seno de la institución. El gran jurado, un cuerpo legal que actúa previo a un juicio, describió la metodología y los seis consejos que los curas seguían para tapar sus crímenes.
- “Primero, asegúrese de usar eufemismos frente a palabras reales para describir agresiones sexuales. Nunca diga violación, sino contacto inapropiados (...)".
- "Segundo, no lleve a cabo verdaderas investigaciones” sino “asigne a clérigos a hacer preguntas inadecuadas (...)"
- "Tercero, para lograr una apariencia de integridad, envíe a sacerdotes para ‘evaluación’ en centro psiquiátricos de la Iglesia", detalla parte del texto.
- "Cuarto, cuando un cura deba ser trasladado, no diga el motivo. Diga a los feligreses que está en ‘baja médica’ o ‘fatiga nerviosa’. O no diga nada’ (..)".
- "Quinto, aunque un sacerdote esté violando a niños, proporcióneles casa y cubra sus gastos (...)".
- Sexto: "Finalmente, y sobre todo, no diga nada a la Policía. El abuso sexual, aunque sin penetración, siempre ha sido un delito. Pero no lo trate de ese modo, sino como un ‘asunto personal’, ‘dentro de casa'”, agrega, según información revelada por el diario El País.
- Una misiva de 1989 establece establece un séptimo paso a seguir: "victimice al agresor".
En el texto, el obispo de Scranton, James C. Timlin, se dirige al cardenal Luigi Dadaglio en Roma para informarle de que un sacerdote había asistido a un “aborto irregular”. “El sacerdote actuó indudablemente presa del miedo y el pánico. Él había dejado embarazada a la chica a la que ayudó con el aborto”, justifica, y recomienda su perdón recordando que “el cura se encuentra ahora en una parroquia bastante lejana de la ciudad en la que se cometió el crimen”.
Otro de los tantos casos que se desprende del informe es el de George Zirwas, quien en los años sesenta solía oficiar de sacerdote en la iglesia de Saint Adalbert, en Pittsburgh, y -según el documento- era miembro de un “círculo de curas depredadores”, que utilizaban “látigos, violencia y sadismo mientras las violaban” a sus víctimas. Según la información que trascendió, un día Zirwas llevó a un pequeño niño que era monaguillo de su iglesia a una reunión con otros sacerdotes. De acuerdo al diario El País, lo subieron a una mesa, lo desnudaron y le empezaron a fotografiar. Así, producían material pornográfico en dependencias rectorales.