Hace dos años, Kevin Kimmel, un camionero norteamericano que dedica sus días a circular por las rutas del país, notó una situación extraña en un área de descanso. En una camioneta tipo motorhome, vio a una chica que se asomaba por la ventana, pero no salía. El auto estuvo estacionado en el mismo lugar durante dos días, pero la chica nunca salió. En cambio, afuera, una pareja hacía entrar y salir a hombres. Kimmel llamó a la policía y ayudó a salvar la vida de una víctima de trata que estaba siendo explotada sexualmente.
El es uno de los miles de camioneros que forman parte de Truckers Against Trafficking (TAT) –Camioneros Contra la Trata–, un programa estadounidense que busca involucrar a la industria del transporte en la lucha contra la trata de personas, convirtiendo a los camioneros en los “ojos y oídos” en las rutas. Desde 2013, unos cuarenta estados se sumaron a esta iniciativa, que surgió de la sociedad civil y ahora involucra a las fuerzas de seguridad en conjunto con las empresas de camiones.
La misión de TAT es “equipar, empoderar e involucrar a esta industria contra el tráfico de personas con distintos fines de explotación, sobre todo sexuales y laborales”, según explican desde la organización, un delito que en el mundo es considerado un tipo de esclavitud moderna, que mueve billones de dólares en el mundo y tiene millones de víctimas.
Desde que comenzó a implementarse como programa, trabajan con capacitaciones que ya alcanzaron a más de medio millón de camioneros, en un país con más de cinco millones de camioneros que circulan por las rutas nacionales todos los días. En algunos estados, para renovar la licencia de conducir comercial, es obligatorio hacerlas.
En los cursos, equipos interdisciplinarios, de los que forman parte sobrevivientes y activistas contra la trata, buscan aliados en los camioneros, dándoles información y teléfonos de asistencia a víctimas, para que den alerta a la policía. Las capacitaciones se extienden también a trabajadores de hoteles en las rutas, y a conductores de micros escolares.
Situaciones extrañas como menores viajando solos, personas que no saben con quiénes están viajando, o que tienen miedo a responder, marcas en sus cuerpos (muchos tratantes tatúan a sus víctimas) son parte de lo que detectan. Para esto, les enseñan preguntas específicas que pueden ser claves para dar cuenta de una situación de explotación.
En 2017, los camioneros que participan del programa hicieron más de 2 mil llamadas de alerta (que pueden ser anónimas), que derivaron en unos 600 casos que involucran a más de mil víctimas. Más de la mitad de las víctimas eran menores de edad.
“Ellos son quienes están en las rutas y ven cosas que nosotros muchas veces no. Por eso su colaboración es tan importante”, explica Dave Lorenzen, jefe del Departamento de Transporte de Iowa, el primer estado en sumarse a la iniciativa. Es clave, ya que por allí atraviesan dos rutas nacionales (la 35 y la 80) que conectan el país de norte a sur y de este a oeste. “La misión es entrenar a los camioneros para que sean vigilantes en las rutas, así como romper con muchos mitos que existen respecto de la trata, que van desde negar su existencia hasta cómo se ve un tratante. Las víctimas están bajo amenaza, son estafadas, les prometen cosas que no suceden, les retienen documentos. Lograr identificar alguna de estas situaciones puede ser clave al encontrarse con una potencial víctima. Los camioneros son ojos y oídos en las rutas. Es un cambio cultural, pero buscamos convencer a industria camionera de que pueden ser parte del cambio”, aporta Mike Ferjak, consultor especializado en tráfico de personas.
Para Beth Jacobs, una sobreviviente y activista contra la trata que participa como entrenadora dentro del programa, una de las claves es lograr que quienes reciban capacitación, tanto en las fuerzas de seguridad como en la sociedad civil –como los camioneros– puedan tener una perspectiva de la víctima: “Es muy importante que quienes asisten aprendan el enfoque centrado en la víctima. Que entiendan que las víctimas no son delincuentes y deben ser tratadas con dignidad”.
‘Taxistas vigilantes’ en Chiapas. Taxistas Vigilantes es un programa de la Fiscalía General del estado de Tuxtla, la capital de Chiapas, al sur de México, que surgió de la necesidad de buscar más ojos que ayuden a combatir la incidencia delictiva, sobre todo en casos de violencia familiar. Así, mediante una convocatoria, se llamó a taxistas a participar del programa, que reciben celulares por parte de la fiscalía –a través del área de fuerza ciudadana–, con crédito mensual, para que ellos puedan, desde sus taxis, que circulan por toda la ciudad, hacer denuncias o asistir a las víctimas llamando a líneas de emergencia o llevándolas adonde les indiquen para dar asistencia.
El programa lleva cinco años, y cuenta con unos 120 taxistas que participan. Aplican incentivos: por cada denuncia positiva que se logre ante una intervención del taxista, se les dan puntos, que se suman a final del año, con premios en dinero o hasta un taxi propio.
*Desde EE.UU.