SOCIEDAD
a 20 años del despegue fatal

Hijos de LAPA: cuentan cómo fue crecer sin padres por la tragedia

Yohanna Savoretti tenía 10 años y aún teme antes de subir a un avión. Miguel Correa se convirtió en vocero de otras familias víctimas de accidentes aéreos.

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En memoria. Yohanna Savoretti (39) y Miguel Angel Correa (45), en el mural fuera del aeropuerto de Córdoba (der). Los Savoretti. Yohanna a los 8, con su papá Juan José. (izq. arriba). Los Correa. Miguel, sus hermanos y su padre (izq. abajo). | fino pizarro / gza. savoretti y correa

“¿Ya llegó tu papá? Hubo un accidente en Buenos Aires”, dijo una voz en el teléfono de la familia Savoretti, que estaba cenando en su casa de Córdoba capital y esperaba la llegada de Juan José, quien viajaba en el vuelo WRZ 3142 de la aerolínea LAPA. Yohana Savoretti, la menor, tomó el control remoto de la televisión y puso el canal de noticias que anunciaba una de las peores tragedias aeronáuticas argentinas, de la que hoy se cumplen veinte años.

Su padre y otras 64 personas murieron pocos minutos antes de las 21 del 31 de agosto de 1999 cuando el Boeing 737 no logró despegar, atravesó la avenida Costanera y arrastró a un auto que por allí circulaba hasta que impactó contra una planta reguladora de gas. También resultaron heridas otras 35 personas.

“Cuando sucedió el accidente yo tenía 10 años. Pero a mi papá lo esperé hasta los 15. Confiaba en que hubiera un error, que estuviera perdido por algún lugar y que de repente aparecería. No podía creer lo que había sucedido”, cuenta ahora Yohanna (39) sobre el hecho que la marcó de por vida. Si bien ella era una niña cuando sucedió, dice que “hasta el día de hoy” le sigue afectando. “Tengo mucho miedo a subirme a un avión. Me pongo muy mal desde la semana anterior al viaje, porque pienso en el momento del accidente y lo que habrá pasado por la cabeza de mi papá cuando no podía escapar de su asiento para salvarse”, dice.

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Para superar la pérdida, ella, su mamá y tres hermanas hicieron terapia desde el principio y algunas veces, retoman las sesiones. “Uno siempre trata de salir adelante, pero constantemente falta algo. Es como si uno se convirtiera en otra persona”, dice Savoretti. Además, agrega que en cada logro de su vida piensa en su padre. “Estaría orgulloso de saber que me convertí en abogada y me da pena que no esté para compartir la felicidad con mi padre. A mi hijo le puse ‘José’ en homenaje a mi papá, porque quisiera que sea como él”, cuenta sobre su padre, quien hasta el día de hoy continúan haciéndole homenajes en la sede del sindicato de visitadores médicos en Córdoba, porque había viajado a Buenos Aires para dar una conferencia sobre su trabajo.

Mientras que Savoretti no tuvo que hacerse cargo del reconocimiento y de los trámites funerarios porque era una niña de 10 años, hay hijos de víctimas que sí tuvieron que ocuparse del asunto.

Uno de ellos es Miguel Angel Correa (45), quien también se enteró por las noticias televisivas. Su padre –que se llamaba como él– había viajado a Buenos Aires para conseguir la personería gremial de los trabajadores del Estado, en La Falda. “Cuando vi las imágenes entré en desesperación. Intentaba comunicarme con el celular de mi papá, pero no contestaba. Así que salí lo más rápido que pude a las oficinas de LAPA en el aeropuerto de Córdoba, pero cuando llegué estaban todas las persianas bajas. Habían desaparecido”, recuerda Correa.

En aquel entonces, la gobernación de Córdoba dispuso un avión para que todos los familiares de las víctimas viajaran a Buenos Aires a reconocer los cadáveres. “Fue un momento muy triste. Esperamos varias horas y todas las familias lloraban”, dice Correa sobre las largas horas que pasaron en la morgue hasta que, a la semana, le entregaron el cuerpo de su padre. “Semanas más tarde nos dicen que nos dieron el cuerpo equivocado. Ya habíamos despedido a mi padre en el velorio y cerrábamos una etapa. Pero tuvimos que exhumar y nos revolvió la tristeza”, cuenta Correa sobre el error que les sucedió a otras 10 familias porque muchas víctimas terminaron carbonizadas a causa de la explosión.

“Me hubiera gustado que mi papá conozca a mis hijos, sus nietos. Es muy duro que te arrebaten de una forma tan trágica a un familiar. Hay que reconfigurarse a nivel personal, laboral y familiar”, dice y asegura que “encontró sanar con la lucha”. Hoy, es el presidente de la Asociación de Víctimas de Accidentes Aéreos, que se creó luego de la tragedia. “La Justicia no tuvo el coraje para condenar a los culpables, pero nosotros conseguimos que se mejore el sistema aeronáutico”, concluye.