La cumbre del G20 modificó por completo la fisonomía de la Ciudad. Calles desiertas, negocios cerrados, pocos autos y colectivos circulando por Capital Federal fue el escenario que presentó ayer la Ciudad en la primera jornada oficial de la cumbre. Además del pedido de la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, para que “los porteños se fueran de la Capital Federal” durante los días del G20 (viernes y sábado), el feriado decretado por el Ejecutivo porteño ayudó a que la Ciudad amaneciera desierta casi por completo.
Más allá del gran polígono de seguridad y restricción delimitado las avenidas Independencia, Entre Ríos-Callao, Las Heras, Sarmiento, Figueroa Alcorta y Udaondo, que se montó para la ocasión, la imagen que devolvían las arterias porteñas se asemejaba a la de una tranquila tarde de domingo en enero. Muy lejos del típico viernes, con calles y avenidas atestadas de autos y gente pugnando por subir a un transporte público.
Las avenidas Corrientes, Entre Ríos-Callao, 9 de Julio y Santa Fe, por citar solo algunas, mostraron pocos comercios abiertos y menos gente que la habitual caminando por las veredas. Las autopistas 25 de Mayo e Illia, en tanto, también mostraron una postal diferente de la de todos los días: sin autos y por momentos cerradas al público cuando circulaban las comitivas presidenciales. El panorama en las paradas del Metrobus 9 de Julio y Del Bajo no era diferente. Parecían un set de filmación listo para el rodaje.
Los únicos puntos donde se veía cierto movimiento de vecinos fue en los accesos establecidos por el Ministerio de Seguridad de la Nación para que los habitantes de la Ciudad pudieran entrar o salir de sus domicilios, que quedaron dentro del área restringida (ver recuadro).
Una recorrida de PERFIL por las zonas de exclusión permitió constatar de primera mano cómo la mitad de las líneas de colectivos que circulaban por las calles habilitadas debió desviar su recorrido. Los vehículos públicos iban sin pasajeros. El mismo panorama ofrecía el servicio de taxis.
Paradas sin gente y colectivos estacionados en las dársenas fue la postal que devolvieron, por su parte, las populosas Plaza Constitución y Plaza Once. En este caso, la circunstancia tuvo que ver con que no funcionaban ni los trenes ni los subtes. Solo los colectivos que llegaban desde el sur o del oeste del conurbano bonaerense cambiaban un poco la bucólica escenografía de esas zonas.
“Ni los senegaleses vinieron hoy (por ayer). Las ‘saladitas’ no abrieron y hasta ahora vendí muy poco”, graficó el dueño de una panadería de Brasil y Santiago del Estero, que evaluaba bajar las persianas del local más temprano que lo habitual. “No tendría ni que haber venido”, se lamentaba parado en la puerta de su negocio.
Vecinos sitiados
Durante la semana, los porteños que quedaron “dentro de la zona de exclusión” tuvieron que presentar documentos y pasaportes (en el caso de los extranjeros) para ingresar a sus domicilios. Así fue que el jueves y viernes se vivieron momentos de enojo y creciente malhumor cuando en los listados no aparecían los nombres o estaban mal escritos los apellidos de los residentes de la zona en cuestión. El malhumor también se extendió a los comerciantes que quedaron “tras las vallas”.
“Tuve que dejar el auto a siete cuadras de mi casa. Nos avisaron que no podíamos sacar los autos de la cochera ni viernes ni sábado. Así que no quedó otra que dejarlo en la calle”, aseguró, resignada, Cinthia Bokser, vecina de Gelly y Salguero. “Si bien no tuvimos problemas durante la semana, nos dijeron que mañana (por hoy) los controles iban a ser estrictos por las actividades que se van a realizar en el Malba. Nos pidieron que si no teníamos que salir, no saliéramos”, agregó.
Por su parte, Claudia Pedrayes, también vecina de la zona, aseguró a este diario que la mayoría de los comercios están abiertos y que los controles fueron más preventivos. “No hay casi nadie en el barrio. Y los pocos que quedan no salen de su departamento. Entiendo que mañana (por hoy) habrá más controles en las calles y accesos a la zona restringida”.