SOCIEDAD
mas alla de una decision estetica

Tatuajes terapéuticos: ‘curan’ con tinta el vitiligo y dibujan sobre cicatrices y marcas

En un local de la galería Bond Street pintan las manchas blancas de personas con esa enfermedad en la piel. Otros tatuadores ponen su arte en mujeres operadas por cáncer de mama o víctimas de violencia de género.

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En accion. Fernando Alemán trabaja cubriendo las manchas blancas de Gisella Sileo, que tiene vitiligo (der.). | Nestor Grassi

“Cuando era chica, en el barrio me gritaban que me había bañado con lavandina. En verano me vestía con buzos y pantalones largos para tapar las manchas blancas”. Verónica Cornejo (49) tiene vitiligo en el 90% del cuerpo desde los 8 años. Desde chica sufrió discriminación por esta enfermedad en la piel, que se manifiesta con la pérdida de pigmentación y, según la Sociedad Argentina de Dermatología, afecta a casi un millón de argentinos. Pero su situación cambió cuando conoció a Fernando Alemán, un reconocido tatuador de la galería Bond Street, que empezó a “tatuarle” sus manchas blancas con el color de su piel. “El Alemán es mi salvador. La depresión se fue de mi vida, ahora hasta me animo a usar musculosas”, asegura.

La historia de Verónica es un ejemplo de cómo los tatuajes pueden dejar de ser una elección estética para convertirse en un procedimiento terapéutico. El caso del Alemán no es el único en el país, otros tatuadores deciden sumar su arte para personas que tienen algún problema físico. Así lo hace Diego Staropoli, de Mandinga Tattoo, que reconstruye con tinta los pezones de las mujeres que fueron operadas por cáncer de mama. Mientras que Sebastián Gallardo tapa las marcas de víctimas de violencia de género con sus dibujos.

“Lo del vitiligo se me ocurrió de casualidad un día que mi esposa encontró unos pomos de tinta que eran de las tonalidades de la piel”, le cuenta a PERFIL Alemán sobre “el tratamiento” que empezó hace poco más de un año. El tatuador, que tiene 32 años de experiencia, explica que la técnica consiste en “añadir capas de tinta sobre las manchas blancas hasta lograr la tonalidad de la piel”.

La tarea no es sencilla, porque “el vitiligo rechaza la tinta y al pasar los días el tatuaje se aclara”, explica. Por eso el procedimiento requiere varios meses de sesiones, cuyo precio varía de acuerdo al trabajo. Alemán dice que tiene una lista de espera de dos meses.

Hace seis años que Gisella Sileo (46) tiene manchas blancas en su rostro, brazos y piernas. Encontró por Facebook la opción de tatuarse y decidió probar. “Me sentía mal, todo el tiempo pensaba que la gente me estaba mirando. Ahora me siento más segura, no me persigo tanto”, confiesa.

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Sin embargo, el dermatólogo Andrés Politi recomienda que “los pacientes piensen bien antes de tatuarse”. El especialista advierte que hay varias cuestiones a tener en cuenta: “El riesgo de lo permanente, además el color de la piel cambia según sea invierno o verano. Hay zonas que afecta el vitiligo que no son tatuables, como los párpados. Y otra cuestión es que el microtrauma del tatuaje podría exacerbar el vitiligo”.
 
Otros casos. Hace dos años que Diego Staropoli –un tatuador con 25 años de experiencia– reconstruye los pezones de las mujeres operadas por cáncer de mama. “Vi que lo hacían a modo de campaña en Europa, y quise hacerlo acá”, comenta a PERFIL acerca del trabajo que realiza en forma gratuita dos veces por semana. Ya lleva tatuadas a 375 mujeres, que cuentan su experiencia en Facebook en una página que llamaron “El club de las tetas felices de Mandinga”. “Todas vienen muy asustadas, con el miedo de la muerte presente. Después se ven en el espejo y estallan porque están parecidas a como eran antes”, dice.

 “No permitía que mi marido entrara a la pieza cuando me estaba cambiando. Diego es lo mejor que me pasó en tanto dolor”, asegura Silvia Sosa (59).

En los primeros dos meses del año pasado, en Argentina fue asesinada una mujer cada 18 horas. Al conocer ese dato, el tatuador mendocino Sebastián Gallardo decidió hacer algo al respecto. Por mes, ofrece dos turnos gratis para dibujar con su tinta las cicatrices de las mujeres que sufrieron violencia de género. “Al verse el tatuaje superan una etapa”, dice el joven de Guaymallén sobre las 35 mujeres que ya pasaron por su local.