Lo dicho por la gobernadora Vidal hace unos meses, aquello de que la apertura de nuevas universidades en el Conurbano fue un sinsentido ya que casi nadie que nace en la pobreza cursa estudios superiores, no cayó bien a nadie, ni a propios ni a ajenos. Pero los políticos son así. A veces producto del oportunismo, prometen ideales de imposible concreción. Y otras tantas, por falta de información, se manifiestan con frases que no se ajustan completamente a lo real. Pero más allá del discurso y aquietadas las aguas, lo dicho debe llevarnos a reflexionar. A mirar dónde nos encontramos, si es cierto que los sectores de más bajos recursos no llegan a la universidad y si es necesario, o no, seguir abriendo nuevas instituciones.
Desde principios de 1990 se lleva a cabo un plan para poblar de universidades el conurbano bonaerense. Surgen seis nuevas instituciones en los partidos de Lanús, San Martín y Quilmes, entre otros, con la intención de quitarle presión a la UBA, megainstitución con más de un cuarto de millón de estudiantes en ese momento, pero, sobre todo, con el objetivo de facilitarles a los alumnos de los cordones alejados de la ciudad el acceso a una educación superior. En su mayoría, exhiben rigor académico mientras efectúan un trabajo sostenido para contener a los alumnos más vulnerables.
Desde fines de 2000 hubo otra oleada. Fueron siete casas de altos estudios en sitios no acostumbrados a contar con universidades. Ubicadas en los partidos de Moreno, Avellaneda y Florencio Varela, entre otros, algunas exhiben buena calidad académica mientras otras tantas, utilizadas como espacios de propaganda militante y con un bajo reconocimiento de sus pares académicos, han sido cuestionadas por el propio sistema nacional. De cualquier manera, más allá de cuál sí o cuál no, el fondo es pensar si cumplen o no con el objetivo puesto en duda por la gobernadora, si brindan educación universitaria a los alumnos provenientes de los quintiles sociales más vulnerables.
Oportunidades. Si bien es cierto que estas nuevas instituciones son en buena medida aprovechadas por estudiantes de primera generación universitaria, también resulta real que un niño que ha nacido en un hogar carenciado enfrenta una probabilidad cinco veces menor de continuar estudios universitarios que la que tiene quien ha nacido en una familia favorecida económicamente. Ocurre que el problema se encuentra en el nivel previo educativo. Sepamos que la fuerte deserción secundaria hace que la probabilidad de llegar a la universidad de un joven proveniente de un entorno vulnerable es muy baja. Asimismo, ya en el sistema, en comparación con los de los estratos más favorecidos, enfrentan el doble de probabilidad de ser expulsados antes de completar su educación. Así lo muestran algunos trabajos de investigación. Digamos, cada diez profesionales que se reciben en todo el sistema público, alrededor de 9 pertenecen al 20% más rico de la población y solo 1 al 20% más pobre. Entonces, ¿justificaría dicha asimetría de oportunidades el cierre de universidades en el Conurbano?
No lo creo, ¿pero por qué? Primero pues muchas de estas instituciones son la única opción de estudios superiores que tienen los alumnos socialmente más vulnerables y segundo, aunque la deserción en las clases sociales menos beneficiadas es significativa, algunos años de estudio, aunque no completen la carrera, resultan valiosos, tanto para la persona como para el resto de la sociedad. Investigaciones muestran que es mejor un año de universidad que nada.
Asimismo, es importante el efecto intergeneracionalque toma lugar. Digamos, los padres que no han completado estudios universitarios pero que sí han tomado contacto con el universo académico, independiente del nivel socioeconómico funcionan como un motor alentando a su descendencia a que continúe estudios post secundarios. Muchas veces los frutos no se recogen hoy, pero sí seguramente mañana, o pasado mañana.
Por otro lado, los cultores del eficientismo argumentan que el actual sistema universitario dilapida recursos manteniendo alumnos crónicos que en definitiva abandonarán a poco de ingresar. Si bien cierto y a tomar en cuenta, la solución no pasa por cerrar universidades. Pero entonces, ¿se justifica la apertura de más instituciones dentro de una lógica infinita, más es siempre mejor?
Universo pos secundario. Si bien más es mejor, a veces menos también lo es, o tal vez no menos universidades sino pensar algo diferente con lo que tenemos. Ocurre que la fortaleza de un sistema pos secundario no pasa por contar cuántas universidades se abren por año sino por su calidad, el tipo de formación que ofrecen y el grado de articulación que presentan con el resto, sea vertical entre institutos terciarios y universitarios, y horizontal entre los sectores público y privado. En definitiva, se trata de pensar el universo pos secundario como un sistema articulado que permita el pasaje de alumnos dentro y entre sectores e instituciones.
En este sentido, la puesta en práctica del Reconocimiento del Trayecto Formativo (RTF), mecanismo que permite a los alumnos transferir sus materias aprobadas a otras carreras o universidades, es auspicioso. Sin embargo, este se encuentra ausente del sector terciario, espacio que actualmente cuenta con cerca de 2 mil instituciones que albergan a más de 900 mil alumnos. En definitiva, casi un tercio de la totalidad de estudiantes que siguen estudios terciarios en el país. Por otro lado, reconozcamos que no todos gozan de buena salud. Un primer objetivo sería actualizarlos, jerarquizarlos y articularlos con las actuales universidades. Recordemos que en ellos se forma la mayoría de nuestros docentes primarios y secundarios.
En definitiva, y retomando los dichos de la gobernadora Vidal, podría decirse que no es necesario abrir más universidades en el conurbano bonaerense, pero no por las razones esgrimidas, sí si logramos como Nación repensar el sistema de manera integral y estratégica. En definitiva, aquello de universidad para todos no es sino una aspiración que hoy se concreta para pocos, y no los menos socialmente favorecidos.
Mundo laboral
Si bien por el hecho de completar estudios universitarios un trabajador gana en Argentina en promedio un 40% por encima de un igual que solo completó estudios secundarios, no podemos afirmar que aquellos estudiantes que abandonan la universidad sin completar sus estudios han perdido el tiempo.
Un estudio del Banco Mundial de 2017 para América Latina muestra que un trabajador promedio en la Argentina, con estudios universitarios incompletos, recibe un salario 20% mayor que un par que únicamente finalizó la escuela secundaria. En el mercado laboral, y bajo ciertas condiciones, el salario refleja la productividad del trabajador. Así, en este caso, podemos decir que aun de manera incompleta la universidad le agregó valor al estudiante que no finalizó su cursada.
*Profesor del Area de Educación de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT).