“¿Qué tipo de democracia tenemos?”: voces que advierten sobre el malestar político en Argentina
Sociólogos y analistas de "Bienvenidos al tren" coinciden en que la relación entre representantes y representados está rota, la participación se resiente y la subjetividad ciudadana cambia — una combinación que plantea interrogantes sobre el estado real de nuestra democracia.
En la Argentina actual, crece la sensación de que algo se rompió entre la sociedad y la política. La desconfianza, el desencanto y la falta de respuestas concretas configuran un escenario en el que la palabra “democracia” sigue siendo central, pero su contenido parece cada vez más difuso. Este fue el tema central de "Bienvenidos al tren", conducido por Juan Di Natale.
El sociólogo Alexander Roig sostiene que estamos frente a una crisis de la representación, una fractura entre quienes gobiernan y aquellos a quienes deberían representar. “La figura más disruptiva termina teniendo mucha legitimidad, esa relación entre representantes y pueblo está desencajada”, explica. Para él, el malestar social no es solo económico o ideológico: es una crisis de sentido. “Hay dificultad para construir deseos colectivos”, advierte, y subraya que las marchas, lejos de ser un problema, son un reflejo de la vitalidad social: “Cuando una marcha ocurre, la violencia baja. Es la manera en que la sociedad hace presente lo que pasa”.
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En esa misma línea, el periodista Juan Di Natale propone una mirada autocrítica: “Tenemos que animarnos a ser críticos con la democracia para tener una mejor”. Su planteo apunta a repensar el sistema sin caer en la negación ni en la nostalgia: revisar sus mecanismos, sus liderazgos y la capacidad real de representar intereses diversos.
El psicoanalista Santiago Levin, por su parte, introduce una dimensión menos visible pero fundamental: la subjetividad. Desde la teoría de la subjetividad, explica, se trata de comprender cómo las personas se piensan a sí mismas dentro de una sociedad determinada. “En la antigua Grecia, el heroísmo en batalla era el ideal; hoy nadie querría que su hija muriera combatiendo. Los valores cambian, las formas de entenderse también”, señala. Para Levin, la política argentina padece una desactualización subjetiva: sigue hablando con categorías del pasado a una ciudadanía que ya no se reconoce en ellas. “Hay un 40% del electorado que son millennials, crónicamente desatendidos, no escuchados ni comprendidos, con problemas de trabajo, de conseguir un lugar en la sociedad”, explica.
Esa falta de sintonía entre la subjetividad actual y las estructuras políticas tradicionales produce una grieta más profunda que la partidaria: una distancia emocional y simbólica con la democracia misma. “Lo necesario fue reemplazado por lo contingente”, reflexiona Levin. Lo que antes se organizaba en torno a proyectos colectivos o ideales de progreso hoy parece fragmentado en urgencias individuales, reacciones inmediatas y vínculos más débiles con lo común.
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El diagnóstico es compartido por buena parte de los analistas sociales. La llamada crisis de representación —concepto presente desde fines de los años 80— volvió a intensificarse en los últimos años, junto con el desgaste institucional, la pérdida de confianza en los partidos y la creciente legitimidad de figuras que se presentan como “anti-sistema”.
En un contexto marcado por la inestabilidad económica, la precarización laboral y la desvalorización monetaria, la democracia argentina se enfrenta a un desafío profundo: reconstruir el vínculo entre política y ciudadanía, repensar el modo en que se escuchan las demandas sociales y redefinir el sentido de lo colectivo.
No se trata solo de sostener las instituciones o garantizar elecciones libres, sino de devolverle contenido a una palabra que hoy muchos pronuncian con cansancio. Como advierte Roig, “hay que volver a poner sobre la mesa preguntas que son difíciles de plantear en la Argentina”. Quizás la más urgente de todas sea la que da título a esta nota: ¿qué tipo de democracia estamos teniendo?
BR/DCQ