Gobernar es hacer creer
El filósofo francés Régis Debray, en su libro Vida y muerte de las imágenes, escribió una máxima que sintetiza la política y más aún desde la aparición de los medios de comunicación de masas ya en el siglo XX: “Gobernar es hacer creer”.
El voto de 2023 fue rabia; el de 2025 fue voto miedo. Ambos unidos por el instinto
Debray, también conocido por su militancia y por haber acompañado al Che Guevara en Bolivia, creó lo que él llamaba “mediología”, pero su máxima tiene antecedentes muy anteriores. Ya se le atribuye el filósofo inglés Francis Bacon en el siglo XVI haberle transmitido en forma de consejo al cardenal Richelieu ministro de Luis XIII “gobernar es hacer creer” como pilar de lo que se llamaría retórica de Estado. Y también Maquiavelo se refería a gestionar las creencias de los gobernados.
Control social no solo de lo que la gente hace, sino, más importante, de lo que la gente piensa y siente a través de la persuasión para que los gobernados adopten como propias las ideas del gobernante. La legitimidad no se lo logra solo con la imposición de la fuerza, sino transformando la percepción de la realidad.
Eso es lo que magistralmente Milei vine haciendo en sus distintas etapas como en 2023, cuando “se eligió a alguien que puteara por nosotros” (Luis Tonelli), o en 2025, cuando se eligió el mal menor. Pero el voto de 2023 no es el mismo de 2025. Uno fue rabia; el otro, miedo. Dos formas de instinto primario. Pero voto emocional no quiere decir lo mismo que gobierno emocional. Además, lo contrario a la emoción no es la razón, sino la insensibilidad.
Luis Tonelli, profesor titular de Política Argentina y exdirector de la carrera de Ciencia Política durante tres períodos de la UBA, sintetizó aquel voto de 2023 diciendo además que Milei se propuso como un superhéroe y “nadie le pidió a Batman una escuela. Batman viene a salvar a Ciudad Gótica del mal”. Tras su triunfo en 2025, Milei no podrá en 2026 continuar haciendo “un gobierno de oposición”, porque él ya es claramente el actor dominante de la escena política. Cada día que pasa, “el mal” ya no será más lo anterior a él, sino él mismo. Aniquilado el mal anterior, ahora sí se le pide que “construya escuelas” y hospitales.
“En lugar del Nobel de Economía, Milei merece el Oscar al mejor actor”, agregó Tonelli también en el programa de las mañanas de Perfil este viernes. Actuar es también hacer creer, pero frente a la pantalla y en el aura de la sala donde el espectador inhibe su incredulidad para poder disfrutar del espectáculo. En la vida real, los gobernados también fingen demencia para poder sobrevivir, mantener su fe y poder seguir creyendo, pero el tiempo hace su trabajo de confrontación con lo real. Los actores hacen creer durante un tiempo limitado. Al gobernante la escena se lo prolonga eternamente hasta la indefectible caída de la máscara. Las habilidades necesarias para ser electo no son las mismas necesarias para gobernar. Hasta cierto punto, es el propio narcisismo de esa forma de gobernantes lo que le impide empatizar con los gobernados.
Al surgir de una grieta, el liderazgo de Milei no proviene del cielo, sino de un pozo profundo. Y esa misma “era de la urgencia” que lo hizo surgir de la impaciencia y el hastío también acelera su propio tiempo político. Se podría decir que Milei está más como lo estaba Carlos Menem en 1997 que en 1993.
También, todo lo que fue oportunidad electoral en 2023 a partir de 2026 se transforma en amenaza: la entropía, con su carga de incertidumbre, múltiples alternativas posibles y aleatoriedad permanente, es otra fuente de riesgo, porque cuantas más maneras de que algo sea como es, mayor es la entropía.
¿Qué pasaría con Milei y el plan económico de Caputo si otro merecedor del premio Oscar a mejor actor, Donald Trump, perdiera las elecciones de medio término en este 2026 en Estados Unidos?
¿Cuánto tiempo están dispuestos a sufrir los votantes con tal de no votar por el peronismo para castigar al kirchnerismo? ¿Cuánto de los actuales votantes de La Libertad Avanza podrían ser peronizables en determinadas circunstancias?
Dado que conocer es comparar, ¿cuándo dejará ser objeto de comparación el kirchnerismo para Milei? ¿Cuánto falta para que se deje de hablar de los malos para poder hablar de los males y cuándo en el mercado de opiniones la fatiga del ajuste sumado al estrés económico haga que el déficit familiar comience a pesar más que el déficit fiscal?
Otro de los axiomas de Tonelli: “Los populistas de izquierda lo que hacen es derrochar pesos; los gobiernos populistas de derecha derrochan dólares”, un populismo cambiario.
El mayor poder es ser irracional y que los demás tengan que comportarse como si fuera racional, poder contradecirse sin tener que dar explicaciones. Pero, como ya lo escribió José Ortega y Gasset: “Toda realidad ignorada urde su venganza”. Es cuestión de tiempo para que los desacuerdos sustantivos irrumpan con el arrebato del desencanto. Siempre el efecto es retardado, se incuba e inverna.
Milei es un presidente semántico pero a la larga el gesto no sustituye a la gestión
Volviendo a la metáfora de Oscar en lugar de Nobel, Milei es una especie de presidente semántico, pero el gesto –aunque imprima más rápido en el receptor– en el mediano plazo no sustituye a la gestión y los votantes recomponen su soberanía cognitiva.
Probablemente la sociedad le haya dicho en octubre a Javier Milei: “No te creo, pero te necesito”. Tiempo presente. El sufrir pasa, lo sufrido queda.
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