Gustavo Costas, el guía espiritual de Racing
Este miércoles la Academia comienza la serie de semifinales de la Copa Libertadores ante Flamengo. Entre la mística, la historia de sufrimiento y la ilusión renovada con Gustavo Costas, Racing busca escribir una página gloriosa.
Cuando se piensa en Racing, no se piensa solo en fútbol. Se piensa en una pasión que sobrevive a todo, que se reinventa una y otra vez, que sabe caer y volver a levantarse. En la previa del cruce decisivo frente a Flamengo, por las semifinales de la Copa Libertadores, el corazón racinguista late más fuerte que nunca.
En redes sociales, en las calles y en cada conversación, se respira lo mismo: fe, esperanza, convicción. Porque, aunque el rival es uno de los más poderosos del continente, el hincha de Racing tiene incorporada una certeza: nunca nada fue fácil, y justamente por eso, todo lo que se logra vale el doble.
Desde los que viajaron a Brasil con una bandera y la garganta lista, hasta los que siguen cada paso desde Avellaneda, todos sienten que hay algo espiritual en este equipo. Algo que trasciende lo futbolístico. Ese espíritu que hace que Racing sea un club distinto, un fenómeno que despierta admiración y empatía incluso entre quienes no visten la celeste y blanca.
“Primero hay que saber sufrir”, dice el viejo tango Naranjo en flor, una frase que podría ser el lema de la Academia. Racing supo sufrir como pocos: descendió, estuvo al borde de dejar de existir como institución, vivió años de gerenciamiento y reconstrucción. Pero también supo renacer, volverse competitivo, y consolidarse —como muchos afirman hoy sin discusión— como el tercer grande del fútbol argentino.
La llegada de Gustavo Costas, ídolo e hincha, terminó de encender la llama. Para los racinguistas, Costas es más que un técnico: es un guía espiritual, un símbolo que los lleva de la mano por el desierto en busca de la tierra prometida. En él confían, en él creen, como si encarnara todo lo que representa la historia del club.
Sin embargo, el desafío es enorme. Flamengo es el rival más poderoso de Sudamérica, un equipo con recursos, talento y experiencia. Racing deberá encontrar sus debilidades en 180 o 200 minutos de máxima exigencia, si quiere alcanzar una final de Copa Libertadores a la que no llega desde 1997.
La fe, la esperanza y la historia están del lado de la Academia. Pero el fútbol, como bien saben sus hinchas, también exige saber sufrir antes de celebrar. Y si hay algo que Racing aprendió en más de un siglo de vida, es precisamente eso.
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