Tres generaciones y 1.300 kilómetros
¿Cómo no íbamos a estar acá, hermano? Si durante años sufrimos como nadie, tragábamos veneno cada fin de semana y seguíamos ahí, aferrados a algo que nunca llegaba, porque había que seguir, porque a Racinglohacegrandesugenteyvosnoexistis.
¿Cómo no íbamos a estar si ahora todo es disfrute, y con casi 40 años de edad, todo me resulta nuevo y novedoso? Hay bocinas, banderas desplegadas en estaciones de servicio, alientos y miradas cómplices a lo largo de 1.300 kilómetros. Primero en la Ruta 14, después en la 119, la 12, la 11 y finalmente acá, en Asunción, donde se ven más camisetas de la Academia que de Olimpia o de Cerro Porteño.
—¿Dónde juega Racing, maestro? –me preguntó un flaco que hacía dedo cerca de un puesto de la policía caminera en Entre Ríos.
—En Paraguay. ¿Están pasando muchos hinchas, no?
—Hace días que no dejan de pasar.
Los campos de soja a nuestros costados, los eucaliptos en hilera formando esos bosques artificiales, los silos de cereales, las vaquitas ajenas, las palmeras y el Paraná siempre cerca. Este paisaje nacional, alejadísimo de los paisajes del fútbol cotidiano, fue en estos días el escenario de una caravana histórica e inolvidable, una peregrinación de amor: la de los hinchas de Racing. Somos devotos de estos colores.
Somos tres generaciones de hinchas de Racing que vivimos momentos muy distintos.
Salimos el jueves a las 5.30 y dormimos esa noche en Corrientes. Salimos el viernes a las 5.30 de Corrientes para llegar al mediodía a Asunción.
Somos dos autos. En uno va Juan Pablo con Mateo y Martina, con quienes vamos a la cancha siempre. En este auto somos cuatro. Mi viejo Horacio, mi hijo Benjamín, yo y Nico, un compañero de ruta que no conocíamos hasta el jueves a las 6 de la mañana. Con Nico tenemos amigos en común, él tenía entrada para la final, no tenía cómo viajar y nosotros teníamos un lugar. Racing acerca, Racing une.
Somos tres generaciones de hinchas de Racing que vivimos momentos muy distintos. Mi viejo, que vio el gol del Chango Cárdenas desde una tribuna en el Centenario en Montevideo. Yo, de la generación que sufrió parte de los 35 años sin títulos. Y mi hijo, que nació y crece en esta época amable, la de viajar para festejar por una copa.
Estamos acá por Racing, pero también porque nos debíamos esto como hinchas, como el movimiento popular que somos: la aventura que significa ir a otros país a ver a Racing a jugar una final internacional 32 años después.
Estamos acá por Racing, pero también porque me gusta pensar que esta aventura será un recuerdo futuro, imborrable, una anécdota para mi viejo, para mí, pero sobre todo para mi hijo. Un viaje que contará cuando sea grande y quizás no estemos ni mi viejo ni yo. Me gusta sobre todo eso: que sea Racing el que fije una situación y una sensación en su infancia, el que le marque un hito feliz para toda su vida.
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