Entrevista

Akiva Shaffer: Las ganas de reírse nuevamente con los años 90

El integrante de Lonely Island y director es el responsable de Chip y Dale al rescate, una sentida y absurda Roger Rabbit para la generación nacida en los años 90.

Autor. Ha sido director de piezas clásicas de Saturday Night Live y ahora genera una versión cargada de pop del clásico cartoon de los años 80: las ardillas Chip y Dale. Foto: shutterstock

"Si fueran los años 90 ¿con quién estarías de fiesta? Bueno…Mc Skat Kat y Paula Abdul” dice Akiva Schaffer. El nombre puede sonar remoto pero su comedia no lo es: Akiva es parte de The Lonely Island, el tridente de pop absurdo compuesto también por Andy Samberg y Jorma Taccone. Juntos afilaron los dientes siendo lo mejorcito que ha dado Saturday Night Live, eterno núcleo de la comedia americana con tintes de ciudad, en el nuevo milenio: sus sketchs digitales, que muchas veces eran los videos de su banda The Lonely Island, se convirtieron en los primeros virales de SNL y así fueron avanzando en momentos donde se acabaron los grandes “nuevos” comediantes (Sandler es probablemente el último de su raza, antes que las plataformas cambiaran para siempre al cine). Pero que lo obvio no quite lo peligroso: Akiva, como bien bromea, es uno de los tres cerebros de una banda que unida o por sus caminos separados siempre ha ido dejando su estela en la comedia. 

Ahora el turno es de Akiva Schaffer dirigiendo Chip y Dale al rescate, lo cual cuando uno conoce el ADN de Lonely Island es una tarea perfecta. Akiva usa el arsenal nuclear de cultura pop (nada les escapa, todo lo citan con la inteligencia de quien conoce determinados mapas al dedillo y no necesita hacer notar nada) y crea una ¿Quién engañó a Roger Rabbit? moderna en base a una actualización sardónica de las ardillitas Chip y Dale, y de su clásico cartoon visto por estos lares a finales de los años 90 (pero asociado con los fines de los años 80 en Estados Unidos). La película que pronto estrena Disney + muestra en plena forma a Akiva, responsable de dirigir con sus amigos Samberg y Taccone films como Popstar! (la This Is Spinal Tap! de la generación Justin Bieber), canciones con más de 300 millones de visualizaciones en YouTube como I Just Had Sex (cada canción de Lonely Island es pura comedia que entiende casi como un científico como burlarse quirúrgicamente de, bueno, lo que sea y sumar en su carrera desde John Waters a Justin Timberlake) y cortos que, nuevamente, tienen millones de visualizaciones. Todo esa mochila pop que ha generado y/o pasado por shows como MacGruber y Brooklyn 99, define un aspecto crucial de la comedia, que Akiva y pandilla hicieron presentes y gentiles -en el sentido más cálido del término- como nadie en estos años. Ok, hay comedia nueva, sin dudas. Pero el absurdo que sabe exactamente lo que hace y se instala en la línea de Adam Sandler, de Saturday Night Live, tiene un claro heredero en esta pandilla. 

Akiva le dirá en exclusiva a PERFIL: “Entiendo que a veces nuestra carga de información parece muy puntual y desconozco como se ve desde otro país, pero creo que nuestra generación, casi la primera de consumos globales realmente compartidos -nadie diría que los Beatles no son eso, por ejemplo-. Yo sé que vos sabes quienes son Chip y Dale, los vieras o no a principios de los años 90. Creo que eso nos define y que confiar en eso, como director aquí o con todo Lonely Island (bueno, Andy Sanderg es la voz de una de las ardillas), es lo que permite poder reírnos de esas cosas, o de cómo alguien las usa cuando habla. Pero como sabes, es súper difícil explicar la comedia, de hecho, es hasta una de las cosas más aburridas que puede hacerse con la misma”.

—Hay un juego muy detallado con el mundo de la animación, casi una actualización del mismo juego que proponía ¿Quién engañó a Roger Rabbit? ¿Cómo fue ese trabajo? 

—Fue una de las cosas que ya eran parte del proyecto como idea, por ende, fue muy fácil tentarse y sumarse. Hablas de Roger Rabbit, y la película busca ser totalmente algo que camina por la misma senda, entendiendo que Robert Zemeckis es un genio del cine, claro, y yo no. Pero pensar en Roger Rabbit para que aparezca, poder tenerlo y que nos digan “¿por qué no traen a la voz original?” es algo muy impresionante. Sobre todo cuando Charles Fleischer, la voz original de Roger Rabbit, viene al estudio y de la nada empieza a grabar como aquel personaje. Yo era un niño de vuelta. Sigue siendo mágico. Lo mismo nos pasó con muchos otros personajes. Quería que fuera una carta de amor a la animación y honrar el legado de estas creaciones. Todos crecimos con Disney, así que poder espiar detrás de la cortina de ese universo fue un placer enorme.

—¿Cómo definirías tu comedia y la que hacen junto a Lonely Island?

—Sabiendo que hablar de comedia es lo menos gracioso del mundo, que es muy difícil hablar de la misma sin sonar pomposo (“esto es comedia, y aquello no”). A la hora de Andy y Jorma la verdad es que no somos muy analíticos. Realmente es la comedia que nos nace, que nos define, y principalmente, que nos hace reír. Y suele nacer de todos juntos, en la habitación, jugando, bromeando. Tuvimos la suerte que nos prestaran atención, pero si no creo que sería exactamente igual. Es el latiguillo de “lo que haga reír, me funciona”. Pero sí, entiendo que hay algunas cosas en nosotros, pero prefiero no sobre analizarlas. 

—Tu comedia suele funcionar desde al absurdo pero aquí sucede algo: estas trabajando con dibujos animados en el mundo real. ¿Cómo resolviste esa fórmula?

—Bueno, el hecho que los dibujos animados estén en el mundo real y convivan con nosotros ayudó mucho a tener una serie de reglas que permitían una base a Chip y Dale. Actúan como gente normal, y quizás sí se les cae una caja encima duele, no tanto como a nosotros, pero duele y hay riesgo físico. De hecho, ese cruce entre dibujos y realidad te da una base a explotar. Mucha de mis comedias favoritas tiene algo, y ese algo va creciendo. No quiero decir que “se repite”, si no que va creciendo. Monty Python es un ejemplo de eso. La broma que gira, que salta, que no se queda quieta y nunca pierde su fuerza. Que va sumando capas y va sumando potencia. Eso es lo que traté de hacer aquí. 

—Hay mucha animación, muchos personajes y no solo de Disney, ¿cómo lograron incorporar otras franquicias?

—Era muy importante eso, y eso sí es la influencia de Roger Rabbit. No quería que fuera una publicidad de Disney +. Por ejemplo, Mi pequeño Pony, que es Mattel. Fuimos, preguntamos (volví loco a los abogados de Disney), hicimos presentaciones y entendieron lo que estamos haciendo, y se coparon. Lo cierto es que ha sido una aventura muy satisfactoria, muy divertida. Es un mundo que divierte mucho visitar de esta forma tan absurda y al mismo tiempo que quiere mucho a los personajes que van apareciendo.

 

Fantasias animadas de ayer

—Otro de los aspectos más juguetones tiene que ver con usar diferentes tipos de animación, y diferentes tipos de animación reciente, como, por ejemplo, la animación realista de comienzos del siglo XXI, que se veía tremendamente rara. ¿Cómo fue el incorporar esa capa?

—Desde el comienzo, la sorpresa y que ayuda a esa dinámica es que Chip y Dale iban a estar animados de formas distintas. Uno iba a ser 2D y el otro iba a ser CGI. Desde ahí, toda la historia de la animación podía ser parte del asunto: desde un personaje animado al estilo de los años 30 a un personaje creado al estilo de Pixar y su caricatura, todo podía ser un referencia a esa animación realista pero que no lo era tanto. ¿Cómo se iba a ver todo eso junto? Me gusta la comedia un poco experimental y me gustaba mucho la idea de chocar esos planetas. Todo fue preguntas mientras hacíamos: ¿lo filmamos con pantalla verde o lo animamos en 3D? Pero la verdad que la pregunta en sí es un lujo enorme que muestra lo gigante de esta apuesta. 

—¿Cómo sigue el camino de Lonely Island?

—Por ahora no puedo hablar mucho al respecto. Pero siempre estamos un poco en los trabajos del otro. Yo dirigí dos episodios de Brooklyn 99, el premiado show de Andy. Chequeamos los trabajos de los otros, nos reímos. Es raro pensar en nuestros trabajos sin la presencia del otro, y al mismo tiempo ya no lo es tanto como antes. Es un vínculo hermoso y lo cierto que nos hace muy felices la respuesta de la gente a nuestras creaciones. No podríamos estar más agradecidos.