AARON SORKIN

“Se podría decir que lo que hago es quijotesco”

Es considerado uno de los grandes tesoros de la ficción actual: históricamente guionista, crucial para la nueva TV inteligente, hoy el ganador del Oscar vuelve a dirigir en El juicio de los 7 de Chicago.

Clásicos. En su carrera, Aaron Sorkin ha sido guionista y showrunner de programas como Studio 60 on the Sunset Strip, The West Wing y The Newsroom. Entre muchos títulos, en el cine ha escrito Red Social, película por la cual ganó el Oscar. Foto: shutterstock / gza. netflix

Desearía que esta película fuera menos relevante”, dice Aaron Sorkin, quien ha sido definido (en más de una presentación) como el “Miles Davis del diálogo”. Habla de su pronta a estrenarse en Netflix, El juicio de los 7 de Chicago. Pero para quienes no lo conocen, Sorkin escribió la famosa línea “La verdad…¡no puedes lidiar con la verdad!” en Cuestión de honor. La había escrito antes que la dijera Jack Nicholson para su adorado teatro, donde desde niño y desde que se enamoró “del sonido de los diálogos” en ¿Quién ama Virgina Wolf? generó una carrera que lo convirtió entre series, obras y películas en el rey del romanticismo cívico, de las charlas inteligentes y cargadas que resuenan siempre entre muros institucionales. Ese es su ambiente, sitios que van desde la Casa Blanca, en su serie The West Wing, a las oficinas de Facebook, en Red Social, pasando por noticieros, la trastienda de Saturday Night Live, un programa de deportes, presentaciones de Apple, las oficinas de un equipo de béisbol, otras vez Washington D.C. y así la lista). 

En esta nueva faceta, comenzada hace dos años en El juego de Molly, Sorkin es ahora también director (sin nunca dejar de ser guionista). Y su segundo film, que ya viene rankeando fuerte como posible gran ganador de los Oscar ¿virtuales? del próximo año, se llama El juicio de los 7 de Chicago, y muestra, claro, el juicio que en 1968 los Estados Unidos llevó a cabo contra 8 personas (entre ellos el líder de los Panteras Negras, Bobby Seale, y el activista hippie Abby Hoffman) por la incitación a la violencia en la convención democrática que finalizó, en esa misma ciudad, con un caos y golpizas. 

—En esta película hay muchas voces, distintas, de los años 60 en Estados Unidos: ¿dónde está la frontera entre que el personaje diga lo que vos pensás y respetar aquello que quizás uno desconoce por no ser parte de ese mundo?

—El personaje soy yo. Toda la película en este caso lo es. Eso quiere decir que “sea yo”. Es mi postura frente a este suceso, a lo que dice de nosotros. No es la primera vez que escribo una película basada en hechos reales, y siempre he dicho lo mismo: mi escritura, la forma de mis relatos, es una pintura. Y se la suele confundir con una fotografía. Es una forma de pintar el mundo, una idealista forma de pintarlo, de mostrarlo, de soñar con sus posibilidades cívicas. Ese es mi ejercicio. Esa es mi naturaleza. No estoy escribiendo una página de Wikipedia, no estoy haciendo una nota en un diario. Estoy absorbiendo un fenómeno, en este caso, un suceso, el juicio de los 7 de Chicago. Eso sí: no voy desviarme de los hechos, no voy a pervertir la historia, no voy a difamar a nadie.

—¿Cómo definirías tu versión de la realidad, que muchos definen como romántica?

—La gente no habla como se habla en las películas. Todos sabemos eso. La gente no habla como en mis creaciones, en mis textos. He tenido la suerte mostrar historias que aspiran a versiones mejores de lugares donde la inteligencia y el ser civilizado deberían pregonar antes que cualquier otro valor. Se podría decir es quijotesco, pero también mi bronca es la que mueve esos diálogos. 

—Se suele vincular tus trabajos, sean dirigidos por vos o no, con el cine de clásicos de Hollywood, nombres como John Ford, Frank Capra o Howard Hawks, que crearon un ideal de Estados Unidos al mismo tiempo que se enojaban con algunas estructuras. ¿Te puedo consultar al respecto de esa idea?

—Por supuesto. A todos nos definen mucho las películas, los shows, las obras, que vemos cuando no entendemos el mundo (que suele ser toda la vida). No hay duda, como dije en mi charla en San Sebastián, que ese es un fabuloso sistema para poner en circulación, casi líquida, una idea, o incluso varias ideas sobre el mundo. Pero hoy hay gente en Estados Unidos, por ejemplo Donald Trump, que quieren hacer a América grande otra vez. Ese es su logo. Y esa expresión se vincula con esos relatos: quieren volver a un tiempo que solo existe en esos relatos. Hablo de un tiempo donde no había tantos cuestionamientos que no vinieran solo de un sector, donde voces de otras razas o géneros no podían hablar sobre lo que los silenciaba. Un momento donde nuestro país era un suburbio blanco. Ellos quieren volver a esos suburbios que realmente solo existieron en el cine, y que hoy, pervertidos bajo esa idea, no representan algo que hable bien de Estados Unidos. Es una locura. Pareciera se quiere volver a una Estados Unidos que en realidad solo es y que fue una ilusión creada por Hollywood. Por eso todos los relatos románticos tienen un doble filo, incluso los míos. 

—Pero siempre se habla de tu amor a esos cines, sus ideas, sus diálogos, su estoicismo, su forma de meter ideas sobre la sociedad americana. ¿Qué pasa con aquello que odias del cine? ¿Cómo eso define lo que escribís y cómo buscas que se muestren algunas ideas?

— No hablaría de odio, eso sí, quizás una comezón. Creo que podría hablar de entender, sobre todo para los jóvenes, de lo importante que es pensar los relatos. Si odias algo, no lo odies porque representa un sistema: intenta meterte ahí en esa jungla, en esas ideas. No te burles simplemente. Hacé un diagnóstico. Entendé ese sistema. Entender, o intentar, ver qué quería decir quien cuenta la historia es clave. Poder etiquetarlo, darle un nombre, e identificar qué pasó que te molesta. Los magos hacen magia, pero ellos saben que están haciendo un truco, saben los pasos. Entender el truco es lo que debes hacer. Incluso si te parece bobo, o lo odias. Es más, es algo que cualquiera que ama los relatos podría hacer. Es tan importante entender lo qué te molesta de un relato, porque eso define mucho de vos, seas un cuentahistorias o solo alguien que las disfruta.

—En que tenés más fe ¿en las películas o en el mundo?

—Definitivamente tengo más control sobre lo que sucede en una película que en el mundo real. ¿Qué otra cosa nos queda que tener fe en el mundo? En este país, como supongo que lo debes saber, tenemos una elección muy importante en el horizonte. Es una elección donde por primera vez en casi un siglo, y más, es la democracia lo que estamos votando, lo que está en juego. La idea de lo que Estados Unidos debería ser. Abby Hoffman, el pensador hippie que aparece en el film interpretado por Sacha Baron Cohen, dice cuando está en el estrado en la película: las instituciones de la democracia son una cosa maravillosa, pero ahora están ocupadas por gente terrible. Y esa es la situación de Estados Unidos hoy. Estuvimos ahí en 1968, ahora estamos ahí. Esa línea la escribí hace 14 años. No ayer, no hace dos años. Es una pena que siga vigente.

 

CUIDAR LOS HECHOS

—Entonces, un poco  repetitivo, vuelvo a mi pregunta: ¿qué te molesta ver a veces en relatos y qué te define a la hora de contar los mismos?

—Aclarando que no es odio, si puedo darte un ejemplo: cuando veo películas que tienen protestas, como es el caso de El juicio de los 7 de Chicago, a veces se ve falso. Hay algo de cómo Hollywood mira a las protestas que genera falsedad. Para mí era importante entender eso. Y empecé a ver cómo podía generar una protesta. Vi Argo y ahí Ben Affleck hizo una propuesta genial. Era una protesta que escalaba. Consiguió material, de medios, de personajes, que registraba eso. Y lo mezclaba con planos cortos: solo una cara gritando, un cartel, planos cortos. Esa era la solución. Salvo algunas pocas tomas generales, era ver el momento en que algo violento le sucede a alguien: la carga de un arma policial, el miedo en alguien a punto de ser golpeado. Eso, bien editado, generó algo que soluciona un problema que suelo tener con esas escenas. 

—¿Qué te impresionó del rodaje y de la historia de los 7 de Chicago?

—Siempre me sorprende mi suerte a la hora del casting. Aquí todos me dan lo mejor. Sacha Baron Cohen, Eddie Redmayne, Mark Rylance, y tantos más. Michael Keaton, Frank Langella y así la lista. Realmente el casting me ayudó, y mucho. Respecto de lo otro: cuan vigente sigue siendo todo esto, cuanto todavía importa y dice.