Con el equipo de Al Jazeera, Israel totaliza 192 periodistas asesinados desde que inició la guerra en Gaza
Entre los muertos está Anas al-Sharif, conocido como "la voz de Gaza" y recientemente señalado como "terrorista" por el ejército israelí. Por qué en cualquier caso constituye una infracción del derecho internacional humanitario.
"El silencio te hace cómplice". Las últimas palabras de Anas al-Sharif, corresponsal de Al Jazeera en Gaza, dispararon la indignación mundial. El periodista de 28 años murió el domingo 10 de agosto en un bombardeo israelí contra la carpa donde vivía y trabajaba junto a otros cinco colegas, en uno de los ataques más mortíferos de Israel contra la prensa desde que comenzó la guerra en Medio Oriente.
Conocido como "la voz de Gaza", Al-Sharif se había convertido en la cara visible de la cobertura humanitaria en la Franja, en un contexto marcado por el bloqueo total, tanto de ayuda humanitaria como de prensa extranjera. Sus reportes, transmitidos en vivo desde hospitales y campamentos de desplazados, mostraban la destrucción y la desesperación de una población atrapada por el asedio. Y, desde marzo, el hambre generalizado, reflejado en los niños desnutridos que ocuparon las portadas de los principales diarios del mundo. Y cuyo efecto deshumanizante vació de sentido la geopolítica o la religión.
Uno de sus momentos más recordados fue cuando, durante una transmisión, una mujer se desmayó detrás suyo y él rompió en llanto, una escena que se viralizó en redes. "Seguí, Anas. Sos nuestra voz", le dijo el camarógrafo para darle ánimo.
Anas Al Sharif tenía 28 años y reportaba desde Gaza para Al Jazeera.
Junto a Al-Sharif, murieron su colega Mohammed Qreiqeh, los camarógrafos Ibrahim Zaher, Moamen Aliva y Mohammed Noufal, y el periodista independiente Mohamed Al Khalidi, del medio local Sahat. Todos estaban debidamente acreditados y su tienda de campaña, ubicada a las puertas del hospital Al Shifa de la ciudad de Gaza, estaba identificada como prensa. Fueron enterrados el lunes, escoltados por decenas de periodistas con chalecos azules con la palabra "Prensa" y cámaras colgando del cuello.
Después del ataque, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) difundieron que Al-Sharif integraba el brazo armado de Hamas, acusación que ya habían lanzado contra otros periodistas palestinos sin aportar pruebas contundentes de que efectivamente se dedicaban al combate armado, lo único que podría haberles dado un mínimo margen que permitiera justificar el ataque directo y deliberado.
Un ataque prohibido por el derecho internacional humanitario
Desde el inicio de la guerra, el 7 de octubre de 2023, al menos 192 periodistas y trabajadores de prensa han muerto en Gaza —184 de ellos palestinos—, según el CPJ. Desde su sede en Nueva York, la organización internacional conocida como la "Cruz Roja del periodismo" se encarga de documentar el estado de la libertad de prensa en zonas de conflicto. Según su último informe, en los 22 meses de conflicto, Israel ha matado a más periodistas que los registrados a nivel global en los tres años anteriores juntos.
"La práctica israelí de etiquetar a periodistas como activistas sin aportar pruebas creíbles plantea serias dudas sobre sus intenciones y el respeto a la libertad de prensa. A menos que las FDI puedan demostrar que Anas al Sharif seguía siendo un combatiente activo, no hay justificación para su muerte", declaró Sara Qudah, directora regional del CPJ.
Mohammed Qreiqeh fue otra de las 6 víctimas del bombardeo a la carpa de periodistas.
Consultado por PERFIL, el especialista en derecho internacional humanitario y profesor de la UNLP, Juan Rial, explicó que el ataque contra los periodistas de Gaza vulnera principios básicos como el de distinción y proporcionalidad. "Las acciones armadas tienen que dirigirse contra objetivos militares, distinguiendo entre combatientes y civiles. Los periodistas son civiles y gozan de protección especial, al igual que el personal sanitario o religioso, siempre que estén debidamente identificados, como era este caso", sostuvo.
Incluso si la acusación de Israel contra Al-Sharif fuera cierta —algo que no fue probado—, Rial subraya que el ataque seguiría siendo ilegal. "No se puede justificar matar a un grupo de personas porque uno solo de ellos sea un objetivo militar. La fuerza empleada debe otorgar una ventaja militar concreta y minimizar el daño a civiles. Aquí, la tienda estaba marcada como prensa y había periodistas acreditados. Aun si uno fuera combatiente, el resto seguía protegido. Esto fue lisa y llanamente una ejecución".
Además, mencionó que el respeto al derecho internacional humanitario incluye a todos los actores armados, hayan o no suscrito tratados internacionales, y que las infracciones graves —como atacar periodistas— pueden constituir crímenes de guerra.
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Sobre si el ataque podría encuadrarse como un "crimen de guerra", Rial señala que la figura no es inexacta, aunque recuerda que suele aplicarse a las infracciones graves del derecho internacional humanitario, en la misma línea de otras acciones que Israel ha cometido en Gaza: bombardeos a escuelas y campamentos de refugiados, bloqueo de la asistencia humanitaria o el uso del hambre como arma de guerra, figuras que, condena mediante, forzaron investigaciones de la Corte Penal Internacional.
Pero en este caso, para justificar el ataque Israel sólo había señalado a uno de los seis periodistas como supuesto integrante de Hamas, lo que coloca el foco en el principio de proporcionalidad. Incluso si la acusación fuera cierta, explica, no puede justificarse el asesinato de un grupo entero por la presunta condición de combatiente de uno de ellos.
"Aun si fuera cierto, los otros eran periodistas acreditados que merecen la protección del derecho internacional, excepto que se alcen en armas, ¡lo que no es el caso!, sostuvo. Y agregó, sin dejar margen de duda: "Si (al-Sharif) no era un combatiente, entonces no era objetivo militar; si era espía, se violó la protección mínima; si era periodista, se violó la protección de la prensa; y si hubiera sido un combatiente armado, se violó el principio de proporcionalidad y distinción por el resto de la gente que estaba en la carpa donde vivía".
Un patrón previo: amenazas públicas y silencio oficial
El 24 de julio, poco más de dos semanas antes del ataque, el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Avichay Adraee, difundió un video en sus redes sociales acusando a Al-Sharif de integrar desde 2013 el ala militar de Hamas, Al-Qassam, y de trabajar "para el canal más criminal y ofensivo", en relación a la cadena qatarí. En ese momento, el CPJ emitió un comunicado alertando que la campaña contra el corresponsal era una amenaza directa a su vida y pidió a Israel garantías adicionales para su seguridad.
Al-Sharif, que en julio había advertido que las campañas de difamación de las FDI eran "una amenaza de vida real", murió menos de un mes después. "La cobertura seguirá con o sin mí", había dicho en ese momento. Contactado por el CPJ, sostuvo: "Todo esto ocurre porque mi cobertura de los crímenes de la ocupación israelí en la Franja de Gaza los perjudica y daña su imagen en el mundo. Me acusan de terrorista porque la ocupación quiere asesinarme moralmente".
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El ataque del 10 de agosto es el más mortífero contra la prensa en esta guerra, superando incluso al del 26 de diciembre de 2024, cuando cinco reporteros y técnicos murieron al ser alcanzado un camión de noticias. La serie de episodios incluye también atentados en noviembre de 2023 y múltiples bombardeos selectivos contra viviendas y campamentos donde se alojaban periodistas.
Tras el ataque del 10 de agosto, PERFIL se contactó con la embajada de Israel en Argentina para saber si existían pruebas que vincularan a Al-Sharif con actividades armadas mientras ejercía como periodista, y si había acusaciones similares contra los otros cinco comunicadores que murieron en el bombardeo. Al cierre de esta nota, la postura oficial sigue en línea con lo ya publicado por las FDI en sus redes, donde afirmaron que el periodista había trabajado un tiempo en el equipo de comunicación de Hamas y que supuestamente seguía activo. Sobre el resto de las víctimas, silencio.