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Di Tella y las relaciones carnales

Canciller. Nunca pronunció la frase que se le atribuye. Pese a lo que se cree, su gestión supo enfrentar las presiones de Washington en varios frentes. Foto: cedoc

En su edición número 2277, la revista Noticias publicó un artículo titulado“Relaciones carnales II” bajo la impactante volanta que lo presenta nada menos que como una nota de Investigaciones (sic). Escribo ahora para señalar que se basa en un dato histórico que considero equivocado: Di Tella nunca dijo, como se afirma allí, “con Estados Unidos tenemos relaciones carnales” (otro sic) como no fuere para desmentirlo, y en varias ocasiones. Producto de la picaresca y el desconocimiento de algún periodismo miltante y sectores de la política, se le atribuye haberla alumbrado en una conferencia de prensa con su par Madeleine Albright. No fue así. Yo estaba allí y no lo dijo, fue un periodista y el canciller inmediatamente lo desmintió. La nota corre, entonces, el peligro de terminar como un legítimo aunque demasiado liviano ejercicio de especulación, a partir de una errónea investigación de base.

Cuando Di Tella asumió quiso, precisamente, diferenciar nuestra política tanto del sonsonete del antiimperialismo apátrida como de la subordinación hemisférica de principios de la Guerra Fría. En un libro de mi autoría -que obra en la biblioteca de Editorial Perfil- constan los datos bibliográficos donde pueden encontrarse la publicación de afirmaciones de Di Tella como ésta, al inaugurar su gestión: “con EE.UU. debemos mantener buenas relaciones, con contenido, porque nos conviene, está lleno de oportunidades de progreso, comercio e inversiones. Tenemos que establecer relaciones sensatas, con contenido, con carnalidad…” Obviamente la expresión carnalidad era una enfatización, para no reiterar la previa “con contenido”, que ya figuraba antes, y nada tiene que ver con su variante sexual sino como sinonimia de contenido. 

Pero a la oportunidad no la podía desaprovechar el ya por entonces floreciente periodismo antisistema, que corrió a difundir la expresión así tergiversada y, rápidamente, también buena parte de la oposición política -que tantos méritos había hecho cuando Alfonsín- se aferró a ella como un tabla de salvación, cumplimentando lo que parece ley de hierro de nuestra política: cuando se te acaban los argumentos conviene pegarle una etiqueta al adversario y nos ahorramos la dificultad de enfrentarlo con argumentos de los que carecemos. Como boxeadores que recurren al clinch salvador. En un país donde se procura reemplazar a Alberdi por Zafaroni, hace rato que el Viejo Vizcacha viene desplazando a Martín Fierro.

Lo preocupante del artículo de Noticias es que, al condensar la política exterior de los 90 en esa malhadada frase, automáticamente intoxica como detrimental a toda la política de quien la habría pronunciado. Y encima usarlo para titular que resultaría un antecedente espejo de lo que el actual gobierno pretendería hacer con China supone tanto una grave ignorancia de los muy diferentes contextos históricos, como el fallido intento de una investigación mínimamente suficiente.

No tengo espacio aquí, pero para muestra quizá basten un par de botones. Argentina siempre se negó a firmar las propuestas norteamericanas de tratados de libre comercio, a pesar de la enorme presión que Washington nos aplicó a toda la región, donde varios países terminaron aceptando esos TLC. ¿Rechazarlo, como efectivamente hicimos, sería algo propio de una política de sumisión?

En esa misma administración sellamos el pacto estratégico con Brasil que derivó en el Mercosur y otros enormes progresos regionales que EE.UU., como todo hegemón, siempre miró con desconfianza, como ante cualquier entendimiento entre potencias menores. Y nunca volvimos a tener tanta cercanía con Brasilia como en esos diez años. ¿Sería esa una relación carnal para satisfacer a Washington?

También mantuvimos diferencias, cuando no choques, con el Departamento de Estado en propiedad intelectual, patentes medicinales, subsidios agrícolas, dumpings varios, la invasión a Panamá, la certificación unilateral en materia de narcotráfico, la Corte Penal Internacional o la ley Helms-Burton, que consagró y mantuvo el torpe embargo al pueblo, no al gobierno de Cuba. Y hay mucho más. 

Un par de temas menores, pero que la sedicente investigación de Noticias exalta, consiste en entusiasmarse con la posibilidad de que los ciudadanos chinos puedan obtener un visado especial argentino, que en realidad ya gozaron en los noventa, así como la posibilidad de que nuestra bandera luzca cual sticker en una hipotética nave espacial a la Luna, desconociendo que a los colores nacionales ya los pusimos en el espacio en aquella década, con dos satélites mayormente fabricados por argentinos, en Argentina.

Hasta la anécdota presta a veces utilidad. En un viaje de Carlos Menem a Washington el presidente norteamericano tornó personalmente a insistir muchísimo con que firmáramos un TLC. Menem replicó con una famosa verónica inolvidable y pasó la palabra a su canciller, quien refirió la conocida historia de los tiburones que tratan de engullir a las sardinas, cerrando Di Tella con otra frase para la antología: “señor presidente, por ahora preferimos no firmar porque nos da pena el destino de las sardinas”. Yo estaba allí, no me lo contaron, y francamente no me parece, todavía hoy, la respuesta de un canciller sumiso, sometido a vergonzosas relaciones carnales. 

Agradecido por el espacio, hago votos para que estos datos sirvan para enriquecer, aún más, la capacidad de investigaciones de la muy respetable casa editorial Perfil.

*Ex vicecanciller argentino.