A 80 AÑOS DE HIROSHIMA Y NAGASAKI

El milagro del convento franciscano que sobrevivió a la bomba nuclear de Nagasaki

Seibo no Kishi es un testimonio vivo de la fe en medio del horror. No solo sobrevivió a la bomba, sino que continúa siendo un centro de actividad franciscana, acogiendo a frailes y peregrinos.

Bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki Foto: CEDOC

El 9 de agosto de 1945, Nagasaki, conocida como la capital del catolicismo en Japón, fue devastada por la bomba atómica "Fat Man", lanzada por Estados Unidos durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. La explosión, que ocurrió a las 11:02 de la mañana sobre el distrito de Urakami, mató instantáneamente a unas 40.000 personas y dejó un saldo de aproximadamente 74.000 muertos para finales de ese año. 

La catedral de Urakami, el mayor templo cristiano de la región Asia-Pacífico en ese momento, quedó reducida a escombros, y cerca de 8.500 de los 12.000 feligreses católicos de la ciudad murieron. Sin embargo, en medio de esta tragedia, un pequeño convento franciscano, Seibo no Kishi ("Caballero de la Inmaculada"), ubicado en el suburbio de Hongouchi, sobrevivió prácticamente intacto, un hecho que fue descrito como un milagro por muchos y atribuido a una visión de su fundador.

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El convento Seibo no Kishi había sido fundado en 1931 por el sacerdote polaco Maximiliano Kolbe, un fraile franciscano conocido por su devoción a la Virgen María y su labor misionera. Llegó a Japón en marzo de 1930 con la misión de difundir la fe católica y la devoción mariana en un país donde los cristianos eran una minoría. 

En el Japón imperial, Nagasaki tenía una rica historia católica que se remontaba al siglo XVI, cuando misioneros jesuitas y franciscanos evangelizaron la región, convirtiéndola en un centro de la fe católica en Asia. A pesar de siglos de persecución, la comunidad católica de Nagasaki, conocida como los "cristianos ocultos", mantuvo su fe en secreto hasta que la libertad religiosa fue proclamada en 1889. 

Kolbe, tras obtener el permiso del obispo de Nagasaki, comenzó a construir su monasterio en un terreno en Hongouchi, detrás de una montaña y alejado del centro de la ciudad. Esta decisión fue criticada en su momento, ya que muchos consideraban que el lugar era poco accesible y no ideal para una misión evangelizadora.

Kolbe insistió en esta ubicación, argumentando que la montaña ofrecía un entorno tranquilo para la oración y la contemplación. En el convento, los frailes construyeron una capilla, una casa de madera, un salón para clases y reuniones, y un taller de impresión para publicar la revista "Mugenzai no Seibo no Kishi" (Caballero de la Inmaculada), la primera revista católica publicada en Japón.

La supervivencia milagrosa de los frailes franciscanos de Nagasaki

El 9 de agosto de 1945, la bomba atómica "Fat Man", con una potencia de 21.000 toneladas de TNT, detonó a 500 metros sobre Urakami, destruyendo todo en un radio de 2.4 kilómetros. La catedral de Urakami, situada cerca del hipocentro, fue aniquilada, y la mayoría de los edificios dentro del radio de explosión quedaron reducidos a escombros. 

Sin embargo, Seibo no Kishi, ubicado detrás de una cresta montañosa, sufrió solo daños menores, como ventanas rotas. La montaña actuó como un escudo natural, desviando la onda expansiva y protegiendo al convento del impacto directo de la explosión.

Annamaria Mix, archivista estadounidense del monasterio de Niepokalanów en Polonia, explicó en una entrevista que la supervivencia del convento no se debió a una visión profética de Kolbe, como algunos han especulado, sino a la "providencia divina" y a la ubicación estratégica del convento.

Mix señaló que la comunidad franciscana había hecho una consagración a San José en 1942, lo que muchos frailes creyeron que contribuyó a su protección. Los frailes, ilesos tras la explosión, salieron inmediatamente a ayudar a los heridos y moribundos, proporcionando asistencia médica y espiritual en un momento de desesperación, según un relato del Nagasaki Atomic Bomb Museum.

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La bomba estadounidense que destruyó  Nagasaki (solo tres días después de Hiroshima) tuvo un impacto desproporcionado en la comunidad católica, que representaba casi dos tercios de los católicos de Japón. 

Nagasaki era entonces conocida como la "Pequeña Roma" de Japón debido a su vibrante comunidad católica, que había sobrevivido siglos de persecución. La destrucción de la catedral de Urakami y la muerte de miles de fieles fueron un golpe devastador, pero la supervivencia de Seibo no Kishi fue vista como un símbolo de esperanza.

Los frailes franciscanos, que abrazaban la vida en comida con votos de pobreza, continuaron publicando la revista "Knight of the Immaculata" y mantuvieron viva la misión de Kolbe, que incluía la promoción de la devoción mariana y el servicio a los más necesitados. El convento organiza eventos para promover la paz, un mensaje especialmente relevante en una ciudad marcada por la tragedia nuclear.

El diario japonés Mainichi Shimbun describe cómo el convento se convirtió en sitio de peregrinación tras la guerra, atrayendo a visitantes que buscaban reflexionar sobre la paz y la resiliencia. La gruta de estilo Lourdes, construida por Kolbe en 1932, sigue siendo un punto central de oración, y el museo del convento exhibe artefactos de la misión de Kolbe, incluyendo documentos de la primera edición de la revista.

DS