Primera infancia: la inversión con mayor retorno que el mundo sigue descuidando
El G20 volvió a poner en agenda la educación inicial y el desarrollo infantil temprano, reconociendo que invertir en la primera infancia es clave para combatir la desigualdad, fortalecer las economías y asegurar un futuro más estable y próspero
La declaración de los líderes adoptada al final de la reciente cumbre del G20 en Sudáfrica reafirmó el compromiso del grupo para enfrentar algunos de los desafíos más urgentes del mundo, desde la desigualdad y los conflictos prolongados hasta la IA y el cambio climático. También marcó un hito histórico: por primera vez, el G20 identificó a la educación como una de sus principales prioridades globales.
La declaración destacó la necesidad urgente de invertir en el desarrollo temprano de los niños, comprometiéndose a “avanzar hacia un enfoque integral” que reconozca la inversión en la atención y educación de la primera infancia (AEPI) como “vital… para el futuro social y económico de un país”.
Este reconocimiento llega con mucho retraso. En un mundo marcado por la volatilidad económica, las inversiones más efectivas son las que se realizan en las personas, y pocas generan mejores retornos que apoyar a los niños en sus primeros cinco o seis años de vida, etapa en la que desarrollan habilidades que sustentan el crecimiento a largo plazo, la cohesión social y la paz.
Hoy, estamos fallando a demasiados niños incluso antes de que lleguen a la edad escolar. A nivel global, más del 40% de los niños en edad preescolar –unos 350 millones– no tienen acceso a cuidados de calidad. El resultado es una enorme pérdida de potencial humano que frena a comunidades, economías y sociedades.
La primera infancia, etapa en la que se produce el 90% del desarrollo cerebral, es una ventana única para establecer las bases del aprendizaje, la salud y el bienestar durante toda la vida. Décadas de evidencia muestran que cada dólar invertido en AEPI genera hasta 17 dólares en retornos económicos, ayudando a romper ciclos de pobreza y reducir la desigualdad. Ampliar el acceso al cuidado infantil también permite que más mujeres ingresen y permanezcan en el mercado laboral, fortaleciendo tanto a los hogares como a las economías nacionales.
Las Naciones Unidas ya habían reconocido la importancia de invertir en la primera infancia cuando adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2015. Esto se reafirmó en la Declaración de Taskent de la UNESCO en 2022, cuando más de 150 países se comprometieron a ofrecer al menos un año de educación preprimaria gratuita y obligatoria para todos los niños y a asignar al menos el 10% de sus presupuestos educativos a programas preescolares.
A pesar de estos compromisos, el financiamiento para la educación inicial sigue siendo profundamente insuficiente. En los países de ingresos bajos y medios, 180 millones de niños de tres y cuatro años aún no tienen acceso a servicios básicos de la primera infancia.
La ayuda internacional destinada a programas preescolares representa menos del 2% de la ayuda total a la educación, y muchos países de bajos ingresos destinan menos del 2% de sus presupuestos educativos a la AEPI.
Frente a este panorama desalentador, está creciendo el impulso para un cambio, liderado en gran medida por grandes economías emergentes dentro y fuera del G20. El apoyo a la primera infancia fue central en la agenda de inclusión social de Brasil durante su presidencia del G20, mientras que el lanzamiento de la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza a fines de 2024 señaló un esfuerzo más amplio para abordar las desigualdades intergeneracionales.
Brasil también ha impulsado medidas internas ambiciosas. A comienzos de este año lanzó su Política Nacional Integrada para la Primera Infancia, que estableció una base de datos nacional unificada para identificar las necesidades de los niños y respaldar una estrategia común en los 5.568 municipios del país, con una enorme plataforma de datos que incluye disponibilidad de guarderías, registros de vacunación y etapas de desarrollo.
La reciente cumbre del G20 en Johannesburgo –la primera en celebrarse en África– puso en primer plano la magnitud y urgencia del problema. Las tasas de mortalidad infantil en el continente siguen siendo 14 veces más altas que en los países de ingresos altos, y solo uno de cada cuatro niños en el África subsahariana asiste al preescolar. Sudáfrica, que considera la inversión en AEPI como una prioridad nacional, lanzó recientemente el programa de educación para la primera infancia más grande de su historia.
El presidente Cyril Ramaphosa también ha utilizado la presidencia del G20 de su país para presentar la educación temprana como un imperativo global y para pedir a los gobiernos del mundo que inviertan en sus ciudadanos más jóvenes.
Movilizar la voluntad política y el financiamiento necesarios para transformar la AEPI requerirá un esfuerzo multilateral sostenido y coordinado. Durante los últimos dos años, Theirworld ha impulsado esta agenda a través de su campaña Act for Early Years, y el reciente anuncio del primer encuentro internacional dedicado específicamente a financiar la educación preprimaria –iniciado por una coalición de actores del Sur Global y del Norte Global– indica que la primera infancia finalmente está recibiendo la atención que merece.
De cara al futuro, la Cumbre Internacional de Financiamiento para la Primera Infancia de 2027 ofrece una oportunidad única para aumentar el financiamiento, reorientar la inversión local y movilizar capital privado. Es fundamental que demuestre que invertir en la educación preescolar no es un tema secundario, sino una condición necesaria para alcanzar los ODS. Un principio debería guiar los debates políticos que seguramente seguirán: poner a los niños primero es la vía más segura hacia un mundo más próspero, pacífico y estable.
Justin van Fleet es Presidente de Theirworld y CEO de la Global Business Coalition para la Educación. Pia Rebello Britto Directora global de Education and Adolescent
Development en UNICEF
MC/DCQ