Energía

YPF: el error político que pone en jaque el abastecimiento energético

La paradoja inquietante de un país con abundante producción que, por falta de planificación y obras, no puede garantizar el calefaccionamiento, la generación eléctrica ni el funcionamiento industrial básico.

YPF. Foto: Xinhua EP

Un invierno más hemos sido testigos de las contradicciones de nuestra matriz energética nacional: mientras Vaca Muerta florece como el mayor reservorio de gas no convencional de Sudamérica, las industrias sufren cortes de suministro, las refinerías hacen malabares para sobrevivir y millones de argentinos siguen sin gas natural. Y es que el problema no está en la producción, sino en una política energética que no dimensiona las necesidades del país.

Para el comienzo del invierno, debían estar completadas las cuatro plantas compresoras de la reversión del Gasoducto Norte (en Ferreyra, Deán Funes, Lavalle y Lumbreras, atravesando Córdoba, Santiago del Estero y Salta), lo que implica un requerimiento indispensable para abastecer al NOA, una región del país que aún padece una gran deuda pendiente de la política argentina: la falta de gas. Sin embargo, esas obras aún no se habilitaron por falta de financiamiento, lo que dejó a miles de localidades bajo riesgo de desabastecimiento.

La inversión, más allá de las promesas, no se traduce en una infraestructura eficaz que permita no solo exportar más, sino también garantizar el abastecimiento interno. Incluso disponiendo de volumen, el sistema siempre colapsa. El Gasoducto Norte, por ejemplo, aún no logra canalizar el transporte con yacimientos del NOA que vienen en franca caída. En plena ola de frío, las centrales térmicas, industrias y estaciones de GNC quedaron expuestas.

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Esto se debe, en buena medida, a la decisión de YPF de reducir inversiones en yacimientos convencionales con gran potencial en provincias claves como Mendoza, Salta, La Pampa y Tierra del Fuego, entre otras. Esto no solo compromete la producción nacional en el marco de las oportunidades energéticas para el país, sino que amenaza la estabilidad laboral de miles de trabajadores.

Todo este escenario genera una paradoja inquietante: un país con abundante producción que, por falta de planificación y obras, no puede garantizar el calefaccionamiento, la generación eléctrica ni el funcionamiento industrial básico. Como corolario, se alteran servicios esenciales, demanda el uso de combustibles costosos como fueloil y gasoil, y hasta se prioriza el consumo residencial frente a la producción.

Que quede claro: no es un problema técnico circunstancial, sino un error político. Mientras las petroleras ganan extraordinarias rentabilidades gracias al diferencial entre costos y precios, el Estado abandona obras clave, frena inversiones y deja el transporte energético al borde del colapso.

La lección que deja el invierno 2025

Este invierno de 2025 deja una lección contundente: tener recursos geológicos no basta sin inversión sostenida e inteligente. La soberanía energética no se construye solo con yacimientos; exige gasoductos, obras, planificación y financiamiento en el corazón del sistema.

Si no se completan las obras de las plantas compresoras, impulsen el transporte, aseguren el abastecimiento nacional y reconozcan que la producción energética es también un derecho social.

No estamos pidiendo ni subsidios ni asistencialismo: pedimos una política energética seria, estructural, que garantice el empleo, el desarrollo regional y el bienestar de las familias argentinas.

 

*Secretario Adjunto de Federación Argentina Sindical del Petróleo, Gas y Biocombustibles (FASiPeGyBio)