GILLIAN TETT

"La crisis del Covid-19 es tan abrumadora que en la Casa Blanca no están pensando en Argentina"

Su formación de antropóloga le otorga perspectiva holística a la mirada económica que le permitió ser la primera persona en predecir la crisis de 2008. En la pandemia actual, percibe que la globalización del conocimiento y la información son esenciales para mantener un cierto optimismo sobre el futuro, más allá de la amenaza que representan el proteccionismo y la xenofobia. Cree que Argentina, como productor de alimentos, tiene una oportunidad para aprovechar.

Renegociación de la deuda. “Argentina fue utilizada en muchas ocasiones en las últimas décadas como un laboratorio de reestructuración de la deuda soberana”. Foto: Sergio Piemonte

—En el colapso de 1929 los gobiernos reaccionaron con lentitud. En cambio, esta vez hubo respuesta rápida, con paquetes de estímulo fiscal y el estímulo monetario. ¿Esa velocidad de respuesta podría hacer esta crisis menor o más corta que la de 1929?

—Como sucede en la ciencia médica, los profesionales aprendieron de la experiencia previa a administrar una mejor medicina. En la ciencia financiera y económica se puede observar que los responsables políticos aprendieron de los errores anteriores e intentan actuar rápidamente para obtener algún tipo de remedio. Es una respuesta análoga a tratar a un paciente con un ataque al corazón: se sabe qué hacer en términos de conectar las máquinas para que el paciente vuelva a la vida y no muera por falta de oxígeno. Sin embargo, el problema es que una cosa es tratar una urgencia en términos económicos y otra es permitir el desarrollo de alguien más saludable a largo plazo y capaz de florecer y ser realmente vivaz. El dilema que enfrentamos hoy es: los responsables políticos lograron evitar que lo peor de la crisis se salga de control; pero no está claro si saben cómo volver a encaminar realmente la economía hacia la salud.

—La contribución marginal de los efectos de los agregados financieros es decreciente. ¿Cuando las tasas de interés ya están en cero podrían no generar mayores alivios nuevas formas de quantitative easing?

—Estamos llegando al límite de lo que puede hacer la política monetaria. La política monetaria actúa sobre la economía a través de tres canales. Primero, hace que sea mucho más fácil para los consumidores o las empresas pedir dinero prestado y más barato; luego, aumenta los precios de los activos y finalmente alienta a las personas a trasladar sus tenencias de bonos del gobierno a otro tipo de inversiones más riesgosas. El problema hoy es que, ante el Covid-19, la demanda se derrumbó. No importa cuán barato sea el dinero para los consumidores y las empresas; no van a querer pedir préstamos. El problema es que puede impulsar la inversión, el dinero, hacia otro tipo de inversiones más riesgosas y eso es necesario porque representa alrededor de 4,8 miles de millones de dólares en efectivo, al margen del sistema financiero global, que no se usa, porque la gente está asustada. Necesita poner ese dinero en inversiones productivas. Y no está claro que la gente lo haga, hasta que las perspectivas médicas y económicas sean mucho más claras. Lo que está claro es que si se sigue introduciendo dinero en el sistema en un momento en que la confianza es baja y la gente no quiere pedir prestado, se corre el riesgo de crear burbujas de activos y distorsiones hacia lugares extraños. Lo hemos visto muchas veces antes. Y podría suceder hoy si seguimos confiando en la política monetaria en lugar de utilizar políticas fiscales para tener una mayor respuesta a la crisis.

Inflación: “Si la solución a la crisis es solo monetaria y no fiscal, se corre el riesgo de crear nuevas burbujas de activos”. (Foto: Sergio Piemonte)

—Usted adelantó la última crisis global de 2008-2009 y es una especialista en ese período. Su libro “Fool’s Gold” es de referencia. ¿En qué se parecen y diferencian ambas crisis?

—La diferencia esencial es que aquella crisis comenzó en las finanzas. Por entonces hubo una gran dislocación y distorsión en el sistema financiero porque los banqueros habían dado hipotecas a valores en gran escala. Cuando las hipotecas comenzaron a fallar, todo ese esquema Ponzi (N de R: el esquema Ponzi es una operación fraudulenta de inversión que implica el pago de intereses a los inversores de su propio dinero invertido o del dinero de nuevos inversores) comenzó a desmoronarse. Fue una crisis financiera, que comenzó en las finanzas y para la que las herramientas de las finanzas fueron la respuesta política. Hoy estamos en una situación económica problemática que llega del mundo real: la crisis médica en torno al coronavirus provocó el colapso de la demanda. Los gobiernos han asustado deliberadamente al imponer los bloqueos. Es una crisis económica real tangible que tuvo impacto en el sector financiero y lo vimos en algunos sectores. Pero la clave es que no se puede hacer frente a la crisis económica del mundo real solo con herramientas financieras. Se necesita más que eso. Hasta que tengamos una solución médica y tengamos el comienzo de algún tipo de recuperación económica, que dependerá tanto de la política fiscal como de la monetaria, será realmente difícil ver el final de lo que está sucediendo hoy.

“A la crisis económica del mundo real no se puede hacer frente solo con herramientas financieras.”

—¿Su doctorado en Antropología le permitió descubrir claves o tendencias en esta crisis del coronavitus que los economistas de una formación más técnica no alcanzan a percibir?

—La antropología cultural es una de las disciplinas intelectuales más importantes. Pero también es una de las menos reconocidas y apreciadas. Mucha gente piensa que la antropología se trata de estudiar lugares exóticos remotos, sociedades primitivas, rituales y huesos, aunque en realidad se trata de una herramienta para obtener una visión holística de la sociedad y ver las cosas de las que hablamos y también las cosas de las que no hablamos. Brinda la capacidad de mirar más allá de los modelos económicos y poner las cosas en contexto, algo muy importante. Los modelos de economía que utilizan los formuladores de políticas y los expertos financieros tienden a ser limitados. Excluyen muchas cosas importantes como el medio ambiente, los problemas de desigualdad, los devenidos del riesgo médico. Se llaman externalidades. La antropología analiza esas externalidades, y las considera esenciales también. Esa perspectiva fue la que me ayudó a detectar la crisis financiera de 2008 que se avecinaba. También es clave para otorgar sentido a lo que sucede en estos días. La antropología como disciplina surgió de la idea de estudiar a las personas de todo el mundo. Las élites occidentales consideraron arrogantemente que lo que sucedía en otras partes del mundo no importaba. Pero, como nos lo demuestra el Covid-19, todos estamos unidos en una cadena de humanidad. Si la cadena más débil en esos eslabones se rompe, todos sufriremos. Es muy claro en la pandemia, pero también en otras temáticas vinculadas, como la del cambio climático. Debido a que la antropología se ha dedicado a estudiar todas las sociedades del mundo y reconocer que todas son valiosas, también se aprenden muchas cuestiones que les servirían a los mandatarios occidentales. Cuando el Covid-19 comenzó, hubo una tentación en la gente de la Casa Blanca de los Estados Unidos o en Europa de decir que era un tema de Wuhan y que Wuhan era un lugar distante, con personas diferentes. Que era un problema que se podría ignorar. Una respuesta habitual. Pero un análisis de la realidad demuestra que no se puede hacer eso. Todos necesitamos entender cómo funciona el mundo de manera integral.

—¿Cómo evolucionará la globalización?

—Se percibe un factor de tira y afloje muy interesante de analizar. Hablar de globalización es aludir a cuatro aspectos diferentes. Por un lado, está el movimiento de bienes, el más obvio, frente al cual, por ejemplo, Donald Trump intentó imponer su proteccionismo. Pero también está el movimiento del dinero, menos visible, que se expandió dramáticamente en los últimos años, pero está comenzando a disminuir. Luego, tenemos el movimiento de las personas, en una trayectoria ascendente continua hasta ahora, que con el Covid-19 se detuvo. Finalmente, tenemos el movimiento de ideas e información, que se aceleró en los últimos años debido a internet. Analizando los cuatro aspectos, se observa una dirección de desaceleración del movimiento de mercancías, dado que el proteccionismo está de regreso: el comercio mundial se está desacelerando. En términos de movimiento de dinero, hubo una globalización financiera muy rápida que tuvo lugar hasta 2008 y luego comenzó a caer bastante. Sospecho que otra consecuencia de la crisis actual y del proteccionismo es que la globalización financiera también comienza a desacelerarse. Pero tenemos el movimiento de personas, que se aceleró en todo el mundo hasta ahora. No me queda claro si vamos a ver el movimiento de personas desacelerándose después del Covid-19 o no. Sospecho que no, vemos mucha migración. Lo realmente importante para pensar es que la globalización significa el movimiento de ideas. Se teme que la determinación de China de construir su propia internet conduzca a una separación entre una internet china y una internet estadounidense. Eso podría suceder más adelante. Una cosa que llama mucho la atención es que la conexión a internet a nivel mundial sigue funcionando y la información se mueve por el mundo a una velocidad exponencial. Y eso puede ser malo porque puede difundir noticias falsas, miedos, pánico del tipo que hemos visto, pero también sirve difundir buenas ideas y conocimiento. Los científicos colaboran para encontrar una cura para el Covid-19 a través de internet. Se ve cómo se copian ideas entre sí y se mejoran prácticas. Es muy sorprendente que la globalización de la información aún no esté en retirada. Esa parte mantendrá su aceleración en los próximos años.

“Si Argentina resuelve los problemas de logística alimentaria, puede ser un buen lugar para el futuro.”

—¿Cómo cree que afectará esta crisis el balance de poder futuro entre China y Estados Unidos?

—Si se diera un premio a la oportunidad de un libro, debería otorgársele al profesor Graham Allison, de la Harvard Kennedy School. Hizo el análisis más brillante hace unos años, cuando formuló lo que se conoce como Trampa de Tucídides. En ese libro mira hacia atrás en la historia y señala que, en el pasado, siempre que tenías un poder geopolítico dominante frente a un rival de rápido crecimiento, casi siempre, terminaban en guerra. Es lo que sucedió en 16 de los 20 ejemplos que analizó. La pregunta ahora es si puede ser diferente en la situación actual de Estados Unidos y China. Estados Unidos fue la potencia dominante y China se eleva y desafía su hegemonía. La pregunta es si se dará en términos de paz. Sabemos que China no detendrá su ascenso voluntariamente y que Estados Unidos no dará un paso atrás por sí solo. Ya vimos la guerra comercial, pronto veremos una guerra de divisas y podríamos ver una guerra de capitales con controles del movimiento del dinero. Si eso se va a acelerar o no, no está claro. Pero la trayectoria que va hacia el choque no va a desaparecer.

—Con su propia experiencia de corresponsal en la ex Unión Soviética, ¿se repite un mundo G2 donde Estados Unidos, enfrentado con China, terminará dejando atrás el multilateralismo?

—No tenemos un mundo G2, tenemos un mundo G0. Nadie está a cargo. Esa no es solo idea mía: es el encuadre de Ian Bremmer, analista político de Nueva York. Teníamos el G7 antes de 2008, que era un grupo dominante; luego llegó el G20, que trajo a otros países emergentes. Pero el G20 fue ineficaz en las últimas semanas frente al Covid-19. No se generó nada notable desde ahí. Ni siquiera ha brindado una respuesta reactiva, y menos proactiva, de las ideas de políticas para abordar el problema. Lo más realista es pensar que nos dirgimos hacia un G0. No veo que Estados Unidos y China trabajen juntos para ofrecer una respuesta política seria en el corto plazo.

—¿La emisión que hacen los bancos centrales de todo el mundo puede generar un regreso de la inflación?

—A largo plazo podría haber un retorno a la inflación o al aumento de los precios. No veo que a corto y mediano plazo vaya a haber dificultades de inflación dada la escala del choque de la demanda y el grado de capacidad disponible en mano de obra y otras áreas en este momento. También, dado el hecho de que las redes digitales están actuando como un factor deflacionario. Nunca digas nunca, pero no lo veo como un riesgo importante en este momento.

—¿La caída del precio del petróleo es síntoma de un síndrome donde la pérdida de valor de un sector arrastra al otro y al otro, espiralizándose descendentemente?

—En el tema del precio del petróleo se unen tres factores. En primer lugar, el mundo tuvo un shock de demanda dramático, hay menos demanda de petróleo. Eso puede cambiar después de que nos recuperemos, tal como se empieza a vislumbrar en Asia. Pero lo que está habiendo en los precios del petróleo más inmediatamente es un shock de demanda y una pérdida de demanda económica. En segundo lugar, se están viendo las consecuencias de un shock financiero: el petróleo y otros productos básicos se financiarizaron en los últimos años y los inversores los están comprando. El tercer problema es el cambio hacia los recursos verdes y el reconocimiento de que los proveedores del sector energético se enfrentarán a un entorno diferente en los próximos años, pase lo que pase. Uno de los conceptos de moda en el sector energético es el de los “activos varados”. Son los activos que se encuentran en los balances de las compañías que podrían volverse inútiles en el futuro por los cambios de política o de régimen. A eso nos enfrentamos hoy en el sector del petróleo y del gas. Los inversores, incluso antes de la crisis actual, saben que habrá una disminución en el uso de combustibles que emiten carbono y que habrá un cambio hacia la energía verde. Todos estos activos que parecen valiosos para las compañías energéticas ya no serán tan valiosos. También incide directamente en la caída de los precios.

“Estamos llegando al límite de lo que puede hacer la política monetaria. Se derrumbó la demanda de dinero.”

—¿El mundo será mejor o peor en la pospandemia?

—Es demasiado pronto para saber si la transformación será para bien o para mal. El motivo es simple. Después de la Segunda Guerra Mundial, en el Reino Unido cuando los soldados regresaron de la guerra, se pensaba que todo sería como antes. Lo que sucedió fue que los soldados que regresaron sacaron al gobierno de Winston Churchill y exigieron un cambio social y político significativo. Todo eso llevó a reformas importantes, como la creación del Estado de bienestar en el Reino Unido y en los EE.UU. Se llegó a reformas importantes, como el proyecto de ley que dio a los veteranos acceso a la educación, que tuvo un impacto dramático en el nivel de movilidad social en las décadas siguientes. La sociedad después del Covid-19 tendrá este tipo de discusiones en todos los niveles. Hay empresas que hablan de mejores fuerzas laborales, hay una demanda en Estados Unidos para que los trabajadores ocasionales obtengan mejores beneficios después del coronavirus. El Banco Mundial y el FMI reconsideran sus operaciones. En general, habrá discusiones sobre equidad, responsabilidad social, inclusión laboral y reforma de la asistencia sanitaria. Si eso lleva a un intento de abordar las reformas de política de manera coordinada, podríamos pensar en un mundo mejor. Pero también hay que considerar que lo que sucede es que la ira y el dolor que se han desatado después del shock económico pueden alimentar una mayor polarización. Será un período peligroso y las cosas pueden volverse más negativas. Estamos viendo un creciente proteccionismo, una creciente xenofobia, una creciente sensación de desigualdad entre ricos y pobres. El Covid-19 no afectó de igual manera a las personas: golpeó mucho a los pobres y creó resentimiento. Y si ese conjunto de ira aumenta, podría ser mucho peor. Cuando salgamos de la crisis nos enfrentaremos a una economía mala, pero también a una enorme carga de deuda, particularmente en Occidente. La deuda obligará a los gobiernos a elegir a quién van a pagar esa deuda y cómo. Espero lo mejor pero también soy consciente de los riesgos de lo peor.

—¿Se modificarán de forma permanente los hábitos de consumo y producción?

—El hecho de que hagamos una entrevista mientras estoy sentada en mi casa con buena internet es una indicación de que estamos viviendo en un mundo cambiante. Las redes digitales transforman la forma en que trabajamos y esto se ha acelerado en unas pocas semanas. Algunas compañías tecnológicas han dicho que hemos avanzado una década en nuestra adopción de lo digital en solo una o dos semanas. Eso es notable y no volveremos hacia atrás. Pero al mismo tiempo, los patrones de consumo cambiarán. Haremos más compras en línea, más consumo de servicios online. En Estados Unidos y Europa, a corto y mediano plazo, habrá un nuevo movimiento de frugalidad y precaución y una aversión al consumo desmedido, debido al reconocimiento de que estamos viviendo en tiempos polarizados y desiguales. Las personas que tienen riqueza no quieren exhibirla, debido al temor de provocar más polarización. No creo que exista una reactivación del consumo nuevamente. Un proceso que tampoco se dará en un nivel menos profundo. En el mediano plazo eso podría cambiar. La guerra de 1914 a 1918 y la pandemia de 1918 fueron seguidas por los rugientes años 20, con mucho consumo. No estamos en el mismo lugar nuevamente debido a los altos niveles de deuda.

—Antes de la crisis, el mundo estaba inundado de liquidez, que algunos culpan de haber creado burbujas de activos. ¿A dónde fue esa liquidez? ¿Volverá rápidamente?

—La liquidez tiene muchos significados. Por ejemplo, alude al nivel de facilidad con el que se pueden comerciar activos en los mercados, pero también significa el grado en que los bancos centrales pueden proporcionar dinero y efectivo al sistema. No siempre es lo mismo, porque lo primero requiere no solo dinero para estar en el sistema sino también confianza. Si no hay confianza, no es fácil comerciar. Antes de la crisis, la confianza era altísima y el dinero estaba disponible gratuitamente. Ahora el dinero está disponible gratuitamente, pero no hay confianza. Sospecho que a medida que vuelva la confianza obtendremos mucha liquidez. La pregunta es qué sucede con ella y a dónde va. ¿Va a llevar a crear burbujas de activos o se utilizará realmente con un propósito productivo para el desarrollo y crecimiento para el futuro?

“Un activo basado en dólares ofrecerá más protección que el activo en moneda local.”

—La destrucción de valor de las empresas que se da en los países desarrollados genera oportunidades de compra, ¿complica la situación de los países emergentes?

—Durante la última década, en muchos círculos de inversión se percibió que los mercados emergentes ofrecían tesis de inversión muy interesantes. Aparecían oportunidades más baratas que en el mercado desarrollado. Ese cálculo cambió. En las primeras semanas de la crisis de Covid-19 tuvimos un valor de 100 mil millones de dólares de capital que huía de los países de mercados emergentes, que es tres veces la tasa de fuga de capitales que vimos en 2008 y 2009. Pero creo que gradualmente, con el tiempo, el capital volverá. Ya está comenzando lentamente a hacerlo. Empezaremos a ver más inversores que dicen, como antes, que existe un potencial económico a largo plazo en los mercados emergentes. Sin embargo, es imaginable que también podamos ver un deseo de invertir en activos basados en dólares en los mercados emergentes en lugar de en monedas locales, debido al reconocimiento de que la arquitectura financiera global todavía se basa en dólares, a pesar de que China y Rusia intentan cambiar eso. Esencialmente, un activo basado en dólares ofrecerá más protección que el activo en moneda local.

—¿Caerá el precio de las materias primas alimentarias, que son las principales exportaciones de Argentina y Brasil, o serán más inelásticas a los efectos de la recesión, dada la necesidad de alimentarse a nivel global?

—La cuestión alimentaria es muy interesante. Se prestó poca atención a la cadena de suministro de alimentos. Habrá mucho estrés en las cadenas de suministro de alimentos en las próximas semanas. Es algo que afectará más a las personas pobres. Un país como Argentina, que tiene un eje en la comida, si puede lograr que la logística funcione, puede terminar siendo un buen lugar para estar. La gente necesitará comprar comida y el impacto de la interrupción pondrá más énfasis en la cadena de suministro de alimentos a medida que avanzamos en este proceso.

Impuestos a la riqueza y la herencia: “Las discusiones de Argentina reflejan una tendencia global. Sospecho que los ricos tendrán que pagar más impuestos en el futuro”. (Foto: Sergio Piemonte)

—La Comisión Económica para América Latina de la ONU (Cepal) pronostica para Latinoamérica una caída del PBI superior a la de la crisi de 1929, e incluso a la de 1914. ¿Latinoamérica será la zona del mundo más damnificada?

—No lo sabemos. Pero ciertamente parece que América Latina sufrirá especialmente, en parte debido al costo médico en lugares como Brasil, y también debido a la exposición al shock económico global. A eso se suma la precaria situación financiera de países como Argentina.

—El premio Nobel Joseph Stiglitz advirtió sobre una ola de incumplimientos y solicitó la condonación de la deuda para las naciones más pobres. ¿Está de acuerdo?

—Stiglitz expresó que no habrá un repago adecuado de muchas deudas. No se pueden pagar deudas por el momento. La pregunta es si tendrá un incumplimiento administrado o uno no administrado, y si hay una manera de tener un incumplimiento administrado que pueda colocar a los países en una mejor ruta económica. El FMI y el Banco Mundial dieron un apoyo cauteloso a estas ideas. Hay algunas reestructuraciones en curso y son muy complicadas. Uno de los problemas es que hubo muchos préstamos de China, y si no se puede sentar a China sobre la mesa junto con el FMI y el Banco Mundial, está operando en una niebla de información y tiene limitaciones sobre qué alivio de la deuda puede ofrecerse. Es un problema muy grande y crecerá en los próximos meses. Ahora hay una discusión sobre si el alivio de la deuda será necesario o no. Las ideas de Stiglitz no se están abordando por completo, pero se están discutiendo.

“El Covid-19 no afectó de igual manera a las personas: golpeó mucho a los pobres y creó resentimiento.”

—¿La crisis del coronavirus demanda una política general de quita a las deudas a los países menos ricos? ¿Cambiará el FMI?

—El FMI ya cambió debido al coronavirus. Está implementando menos austeridad que antes como parte de sus programas. También está haciendo cosas como crear un programa de préstamos de emergencia para algunos países. El FMI está cambiando, pero con el tiempo tendrá más presión para cambiar y se preguntará más sobre su relación con los programas de préstamos chinos. La nueva directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, es muy consciente de los desafíos de los mercados emergentes. Ella viene de ese contexto.

—Argentina hizo una oferta de reestructuración de su deuda externa que no fue aprobada por los acreedores. ¿Puede estar siendo usada como una suerte de laboratorio por los acreedores frente a seguras futuras reestructuraciones de deudas soberanas?

—Argentina fue utilizada en muchas ocasiones en las últimas décadas como un laboratorio de reestructuración de la deuda soberana. Se ha usado repetidamente para casos de prueba para bien y para mal. Cuando emitió el bono de cien años hace un tiempo, eso fue visto como un caso de prueba para la recuperación. Ahora es un caso testigo sobre la maldad de estas negociaciones. Esta es una historia de larga duración y no tendrá una resolución fácil o rápida. Actualmente está en el interés de todos encontrar alguna manera de resolver esto y avanzar y crear un marco más sostenible para la fase de recuperación posterior a Covid-19.

“China no detendrá su ascenso voluntariamente y EE.UU. no dará un paso atrás por sí solo.”

—Los tenedores de bonos argentinos sostienen que sería mejor una quita moderada para que Argentina pueda volver al mercado de deuda voluntaria. El ministro de Economía de Argentina, Martín Guzmán, sostiene que prefiere una quita de más de 50% porque igual Argentina no tendrá posibilidades de volver a tomar deuda en el mercado voluntario. ¿Quién tiene razón?

—No he estado lo suficientemente cerca de los detalles de las negociaciones. Lo que puedo decir es que leí una columna hace unos años que decía que era una locura para Argentina emitir un bono a cien años y una locura que los inversores lo compraran, porque la trayectoria económica no sugería que el país fuera a estar en un lugar estable. Todos saben que Argentina ha incumplido muchas veces. Lo que está claro es que necesita una reestructuración realista de la deuda y un programa económico realista en el futuro. Necesita ambos elementos. Argentina muestra claramente los problemas del mecanismo actual para negociar la reestructuración de la deuda. Tiene acreedores que pueden mantener al país como rehén y arrastrar esta discusión durante años, como vimos en el pasado, y eso no beneficia a nadie. Cuanto más se prolongue esta discusión, mayor será el peligro que tiene Argentina.

“El BM y el FMI dieron un apoyo cauteloso al incumplimiento administrado de la deuda argentina.”

—¿Incide el hecho de que haya cinco fondos de inversión que concentran gran parte de la deuda?

—El hecho de que tenga acreedores fragmentados siempre dificulta la negociación. Es mucho más fácil cuando se cuenta con una manera rápida de llevar a la gente a la mesa. La razón por la cual el proceso del capítulo 11 en reestructuraciones en Estados Unidos ha funcionado tan bien es porque tienes a alguien a cargo que puede forzar una resolución. Como hemos visto en muchos casos de reestructuración de la deuda soberana en todo el mundo, ya sea en Puerto Rico, Argentina o Grecia, cuando la base de acreedores es fragmentada y nadie está a cargo, no se cuenta con el remedio para evitar un desastre. Ese es uno de los grandes dolores de cabeza que enfrenta un país como Argentina. La mitad de los miembros del FMI acudieron pidiendo algún tipo de apoyo. Las agencias de calificación y deuda están pronosticando alrededor de dos docenas de incumplimientos soberanos que se presentarán pronto. Lo que sucede con Argentina es parte de una tendencia mayor de posibles incumplimientos de los mercados emergentes y de crisis financiera en esos mercados.

—¿Qué recomendación le daría al gobierno argentino en su relación con el FMI?

—No me atrevería a dar consejos sobre cómo tratar con el FMI. Lo mejor es mantener al FMI a bordo y con buena voluntad. El préstamo otorgado a Argentina fue muy llamativo por su tamaño, y claramente debe haber una resolución. El FMI se dio cuenta de que tiene que haber flexibilidad en todos lados en este momento, debe haber credibilidad en su programa, y eso es lo que el FMI entiende e impulsa.

“Luego de la Primera Guerra y la pandemia ulterior, siguió una década de mucho consumo: los años 20.”

—¿Es determinante la influencia que tiene Estados Unidos en las decisiones del Fondo Monetario Internacional?

—Estados Unidos es el mayor accionista y, en algunos casos, desea mantener el poder en el FMI y actuar como contrapunto a los chinos. Pero también está la administración de Donald Trump, que ha dicho que no le gustan las organizaciones multilaterales y que cuestionó el valor del FMI. En el mejor de los casos, el Congreso tiene poco interés en el FMI o, en el peor, hostilidad. Hay mensajes contradictorios en este momento. La triste realidad es que la crisis del Covid-19 es tan abrumadora que en la Casa Blanca no están pensando en absoluto en Argentina. Probablemente sea un alivio, y significa que hay una mayor probabilidad de obtener algún tipo de resolución racional en lugar de si se politizara el tema.

—El último presidente de Argentina, Mauricio Macri, fue bienvenido por la comunidad global como el “asesino del populismo”, mientras que los inversores internacionales permitieron que Argentina pidiera prestado sin problemas. Luego, el FMI rescató al país, presentó proyecciones económicas completamente inexactas y vio que el país se hundía aún más en la estanflación. ¿Cuánta responsabilidad tienen los acreedores privados y el FMI en el colapso de Argentina?

—Los acreedores respondieron a lo que hizo el gobierno argentino. El Gobierno quería vender un bono a cien años y hacer promesas, y esto fue aceptado por los acreedores y el FMI. A menos que usted diga que los acreedores no deberían haberle creído al Gobierno es erróneo culparlos a ellos o al FMI. Macri fue visto como el nuevo favorito de la comunidad financiera mundial. Estaba en Davos y todos querían conocerlo. Tenía una historia convincente que contar, al igual que su gabinete. Pero no fue así. Aunque tampoco es útil señalarlo con el dedo para tratar de encontrar un plan de recuperación económica adecuado.

Autora  de varios best seller, Tett afirma: “Ante una crisis como esta hay que actuar como frente a un ataque al corazón: conectar los cables necesarios de la economía para evitar una muerte por falta de oxígeno”.

—Hoy en Argentina se discute un impuesto especial a las 12 mil personas más ricas como contribución para paliar la crisis del coronavirus. ¿Qué opina de los impuestos a la riqueza?

—El tema de los impuestos a la riqueza se convertirá en un asunto candente para debatir en todo el mundo. El coronavirus está generando más deuda nacional y niveles crecientes de desigualdad, y la pregunta sobre cómo preservar la cohesión social será crucial. Las discusiones de Argentina reflejan una tendencia global. Eso es algo que veremos más. Sospecho que los ricos tendrán que pagar más impuestos en el futuro.

—Thomas Piketty propone un fuerte impuesto a la herencia como forma de mejorar la inequitativa distribución de la renta. ¿Usted está de acuerdo?

—Los argumentos de Piketty sobre la necesidad de considerar la desigualdad de ingresos y los impuestos a la herencia tienen un fuerte elemento de verdad. Examinar los regímenes offshore es fundamental, y buscar formas de crear sistemas de impuestos globales no solo para las personas sino también para las empresas también es crucial.

—Usted vivió en Japón como corresponsal del “Financial Times”. Escribió el libro “Saving the Sun” sobre Japón. Simon Kuznets, quien ganó el Premio Nobel de Economía en 1971 por su trabajo sobre el crecimiento, dijo: “Hay cuatro tipos de países en el mundo: desarrollados, sin desarrollar, Japón, que sin recursos se desarrolló, y Argentina, que teniendo todos los recursos, no”. Le pido una reflexión final sobre la falta de crecimiento de Argentina en clave antropológica.

—Argentina es fascinante. Tiene tantos recursos, tanto potencial, que en el pasado fue ampliamente admirada en el escenario mundial, pero algo salió mal. Espero que Argentina pueda aprender de los casos de Singapur y Japón, que no están bendecidos con recursos naturales, para encontrar un mejor camino hacia el futuro. Si puede tener el mismo nivel de creatividad de países como Singapur combinado con recursos naturales, Argentina sería un lugar asombroso, una economía increíble.

“A la crisis económica del mundo real no se puede hacer frente solo con herramientas financieras.”

—La antropología es una disciplina que permite descubrir qué categorías o “silos” no explícitas operan dentro de una sociedad. En su libro “The Silo Effect: The Peril of Expertise and the Promise of Breaking Down Barriers” escribió: “Existen silos cuando las personas en diferentes partes de una organización no se hablan entre sí o no comparten suficiente información. Pero también tenemos silos mentales, que son las categorías establecidas en las que ubicamos las cosas. Los dos tipos de silo a menudo interactúan destructivamente”. ¿Puede explicarse la decadencia Argentina por la forma en que tiene categorizados sus silos?

—Todas las sociedades están lidiando con el problema de la visión del túnel y los puntos ciegos. La contribución de la antropología al debate político consiste en tratar de resaltar esos puntos ciegos y mostrar cuán peligrosa puede ser la visión del túnel. Después del Covid-19 necesitaremos una forma más holística de mirar hacia el futuro. Saludo lo que está sucediendo en Argentina con el debate sobre políticas públicas porque parece ser un intento de tener una forma más holística de ver la formulación de políticas económicas. Espero que eso conduzca a un mejor conjunto de políticas económicas que ayuden a los argentinos a salir de la crisis actual. Desafortunadamente, cuando las personas están asustadas o amenazadas tienden a retirarse hacia la visión estrecha o la visión del túnel y a tener estos puntos ciegos. Necesitamos superar los puntos ciegos. El punto sobre la crisis del Covid-19 es que antes de enero de este año la cuestión del riesgo médico estaba muy minimizada en la mayoría de los modelos económicos. Ahora hemos aprendido que algo que pretendemos ignorar como una externalidad tiene la capacidad de anular todas nuestras suposiciones en el mundo. Realmente espero que después de coronavirus nos preguntemos cuáles son los otros aspectos de nuestro mundo que estamos ignorando que podrían anular nuestras suposiciones sobre el futuro. Cosas como el cambio climático, la desigualdad de ingresos. Deberemos encontrar una manera de lidiar con ellos mejor que con el Covid-19.