Los usuarios de las redes sociales encuentran fenómenos que asombran y, como todos, tratan de compartir. Este cronista se incluye entre tantos y así refiero al fenómeno de homenajear pinturas con fotografías (utilizando las cámaras del celular o cámaras profesionales), algo que también rescata la técnica del retrato y hasta el primitivo arte del daguerrotipo. Vía Twitter, el usuario Materlín (en Twitter: @Maeterlinck) -periodista y traductor, habitante de Lovaina la nueva, a treinta kilómetros de Bruselas-, dedica buena parte de su tiempo on-line en el análisis y difusión de la historia del arte. Incluso publicó un artículo sobre los préstamos entre la pintura y el cine. En sí, a través de su cuenta accedí a ese mundo de homenajes de usuarios de redes sociales al arte.
Para Materlín: “Imitar a los personajes de una imagen es un juego viejo como el mundo; espontáneo las más de las veces, puramente imitativo. En Francia el sXIX a este juego ya algo más delimitado lo llamaban «tableaux vivants»: cuadros vivos, o sea. Desde el inicio del confinamiento en las redes se ven pasar fotos que la gente toma en sus casas imitando o citando pinturas más o menos conocidas. Hay varias iniciativas promovidas por personas o museos, de las que la prensa se ha ido haciendo eco. Manda el humor, claro. Los cuadros vivos más logrados, creo yo, son los que no reproducen el cuadro en cuestión al pie de la letra, porque la gracia suele estar más bien en la libertad que se toma el que lo imita. La intención suele ser mejor que el resultado pero esto es así con la mayoría de las cosas. En cuanto a la buena recepción del público creo que viene a confirmar que tenemos la pintura más dentro del ojo de lo que creemos.”
Pero, debo reconocer, esta es una forma de entrar al laberinto. Para la escritora Rosana Gutiérrez (en Twitter: @laresacadaposta), el verdadero germen está en Instagram. Señala como a una de las cuentas más profesionales a Covid Classics y que los hashtags que vinculan con las imágenes son: #tussenkunstenquarantaine (con 37.000 publicaciones) y #betweenartandquarantine (con 21.700 publicaciones). En sí, el buscador de esta aplicación también muestra otros hashtags promovidos por distintos museos internacionales. Pero debemos reconocer que tanto Twitter como Instagram terminan vinculados, al igual que Facebook, y este mar de homenajes a la pintura circula de un lado a otro, ya sin importar dónde apareció primero.
Semejante pluralidad prolífica nos dice también que la globalización de la cultura no se limita a la venta, al mercado. Aquí el público invirtió el sentido del cuadro: ahora, el arte nos mira a nosotros. Una forma de saltar la valla del aislamiento. No es una inversión de roles. El homenaje realizado por los usuarios captura un gesto de la obra. Arriba, abajo, a derecha o a izquierda, reproducen el original y el mismo recreado. Entre los dos, un límite, un borde, que representa el tiempo, la elipsis entre esos dos momentos, el del arte, y el de la referencia, en otro tipo de representación, que si bien está actualizada, no tiene ánimo de ofensa o burla. Pero si así fuera, con un confinamiento global a cuestas, con el estrés social que implica, ¿por qué no pensar en estos gestos como una forma de abrir múltiples ventanas al tiempo individual, al ámbito íntimo forzado por una enfermedad? Este movimiento grupal, comunitario, también subraya un público atento, inquieto, al que el arte contemporáneo tendrá que satisfacer cuando esta inmovilidad termine.
Casi en paralelo, aparece la nueva tapa de The New Yorker, la cual resulta significativa porque muestra la relevancia del no lugar: esas ventanas que a la vez son escenario y retrato de la indiscreción. ¿Con el confinamiento ocurrió una pérdida de la intimidad? ¿Qué es la libertad de la mirada? Si los ojos no pueden circular libremente, ¿qué pueden capturar? ¿O es que, además de estar confinados, somos víctimas de otra captura más? Tal vez como respuesta inquietante, y a la vez imprescindible, existe esta obra, Third Eye, del artista sueco Kim Jakobsson (https://www.artstation.com/kimjakobsson), donde el cuadro nos mira con inusual insistencia:
Podemos pensar, también, que esos ojos son un homenaje a El Bosco y que sugieren esta frase: si hay algo único son nuestras pesadillas, que resultan inimitables.