Desde el 26 de septiembre se exhiben en el Museo Nacional de Bellas Artes la exposición “J.M.W. Turner. Acuarelas” que reúne más de 80 obras del artista británico, pertenecientes a la colección de las Galerías Tate de Londres.
Se trata de más de 50 años de labor agrupados en seis núcleos expositivos que dan cuenta de una evolución en la utilización de las técnicas, el estilo y los temas que abordó Turner a lo largo de su vida.
“Empezamos con esta idea hace dos años, con todas las idas y venidas que esto implica a lo largo de ese tiempo. Esto resalta la ambición del Museo de Bellas Artes y su gente por llevar adelante este proyecto” expresó durante la presentación de la muestra Daniel Slater, responsable de exposiciones internacionales de las Galerías Tate.
“Si bien Tate tiene relación con la Argentina desde hace décadas, pues hemos exhibido obras de artistas argentinos desde hace años, nunca habíamos traído nuestra colección a la Argentina”
Durante la presentación para la prensa especializada en la que estuvo Perfil.com, el curador de la muestra, David Blayney Brown, dio un pantallazo general sobre la obra de Turner antes de iniciar una visita guiada.
“La exposición es cronológica y muestra la evolución del estilo y de la técnica de Turner en relación con las acuarelas. Hay un cambio en el tratamiento del color que durante los años va desde los tonos más oscuros a los más brillantes, un cambio de tonalidades y de paleta. Las obras se vuelven más luminosas”.
Esa evolución también se hace evidente en las distintas formas de trabajar de acuerdo al destino de la obra al momento de su realización y se puede trazar una diferencia entre las piezas que realizaba para su contemplación particular y aquellas realizadas por pedido para formar parte de una colección o que estaban destinadas a realizar grabados. En estas últimas trabajaba el detalle con una enorme minuciosidad que no se encuentra en las obras que no estaban destinadas a su comercialización.
“Se organizó la muestra en espacios que muestran diferentes fases de su trabajo y se puede ver como una serie de bahías sobre las que podemos detenernos, y desde allí mirar a la anterior como un espejo retrovisor para poder ver y entender de dónde venía el artista al llegar a esta nueva etapa de su obra” señala David Blayney Brown.
Turner comenzó a pintar en las décadas de 1780 y 1790. Durante sus inicios desarrolló una técnica de dibujo topográfico trabajando para arquitectos. Su tema recurrente en esta época eran los escenarios naturales en medio de los cuales se erigían grandes edificaciones como castillos o construcciones aisladas.
En esos años el Imperio Británico estuvo en guerra con la Francia revolucionaria y luego con el Imperio Napoleónico. Este hecho le impidió viajar por Europa, tal como lo habían hecho muchos de los artistas ingleses que lo precedieron.
Como contrapartida tuvo la oportunidad de explorar su propio país. Sus primeros viajes fueron por el sur y el oeste de Inglaterra y más tarde por el sur de Gales y Escocia. Durante los veranos recorría el país y realizaba bocetos en sus cuadernos. Luego regresaba a su estudio en Londres donde en base a sus apuntes producía sus obras en óleo o acuarelas.
Durante la primera década del siglo XIX se imponía el naturalismo entre las tendencias para pintar paisajes, lo que se prestaba muy bien para utilizar las acuarelas.
Turner supo valerse del potencial de la técnica, aprovechó las transparencias, los colores, a menudo se ve el color del papel sobre el que pintaba y en esta época produjo una serie de paisajes rurales que mostraban las orillas del Támesis en las afueras de Londres, donde no llegaban las edificaciones de la ciudad.
No obstante, Turner ansiaba pintar otro tipo de paisajes idealizados, más líricos. Sabía que el paisajismo podía ser representado con diferentes estilos, técnicas y tradiciones.
Su libro de bocetos incluía unas siete categorías de paisajes y entre ellas se movía en un juego de contrastes, naturalismo e idealismo. Hacía bosquejos preparatorios a los que llamaba "color beginnings" en donde proyectaba la estructura, la atmósfera de luces y sombras. Sobre estos bocetos trabajaba los efectos que debían estar en la obra terminada.
Luego de la caída de Napoleón tuvo la oportunidad de viajar por Bélgica, Holanda y el área del Rhin en Alemania, más tarde Italia, Francia y Suiza. Los paisajes rurales y urbanos que descubre se convertirán en sus temas.
En su última etapa Turner aborda una composición del paisaje idealista y se concentra sobre los aspectos más esenciales, las grandes formas y la luz, sin darle tanta importancia a los detalles.
De acuerdo con la reflexión de David Blayney Brown, “los temas que más sobresalen al final de su vida son la costa inglesa, con oleajes que rompen sobre los acantilados, las tormentas, el cielo tempestuoso y las borrascas, y por otro lado los paisajes suizos, las montañas, los lagos y los reflejos del cielo en el agua”.
Andrés Duprat, director del Museo Nacional de Bellas Artes señala que en las obras de Turner “la naturaleza deviene un lugar donde la historia -la acción humana- se abre, disruptiva, e impone un nuevo curso, incitando a leer en aquella la cifra de un tiempo ido: el de la unión virtuosa con el mundo natural” y destaca que “en él la naturaleza siempre triunfa, se venga de sus criaturas”.
La muestra “J.M.W. Turner. Acuarelas” se exhiben en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473, CABA, desde el 26 de septiembre hasta el 17 de febrero y se puede visitar de martes a viernes de 11.00 a 20.00 y sábados y domingos de 10.00 a 20.00.
El valor de la entrada será de $100.-. Jubilados, menores de 12 años, personas discapacitadas y grupos educativos no pagan entrada. Los martes el ingreso será libre y gratuito para todos.
Todas las obras que se reproducen en este artículo y sus derechos son propiedad de la Tate Collection de Londres.