El máximo responsable de Lego A/S dijo que es difícil determinar las consecuencias financieras de un plan respaldado por una de las familias más ricas de Dinamarca: no producir más bloques de plástico para jugar.
“Es difícil decirlo”, dijo Niels B. Christiansen vía telefónica, desde la sede central de Lego al oeste de Dinamarca. “Ni siquiera estoy seguro de que podamos llegar ahora a la calidad que queremos. Pero es una agenda que queremos impulsar y detrás de la cual está nuestro propietario. Queremos ser los líderes en esta transformación”.
Controlada por la multimillonaria familia danesa de Kirk Kristiansen, Lego nombró a Christiansen su máximo responsable en octubre. La familia está detrás del plan para producir todos los coloridos bloques de Lego con materiales sostenibles, como caña de azúcar, para 2030.
El cambio, anunciado en marzo, es parte de un esfuerzo a nivel mundial para combatir la contaminación por el uso de plástico, que amenaza particularmente a la vida marina. Por ahora, la empresa danesa ha comenzado a ofrecer como regalo por grandes compras pequeños sets de Lego producidos con materiales producidos con plantas.
Christiansen afirma que aún no está claro si se puede implementar el cambio sin perjudicar los márgenes. Dentro de Lego hay la sensación de que hay un “avance” en el camino hacia el abandono del plástico, pero todavía hay mucha incertidumbre, afirmó.
“Creo que es muy temprano para decir si será necesario” sacrificar utilidades para alcanzar el objetivo de sostenibilidad, explicó. “Pero no comprometeremos nuestra calidad”.
Christiansen, quien antes dirigió el gigante de ingeniería danesa Danfoss, recibió la tarea de reducir la organización, después de que años de rápida expansión crearan una estructura compleja y difícil de movilizar.
El martes, Lego anunció otra caída de los ingresos y ganancias del primer semestre, que atribuyó en parte a un dólar débil.
Lego afirmó que, ajustada por tipo de cambio, la utilidad creció desde el año anterior, en una señal de estabilización.
Christiansen afirma que aún no puede decir si un aumento potencial de los costes de producción, por el cambio a juguetes fabricados con materiales vegetales, sería trasladado a los consumidores.