Los bajos precios del petróleo suelen ser una maldición para la energía verde, pero esta vez podría ser diferente.
El colapso del mercado del crudo ha hecho caer los precios por debajo de cero por primera vez en la historia. Sin embargo, este mes Royal Dutch Shell Plc presentó un audaz programa para reducir las emisiones de carbono e invertir en energía limpia, mientras que Eni SpA dijo el viernes que considerará acelerar su ambicioso plan climático.
Siempre ha habido tensión entre los llamados para que las grandes petroleras aborden el cambio climático y las dudas de sus inversores sobre la rentabilidad del gasto en energías renovables. Históricamente, las caídas en los precios del crudo han tendido a debilitar la energía limpia más costosa, lo que ha llevado a las empresas a desviar recursos financieros hacia su negocio principal de combustibles fósiles.
Lo que es diferente esta vez es que el costo de las energías renovables y el gas natural se ha separado del petróleo, lo que debilita la influencia del crudo en el precio de la electricidad. Si bien el coronavirus ha destruido la demanda de petróleo y combustibles para el transporte, el uso de energía se ha reducido con menos fuerza, y lo que es más importante, las compañías de energía ahora son dolorosamente conscientes de la creciente presión de los consumidores (y los inversores) para limpiar su producción, controlar las emisiones y prepararse para un futuro más allá del petróleo.
“La situación es totalmente diferente desde la última vez que los precios del petróleo fueron tan bajos”, asegura Nick Boyle, director ejecutivo de la compañía solar Lightsource BP. El costo de la energía solar es una décima parte de lo que fue durante la recesión de 2008 a 2009. Incluso cuando el crudo se ha desplomado, “en las últimas semanas hemos anunciado nuevos acuerdos en casi 400 megavatios de nueva capacidad solo en Estados Unidos”, dice.
Apuesta arriesgada
El transporte está dominado por el petróleo, especialmente en la aviación, donde la energía de baterías o combustibles renovables prácticamente no tiene presencia. Por lo tanto, cualquier inversión hoy en un proyecto de hidrocarburos es una apuesta a que el impacto del coronavirus será temporal. Esa podría ser una suposición arriesgada.
Los confinamientos impuestos en todo el mundo para frenar la propagación del virus han afectado a casi todas las partes de la economía mundial. En Francia, por ejemplo, las estrictas restricciones de movimiento han reducido la demanda de energía en alrededor de un quinto, pero aniquilado entre 70% y 90% del consumo de gasolina y diésel. Patrones similares han surgido en otros países europeos y en EE.UU.
A diferencia de las rebajas de precios anteriores, el combustible barato no es un incentivo para que las personas conduzcan o vuelen porque no pueden salir de sus hogares. Incluso si las restricciones de viaje se alivian en la segunda mitad de este año, la Agencia Internacional de Energía espera que la demanda mundial de petróleo caiga en un promedio récord de 9,3 millones de barriles por día en 2020.
Mucho depende de cuánto tiempo los hábitos de encierro, como trabajar desde casa y reemplazar los viajes de negocios con videoconferencias, continúen reduciendo la demanda del transporte. Eso, a su vez, dependerá de cosas que están más allá del control de la industria energética, como el desarrollo de pruebas exhaustivas de virus o posiblemente una vacuna.
Cualquier recuperación de la demanda será gradual, dado el daño causado a la economía global, según la consultora con sede en Londres Energy Aspects Ltd.
Riesgo para las renovables
Si bien el impacto del coronavirus se concentra en el petróleo, la crisis en la industria es tan grande que la inversión en energía limpia podría sufrir daños colaterales.
Incluso antes de la pandemia, los principales productores de crudo todavía sentían los efectos de la recesión previa: recortes de gastos profundos, deuda elevada y preguntas sobre la sostenibilidad de sus enormes dividendos. Ahora están reduciendo la inversión nuevamente, con recortes de alrededor de 20% para Shell, BP Plc y Total SA.
El director ejecutivo de Shell, Ben van Beurden, admitió la semana pasada a los inversores que la caída del petróleo no estaba ayudando a la transición energética. “No creo que sería honesto si dijera: ‘No, no, no se preocupen’”. Sin embargo, todavía está dispuesto a vincular el salario de los ejecutivos y otros 16.500 empleados con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 3% para 2021.
El jefe de BP, Bernard Looney, quien estableció uno de los planes más audaces de la industria para frenar el carbono, envió a su homólogo holandés un mensaje de apoyo en LinkedIn. “Ben, estoy de acuerdo. A pesar de todo lo que está sucediendo, debemos mirar hacia el futuro y ayudar al planeta”.
Las energías renovables representan solo una pequeña porción del gasto y la cartera general de las grandes petroleras en la actualidad, pero si la demanda de combustible sigue reprimida, el balance continuará inclinándose.
“Las personas serán muy reacias a consumir al ritmo que han estado consumiendo antes”, dijo el exdirector ejecutivo de BP John Browne esta semana en Bloomberg Television. “El comportamiento de las personas cambió como resultado del virus. No me sorprendería si observamos que los precios del petróleo son mucho más bajos por más tiempo”.