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China pierde sin glamour su control en Europa: Andreas Kluth

Si 2019 fue el año en que los europeos comenzaron a tener serias dudas sobre las intenciones geopolíticas de Pekín, 2020 podría pasar a la historia como el desafiante momento en que se volvieron contra China. Y no es porque culpen a los chinos de originar el coronavirus, como parecen insistir obsesivamente el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su secretario de Estado. Es porque China, al tratar de capitalizar la pandemia con una campaña de propaganda sorprendentemente poco sofisticada

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Si 2019 fue el año en que los europeos comenzaron a tener serias dudas sobre las intenciones geopolíticas de Pekín, 2020 podría pasar a la historia como el desafiante momento en que se volvieron contra China. Y no es porque culpen a los chinos de originar el coronavirus, como parecen insistir obsesivamente el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su secretario de Estado. Es porque China, al tratar de capitalizar la pandemia con una campaña de propaganda sorprendentemente poco sofisticada, mostró inadvertidamente a los europeos su cinismo.

La motivación tras la propaganda china es bastante obvia: con la agitación que vive actualmente EE.UU. bajo Trump, Pekín ve una oportunidad para finalmente estar a la altura de una segunda superpotencia. El mayor premio geopolítico en este concurso es la Unión Europea, anteriormente anclada de manera segura en el campo transatlántico, pero en los últimos años cada vez más nerviosa por Trump y abierta a China en términos de comercio, inversión e influencia.

A medida que el epicentro de la pandemia se trasladó de Wuhan a países europeos como Italia y España, China inicialmente tuvo la idea correcta. A partir de mediados de marzo, envió a Europa grandes cantidades de tapabocas y otros equipos médicos, adornados con banderas chinas. Parte de estos envíos resultó de mala calidad, pero la gente lo percibió como un buen gesto. China podría haber parado allí, en la “diplomacia del tapabocas” y salir airosa.

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Pero no lo hizo. En cambio, los secuaces de Pekín comenzaron a difundir desinformación, al parecer con la intención de describir a las democracias de la UE como inefectivas y a la autoritaria China como comparativamente fuerte. En Francia, la embajada china publicó en su sitio web una acusación que aseveraba que los hogares geriátricos franceses estaban dejando a los ancianos a su suerte. En Italia, los títeres chinos difundieron historias de que el coronavirus se había originado en Europa, o videoclips manipulados que mostraban a romanos tocando el himno chino en agradecimiento. En Alemania, diplomáticos chinos instaron (sin éxito) a funcionarios del Gobierno a emitir elogios públicos sobre China.

En respuesta, el servicio diplomático de la UE elaboró un informe sobre las campañas de desinformación que están llevando a cabo China y el otro acostumbrado sospechoso: Rusia. China rápidamente empeoró una mala situación, apoyándose en los autores de la publicación para atenuarla. Ante esto, miembros del Parlamento Europeo se indignaron aun más y exigieron garantías de que la UE no se autocensurará bajo la presión china.

En algunos países europeos, estas tensiones no son nuevas. Incluso antes del coronavirus, los suecos estaban escandalizados con las amenazas poco veladas del embajador chino contra su prensa, y algunos políticos quieren expulsarlo del país. Pero otros miembros de la UE han aceptado voluntariamente el duro trato de China.

Incluyen a varios países del sur y el este de la UE, como Croacia y Hungría, que han firmado los dos grandes esfuerzos geopolíticos de China. Uno es un foro dirigido por chinos llamado 17+1, en el que Pekín (el 1) intenta organizar la cooperación económica con 17 países europeos. La otra es la iniciativa de la Franja Económica de la Ruta de la Seda, un proyecto de infraestructura global que los escépticos ven como un intento chino por convertir a los países asiáticos, africanos y europeos en vasallos económicos.

Incluso antes de la pandemia, los europeos se sentían decepcionados por la unilateralidad de estas “asociaciones”, tanto a nivel económico como político. Analicemos por ejemplo la pelea más bien simbólica entre Praga y Pekín, que aceptaron ser ciudades hermanas: Praga aceptaba la política de Una China (que niega que Taiwán sea un país) y Pekín entregaba, entre otras cosas, lindos pandas al zoológico de Praga. Pero los pandas nunca llegaron. A medida que otros conflictos se intensificaron entre los dos socios, Pekín se retractó. El alcalde de Praga, harto, encontró una ciudad hermana diferente en Taipéi, Taiwán.

El mayor socio comercial de China en Europa, Alemania, también ha levantado la guardia después de que varias compañías chinas adquirieran participaciones en tecnológicas alemanas, desde un fabricante de robots hasta una compañía eléctrica. El año pasado, Berlín endureció las reglas sobre adquisiciones tan sensibles. La UE hizo lo mismo, con un enfoque común de selección de inversiones que entrará en vigencia este año. En aras de preservar la autonomía tecnológica e industrial de Europa, tiene el objetivo implícito de mantener a China a raya.

La dirección general de la política de la UE frente a China será el despliegue de redes de telecomunicaciones de quinta generación, o 5G, de este año. Aunque la administración Trump acosa a los europeos para que boicoteen al mayor fabricante de equipos chino, Huawei Technologies Co., los miembros de la UE han estado divididos o indecisos sobre si permitir a la compañía ofertar por contratos. En Alemania, la tendencia parece inclinarse en contra de Huawei. Incluso el Reino Unido, ahora fuera de la UE, podría reconsiderar su decisión de permitir que Huawei participe en sus planes 5G.

Pekín es el único culpable de todo esto. De alguna manera, los funcionarios chinos han logrado ofender a los europeos en todo el continente, que generalmente no están de acuerdo en nada. A principios de año, la agenda 2020 estaba llena de cumbres sinoeuropeas para celebrar vínculos cada vez más profundos. En cambio, es probable que la pandemia sea la ocasión para que los europeos comiencen a emanciparse de una mala relación.

Incluso bajo el supuesto de que el objetivo real de la campaña de propaganda infantil de China sea su audiencia interna o la diáspora china, esta “diplomacia” no parece realmente una estrategia brillante. Si refleja la calidad de gobierno de Pekín, puede que los temores sobre el auge de China hayan sido desproporcionados.