Es posible que pronto los estadounidenses puedan comer algodón, no solo vestirlo, ya que una nueva variedad comestible está lista para ingresar al mercado. El Departamento de Agricultura dio luz verde para comercializar una versión biotecnológica de la planta de algodón cuyas semillas se pueden comer, según la Universidad de Texas A&M, que la desarrolló durante más de dos décadas. Todavía falta la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos, con la cual la casa de estudios espera contar dentro de unos meses. Después de eso, los agricultores podrán cultivar algodón tanto para alimentos como para fibra.
Keerti Rathore, profesor de Texas A&M, inició el proyecto hace 23 años y descubrió cómo silenciar un gen de la planta que produce una toxina llamada gosipol, que si bien protege a la planta de los insectos, hace que las semillas no sean comestibles para los humanos y la mayoría de los animales. "Tendrá sabor a hummus", afirmó Rathore. "No es del todo desagradable".
Pasarán varios años antes de que los agricultores puedan cultivarlo para fines comerciales, ya que se tendría que elevar la oferta de semillas a partir de la próxima temporada, explicó Kater Hake, vicepresidente de Cotton Inc., que realiza investigación y marketing para productores y financió el proyecto. Hay una gran cantidad de proteínas en las semillas de algodón, suficiente para satisfacer los requisitos diarios de 600 millones de personas si todo el algodón del mundo fuera comestible, detalló Hake.
Como nueces
Su valor nutricional se asemeja al de las almendras o las nueces. Hake indicó que tecnólogos de alimentos han experimentado a través de la producción de leche de semilla de algodón, galletas, mantequillas y sustitutos de nueces picadas. La proteína podría también extraerse y moler para producir barras energéticas o harinas, añadió Rathore.
La industria también apunta a la acuicultura, según Hake, puesto que las semillas de algodón pueden alimentar a peces carnívoros como el salmón y la trucha que comen pescado molido. El algodón sería una alternativa de bajo costo que puede reemplazar hasta el 50% de la harina de pescado. Ayudaría además a los agricultores que podrían vender las semillas, que actualmente se consideran un subproducto casi inútil. El descubrimiento "abre la oportunidad de que con el tiempo cada planta de algodón tenga esta tecnología", sostuvo Hake. "No hay razón para dejar una toxina en una planta domesticada".