La caída en picada de la demanda mundial de pescado y mariscos como resultado de la crisis del coronavirus probablemente creará un efecto similar al de la pesca comercial durante las guerras mundiales I y II, cuando la inactividad de las flotas provocó el repunte de los bancos de peces.
El cierre de restaurantes y hoteles, los principales compradores de pescado y marisco, junto con las dificultades para mantener el distanciamiento social entre las tripulaciones en el mar, han provocado que cientos de barcos pesqueros estén amarrados en puertos de todo el mundo. Los científicos ya han comenzado a investigar los efectos que esto tendrá en la vida marina.
“Los estudios después de la primera y segunda guerras mundiales mostraron una recuperación espectacular”, asegura Carlos Duarte, presidente de investigación en el Centro de Investigación del Mar Rojo en Arabia Saudita. “Esperamos que esta temporada cerrada involuntariamente entre febrero y junio o julio acelere la recuperación de los bancos de peces y nos permita alcanzar los objetivos de conservación más rápido”.
El brote de COVID-19 ha diezmado el comercio de los restaurantes y ha causado estragos en las cadenas de oferta alimentos. La demanda y los precios se han derrumbado en Asia, hogar de algunos de los mercados de mariscos y pescados más grandes del mundo. En España, que tiene la flota más grande de la Unión Europea, la mitad de los barcos se quedan en el puerto.
La UE promulgó medidas de emergencia el mes pasado para permitir que sus estados miembro brinden ayuda financiera a las industrias de la pesca y la acuicultura a través de lo que llamó una “caída dramática” en la demanda de mariscos. El problema aumenta la incertidumbre para los miembros de la UE, como España y Francia, sobre el acceso futuro a las aguas del Reino Unido como resultado del brexit.
Sin embargo, el medio marino solo puede beneficiarse de la presión reducida sobre los bancos. Si bien la evidencia de una recuperación en la vida marina aún es anecdótica, se han registrado aumentos en la presencia de mamíferos como ballenas asesinas, delfines y focas en áreas donde no se habían visto en décadas, dice Duarte, quien forma parte de un consorcio de científicos en el Reino Unido, Canadá, España y Arabia Saudita que compila datos.
“El ruido y la actividad en el agua han disminuido”, explica Duarte. “Estos animales tienen una cultura que se transmite de generación en generación y los jóvenes probablemente sienten curiosidad por las áreas que formaron parte de su territorio hace décadas”.
Las señales de que la vida marina se está recuperando incluyen informes de tortugas que anidan en playas ahora abandonadas en Brasil, dice. El mismo fenómeno podría ocurrir en la costa mediterránea a finales de este año cuando llegue la temporada de reproducción. Además del Mediterráneo, es probable que los cierres ayuden a las especies marinas en el Atlántico, que se reproducen entre abril y junio. El impacto se verá dentro de uno o dos años, aunque probablemente será menos dramático que la recuperación después de las guerras mundiales, que detuvieron la pesca durante tres a cinco años dependiendo de la región, señala Duarte.
En España, donde a los pescadores se les permite trabajar durante el cierre porque se les considera trabajadores esenciales, el sector está en dificultades, asegura Javier Garat, secretario general del grupo industrial Cepesca. Las pequeñas embarcaciones que regresan a puerto al final de cada día ahora venden lo que capturan a precios “razonables” en los mercados locales, después de que los precios inicialmente se redujeran a la mitad, asegura.
El sector de productos del mar en el norte del país está completamente detenido, mientras que los arrastreros españoles que participan en la pesca en África occidental congelan todo lo que pescan mientras esperan que los restaurantes vuelvan a abrir y la demanda se recupere.
Los pescadores de larga distancia que capturan bacalao, tiburón o pez espada en el Atlántico norte o en el océano Índico enfrentan grandes incertidumbres. Trabajan en turnos de hasta cuatro meses, algunos de los cuales se han extendido, pero la solución no es permanente.
“Estas tripulaciones están descargando los peces sin pisar los muelles; ahora son probablemente uno de los lugares más seguros del mundo”, dice Garat. “Pero esto no puede durar para siempre, eventualmente tendrán que descansar, y llevar tripulaciones de reemplazo a lugares tan lejanos como Seychelles es casi imposible en este momento”.
Valga aclarar que la recuperación de la diversidad y el número de peces es un proceso lento, y la experiencia en áreas marinas protegidas muestra que una recuperación completa puede tomar hasta dos décadas, señala Nick Graham, profesor de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido y coautor de un estudio que analiza las poblaciones de peces en más de 1.800 arrecifes de coral tropicales en 41 países.
El estudio, dirigido por el profesor Joshua Cinner en la Universidad James Cook en Australia, clasifica los arrecifes de acuerdo con sus bancos de peces, la biodiversidad y el estado del ecosistema. Solo el 5% de los arrecifes analizados estaban en la categoría superior “A”, todos ellos en lugares remotos con poca presión humana, lo que demuestra la importancia de las reservas marinas y las restricciones de pesca para ayudar a los arrecifes en las categorías más bajas a recuperarse.
“El impacto más directo en los peces es la pesca”, dice Graham. “Cuando hay más gente, tiende a haber más presión de pesca para satisfacer las demandas de una mayor población humana, y si en un arrecife se pesca menos, sobrevivirán más peces”.