Durante el último siglo de integración económica global, Estados Unidos se ha convertido en la capital financiera mundial: sede de los mayores bancos de inversión, gestores de activos y bolsas. Esta posición de liderazgo genera muchos beneficios: las empresas estadounidenses que crean empleo pueden aprovechar un menor costo de capital; el Gobierno puede financiar fácilmente sus déficits en tiempos de necesidad; y los hogares tienen acceso a una amplia gama de oportunidades de inversión, lo que les permite poner a trabajar su dinero, ahorrar para la educación y la jubilación, y acceder a una mejor calidad de vida.
A lo largo de los años, las compañías extranjeras han llegado a apreciar los beneficios de cotizar sus acciones en bolsas estadounidenses. Transar acciones en EE.UU. amplía radicalmente el atractivo de un emisor para inversionistas en todo el mundo, brindando a las empresas acceso preferencial al capital. Hoy en día, aproximadamente 20% de todas las acciones cotizadas en EE.UU. pertenecen a compañías extranjeras. La capitalización de mercado que representan compañías de la Unión Europea, el Reino Unido y China que cotizan en EE.UU. asciende a más de US$1 billón en total. Muchas de estas compañías, como NXP Semiconductors NV, AstraZeneca Plc, Alibaba Group Holding Ltd. y JD.com Inc., son líderes en sus sectores y están cambiando la forma en que se hacen negocios en todo el mundo. El éxito de este sistema, que beneficia materialmente a la economía mundial, está respaldado por la confianza de los inversionistas en la regulación estadounidense y la transparencia que se espera de los emisores que cotizan en EE.UU.
La confianza en los mercados se ve perjudicada cuando se produce un fraude; el recuerdo vívido del colapso de Enron aún está presente en los estándares regulatorios de EE.UU. casi dos décadas después. Los recientes escándalos contables de compañías extranjeras, como Wirecard AG y Luckin Coffee Inc., demuestran la importancia de establecer, monitorear y hacer cumplir normas de auditoría sólidas y uniformes para las compañías extranjeras que cotizan en EE.UU., equivalentes a las que se les exigen a las compañías estadounidenses. Este problema se ha convertido en una fuente de recientes desavenencias con algunas jurisdicciones extraterritoriales, especialmente China, que se han resistido a permitir que la Comisión de Bolsa y Valores y la Junta Supervisora de Compañías de Contabilidad Pública inspeccionen a las firmas de auditoría extranjeras.
Como parte del esfuerzo para garantizar estándares de auditoría uniformes, el Senado aprobó la Ley de Responsabilidad de Compañías Extranjeras. El proyecto de ley contempla que las bolsas estadounidenses impidan la cotización de acciones de una compañía extranjera si la Junta Supervisora de Compañías de Contabilidad Pública no puede inspeccionar la firma de contabilidad pública extranjera de la compañía durante tres años consecutivos. EE.UU. tiene razón al exigir que otros países brinden total transparencia en sus prácticas contables como condición para que sus empresas coticen en bolsas de EE.UU.
El jueves, la SEC tiene previsto organizar una serie de mesas redondas sobre mercados emergentes. La legislación -y el fantasma de la prohibición de cotizar- debería motivar a reguladores estadounidenses, chinos y de otros países a trabajar juntos de manera expedita para encontrar un terreno común para los estándares de contabilidad y supervisión. La pandemia de coronavirus ha demostrado nuevamente que, en una crisis, la capacidad de una empresa para recaudar capital es existencial. En este momento crucial para la economía mundial, los reguladores están en condiciones de colaborar en beneficio de todos, de modo que las empresas extranjeras mantengan el acceso a los mercados de capital de EE.UU. y los inversionistas globales puedan continuar confiando en todas las compañías que cotizan en las bolsas de EE.UU.