En el interior del Harvard Club de Manhattan, frente a una cabeza de elefante montada en una pared y sentado delante de un candelabro, con leones en la corbata, Arya Bolurfrushan se mostraba embelesado con su plan de abrir un nuevo fondo de monedas digitales.
Corría junio y estaban masacrando a los mercados de criptomonedas. Pero Bolurfrushan no se inmutaba.
Al describir su nueva Accrete Capital Technologies, presentó un plan para dirigir lo que en esencia es un fondo de cobertura que vende participaciones en sí mismo por medio de tokens digitales. Al final, prácticamente cualquier persona podría comprarlas, dijo. Con aspecto de banquero, pero discurso de simpatizante radical de las criptomonedas, Bolurfrushan dijo que Accrete podría revolucionar Wall Street y las monedas virtuales creando algo con comisiones más bajas que las de los administradores de activos y menos volatilidad que el bitcoin.
Es una promesa importante para alguien sin antecedentes en el dinero digital. Lo que tiene para ofrecer Bolurfrushan en vez de eso es el tipo de credenciales impecables —parientes acaudalados, dos años en un puesto de principiante en Goldman Sachs Group Inc. hasta 2008, estudios en la Harvard Business School y un buen cargo en una petrolera— despreciadas por algunos fanáticos acérrimos de las monedas digitales.
Para fines de agosto, ya contaba entre sus reclutas con otros cinco exejecutivos de Goldman, la mayoría hombres treintañeros, y con el heredero de una empresa inmobiliaria al que conoció de casualidad en un exclusivo bar de sushi este año. Estaban avanzando con un plan para vender US$150 millones en tokens este mes, pese a que el bitcoin languidecía y legiones de otros proyectos estaban muriendo. Desde entonces, las criptomonedas resultaron más complicadas de lo que creían.
Promesas contradictorias
El documento que presenta los planes de Accrete es una mescolanza de Wall Street y estrategias con criptomonedas con promesas enormes y contradictorias. Promociona los beneficios revolucionarios del dinero descentralizado sin la famosa desventaja de la volatilidad, a lo que suma las inversiones lucrativas y de elite de Wall Street sin el sigilo, las comisiones elevadas y los períodos de inmovilización. La idea es reunir fondos vendiendo los tokens y luego invertir en acciones, bonos, capital privado, inmuebles y capital riesgo. El valor de los tokens aumentaría o disminuiría con el de la cartera..., aunque Accrete apunta a quedarse con cerca de un cuarto de las ganancias.
Hay grandes obstáculos entre Bolurfrushan y una recompensa. Para comenzar, las tablas esotéricas y la jerga densa del plan podrían ahuyentar a los inversores regulares que él espera atraer. Además, está el Gobierno de Estados Unidos, que viene reprimiendo las inversiones en criptomonedas y tiene reglas estrictas que prohíben a los fondos de cobertura vender participaciones a estadounidenses que no sean ricos.
Y también está la competencia de una manada de proyectos similares, además de un mar de emprendimientos, entre ellos el banco digital del exsocio de Goldman Mike Novogratz. Los inversores institucionales están entrando lentamente en una industria donde, según un conteo, ya hay 600 monedas caducas y montones de fraudes.
‘No es tan sencillo’
En septiembre, en el ático del Harvard Club, Bolurfrushan parecía tranquilo. “Estamos construyendo una empresa de 100 años”, dijo. “Sabemos que existiremos”.
Antes, debe preocuparse por el resto del año. Al llegar octubre, ante complicaciones de ingeniería y las dificultades de inversores potenciales para entender lo que está haciendo, él decidió posponer la recaudación de fondos por lo menos hasta noviembre.
“Nos percatamos”, dijo unos días más tarde, “de que en realidad hacer este producto no es tan sencillo como nos parecía”.