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El acertijo de la moda de los rompecabezas: S. Green Carmichael

Cerca de una semana después de que comenzara esta aventura de distanciamiento social trabajando desde el hogar, dejé de intentar leer novelas. Yo, que desde que aprendí a leer he sido un ratón de biblioteca –cuando era niña, una vez intenté leer un libro en la ducha, con resultados obviamente desastrosos–, descubrí que no podía concentrarme. Mis ojos recorrían la página, pero las palabras pasaban sin ser registradas.

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Cerca de una semana después de que comenzara esta aventura de distanciamiento social trabajando desde el hogar, dejé de intentar leer novelas. Yo, que desde que aprendí a leer he sido un ratón de biblioteca –cuando era niña, una vez intenté leer un libro en la ducha, con resultados obviamente desastrosos–, descubrí que no podía concentrarme. Mis ojos recorrían la página, pero las palabras pasaban sin ser registradas.

Probé mi otra adicción favorita, una serie británica de televisión sobre crímenes e intrigas, pero me sorprendí tomando mi teléfono, tentada por Instagram incluso cuando el asesino acechaba a su próxima víctima. Después de una velada con cuatro horas de llamadas a través de Zoom, me di cuenta: necesitaba encontrar otra forma de pasar este tiempo aislada.

La solución obvia: un rompecabezas.

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Creo que nunca antes había comprado uno para mí, y nunca había completado alguno de más de unos cientos de piezas. Pero aquí estaba, comprando un rompecabezas de 1.000 piezas con la imagen del continente ficticio de Poniente, de la serie "Juego de Tronos", de George R. R. Martin. Incluso pagué por un envío más rápido.

La semana después de su llegada, pasé muchas horas felices armándolo, para finalmente encontrar ese estado que Mihaly Csikszentmihalyi llamó "flujo": una profunda concentración en la que el mundo se esfuma y las horas pasan desapercibidas. También lo llamamos estar "en la zona". Encontré el rompecabezas tan adictivo, que compré otro incluso antes de terminar el primero, y descubrí que, aparentemente, muchas otras personas habían tenido la misma idea, y algunos de los rompecabezas más populares se habían agotado.

El New York Times informa que los fabricantes de rompecabezas han recibido una "repentina avalancha de pedidos" que hace que incluso la fiebre de las compras navideñas parezca comparativamente tranquila. Las ventas norteamericanas de rompecabezas de un fabricante aumentaron 370% a fines de marzo frente al mismo período del año pasado; las búsquedas de rompecabezas en Google aumentaron más de 600%. "Todos los días hay un nuevo récord", dijo el dueño de una distribuidora de rompecabezas en Missouri a su medio local de noticias, quien ha tenido que contratar a 10 nuevos empleados para satisfacer la demanda.

Armar rompecabezas se ha convertido en una de esas cosas que muchas personas parecen haber pensado al mismo tiempo como una excelente manera de pasar nuestro tiempo encerrado en casa, como adoptar un perro, plantar semillas o hacer pan.

Los rompecabezas siempre han ofrecido una diversión social para familias donde todos están encerrados juntos, ya sea durante un fin de semana de lluvia en la playa o durante meses de autoaislamiento en medio de una mortal pandemia global. Y ahora, cuando tantos de nosotros pasamos nuestros días pegados a varias pantallas –para aprendizaje remoto, teletrabajo o simplemente para estar al día con las noticias–, armar rompecabezas es pasar tiempo libre desconectado.

Pero los rompecabezas también pueden satisfacer necesidades psicológicas, ya que son acogedores, reconfortantes y distractores. En un momento en que el mundo real es como un enorme accidente automovilístico, no podemos apartar la vista lo suficiente como para leer un libro: los rompecabezas ofrecen un ejercicio mental no tan exigente. Normalmente, los encuentro un poco aburridos; pero, en este momento, "un poco aburrido" es casi lo único a lo que le puedo seguir el ritmo.

Al mismo tiempo, el rompecabezas es lo suficientemente desafiante como para ser completamente absorbente, lo que es, quizás, una de las razones por las cuales todos, desde Bill y Melinda Gates hasta la Reina Isabel II, los encuentran adictivos.

Los rompecabezas también se adaptan fácilmente a las nuevas rutinas diarias, por ejemplo, puede reemplazar los viajes que ya no tengo que hacer. Armé Desembarco del Rey durante mi desayuno; después del trabajo, me serví una copa de vino y armé un trozo del Mar Angosto. (Dorne me resultó tan difícil de conquistar como lo fue para tantas generaciones sucesivas de reyes de la Casa Targaryen, pero finalmente lo anexé al reino).

Quizás, sobre todo, los rompecabezas ofrecen una forma de medir el progreso tangible en un momento en que el tiempo parece pasar como un agobiante circuito cerrado.

Una curiosa faceta de la vida bajo encierro es la repetición: la rueda sin fin de trabajar, limpiar, cocinar y dormir. El rompecabezas me muestra que hoy es un nuevo día, porque puedo ver cómo un continente toma forma en la mesa de mi comedor.

La profesora de la Escuela de Negocios de Harvard Teresa Amabile en un famoso estudio de motivación, pidió a más de 200 trabajadores que mantuvieran bitácoras de trabajo. Después de estudiar miles de entradas, ella y su colega Steven Kramer descubrieron que, lo que realmente motivaba a las personas eran las pequeñas victorias con las que descubrían que estaban logrando avances, los indicadores diarios de avance, a los que denominaron "el principio del progreso".

Tal vez no sea tan complicado; quizás los rompecabezas están de moda simplemente porque, cuando el mundo parece haberse derrumbado, nos permiten volver a poner algo en su lugar.