Matryoshka bullía como siempre, vendiendo blinis, caviar y borsch. No todas las clientas estaban embarazadas. Solo, aparentemente, la mayoría.
La tienda de delicatessen situada en Sunny Isles Beach, una pequeña ciudad en una isla barrera al norte del centro de Miami, ha sido durante mucho tiempo un lugar de reunión para los extranjeros de habla rusa que se quedan en el área a la espera de dar a luz. Vienen por los hospitales, los médicos, el clima, la playa; no, te dirán con algo de exasperación, para que su descendencia tenga la ciudadanía.
El beneficio de un pasaporte estadounidense era "lo último en mi agenda, literalmente", dijo Viktoriia Solomentseva, de 23 años, ex visitante frecuente de Matryoshka quien tuvo una hija hace siete semanas y recientemente regresó a Moscú con la pequeña Emily, una nueva ciudadana estadounidense. "¿Por qué Trump piensa que todos se mueren por tenerla?"
Es un tema un tanto sensible para mujeres como Solomentseva que están causando un boom de natalidad en el sur de Florida. Han sido arrastradas por el debate sobre la ciudadanía por derecho de nacimiento, que se volvió a encender cuando el presidente Donald Trump prometió recientemente ponerle fin para hijos de extranjeros. Mientras su objetivo eran inmigrantes indocumentados, también se quejó de que el privilegio otorgado en la 14 Enmienda ha "creado toda una industria de turismo de maternidad".
De hecho, así es. Los datos son escasos, pero el Centro de Estudios de Inmigración estima que más de 30.000 mujeres lo emplean cada año. Algunas nacionalidades prefieren ciertas áreas metropolitanas; los chinos, por ejemplo, favorecen Los Ángeles, mientras que los nigerianos tienden a elegir ciudades en el noreste y Texas. Para las mujeres con raíces en la ex Unión Soviética, es Miami; si son adineradas, es Sunny Isles Beach, la llamada Pequeña Rusia porque muchos de sus 22.000 residentes provienen de esa parte del mundo.
Y aparentemente la cantidad de mujeres en esta situación está creciendo. Ni la debilidad del rublo, las tensas relaciones entre Rusia y Estados Unidos, ni los obstáculos que se deben sortear para obtener una visa disminuyen el flujo.
En cada vuelo a Miami desde Moscú hay al menos una mujer embarazada, señaló Konstantin Lubnevskiy, dueño de una agencia llamada Miami-mama, cuyo logotipo es la silueta de una madre embarazada frente a una gran bandera estadounidense. En algunos, hay más de cinco, dijo. "Lo que hacen es perfectamente legal".
Muy cierto. Pero honestamente, ¿es por los pasaportes? Absolutamente no, dijo Solomentseva desde el vestíbulo de mármol de una de las torres Trump en Sunny Isles Beach, donde alquiló un apartamento en el piso 39 por unos meses. "Quería dar a luz en el lugar que cuente con la mejor atención médica y sea cómodo y relajante", dijo, mientras su marido, que es dueño de una empresa en Rusia, cuidaba al bebé arriba. No por casualidad, el clima es mucho más agradable en Miami que en Moscú en el invierno. "Pero no puedo esperar para volver a Rusia".
Como todos los demás, ella, por supuesto, completó el papeleo necesario para Emily. No es que la ciudadanía no sea vista como algo que algún día podría ser útil. Tal vez podría ayudar a un niño a ingresar a una universidad en EE.UU. o instalar un negocio en Nueva York, o comprar una casa en Sunny Isles Beach, dijo la residente de Moscú Anna Bessolnova, de 42 años, quien tuvo una niña en Miami en 2014, días antes de que la anexión de Crimea por parte de Rusia provocara olas de sanciones internacionales.
"No sé si mi hija terminará usando el pasaporte o no, pero es bueno tener diferentes opciones", señaló Bessolnova.
Maria Khromova, cuyo hijo nació el mes pasado en Miami, tiene la misma actitud. "Nadie sabe lo que va a pasar en 20 años”.
Sin embargo, como todos los demás, Khromova dijo que decidió tener a su bebé en EE.UU. principalmente por la excelente atención médica. Mencionó dos cicatrices de cesárea debajo de su blusa, una por el nacimiento de una hija en Rusia y otra por el mismo procedimiento para su hijo. La primera es tan fea que no puede mirarla sin llorar, señaló.
Khromova, de 36 años, también se hospedaba en el complejo de apartamentos de la marca Trump. Se quedaría por tres meses, asistida por una niñera, un intérprete, un chofer, un entrenador de yoga y una masajista. Oriunda de Siberia, vive con su esposo en Phuket, Tailandia, donde dirigen una empresa que ayuda a los extranjeros a comprar propiedades.
"Vine aquí con mucho dinero para gastar", dijo. "No le cuesto nada a los contribuyentes de EE.UU."
Ser una “turista de maternidad” en Sunny Isles Beach no es barato, ya que las agencias cobran hasta US$50.000 para encargarse del alojamiento, el papeleo, contratar intérpretes y encontrar médicos. Quienes no pueden pagar ese nivel de servicio compran paquetes más pequeños y alquilan apartamentos en suburbios más remotos, a veces en grupo para compartir alojamiento y gastos.
El fenómeno ha atraído, con el paso de los años, a malos actores. Agentes federales han allanado los llamados “hoteles de maternidad” en California que reciben a mujeres de China y Taiwán; algunas fueron entrenadas para ocultar sus embarazos cuando llegaron a EE.UU. y mintieron acerca de por qué estaban en el país, de acuerdo con agentes federales. Miami-mama también fue allanada una vez, y un empleado de una notaría fue acusado de hacer una declaración falsa en una solicitud de pasaporte y conspirar para cometer un delito contra EE.UU. (El empleado fue despedido de inmediato, dijo Lubnevskiy).
El foco de la crítica de Trump no ha sido el abuso del sistema, sino el hecho de que exista. Uno de sus argumentos en contra de la ciudadanía por nacimiento es que cuando los bebés que nacen en suelo estadounidense se convierten en adultos, pueden solicitar que sus padres vivan permanentemente en el país.