La administración Trump está preparada para proponer que se mantengan las restricciones de la era de Obama sobre la contaminación por mercurio en las centrales eléctricas, en respuesta a la oposición de las empresas, que ya han gastado miles de millones de dólares para cumplir con los requisitos.
Al mismo tiempo, la Agencia de Protección Ambiental está preparada para proponer cambios que podrían dificultar el endurecimiento de los estándares de emisiones de mercurio en el futuro, rechazando la justificación legal de la regulación y alterando la forma en que se miden sus beneficios para la salud.
La propuesta refleja un acto de equilibrio para la administración de Trump, que ha tenido dificultades para abordar una regla odiada por los productores de carbón, vista con cautela por los funcionarios de la EPA –que se oponen a su justificación– y que las compañías eléctricas ya han cumplido.
“Hemos cumplido con los requisitos durante varios años, el equipo está funcionando y es efectivo. Realmente no vemos ninguna razón para revertirlos", declaró John McManus, vicepresidente sénior de servicios ambientales en American Electric Power Company Inc. "Las plantas cerradas no regresarán, y no vemos ninguna razón para rechazar los controles que se están ejecutando en nuestras plantas existentes".
La regla de 2012 provocó una ola de cierres de centrales eléctricas de carbón y despertó la ira de un enemigo poderoso: el magnate del carbón Robert E. Murray, quien lleva años luchando contra la regulación en los tribunales. Su compañía de carbón, Murray Energy Corp., sostiene que sus ventas domésticas se han visto disminuidas como resultado de la norma.
No obstante, empresas de energía como Duke Energy Corp. han implorado a la EPA y la Casa Blanca dejar intactas las normas sobre el mercurio. Los servicios públicos ya han gastado alrededor de US$18.000 millones en la instalación de la tecnología necesaria para cumplir con los requisitos y con el plazo de abril de 2015, según informaron grupos de la industria a la EPA este verano.
Las centrales eléctricas de carbón son la fuente más grande de mercurio en EE.UU., un metal que en la tierra y el agua se convierte en una neurotoxina que puede disminuir el coeficiente intelectual, causar deficiencias en la función motora, dañar el sistema nervioso y provocar más ataques cardíacos.
"Más mercurio en el aire significa más mercurio en el agua, lo que significa más mercurio en el pescado, lo que significa más mercurio en las personas que comen el pescado", afirma Janet McCabe, administradora auxiliar en funciones de la oficina de la EPA para el aire durante la administración Obama. "Eso es especialmente problemático para los niños pequeños, las mujeres embarazadas y sus bebés en gestación".
La EPA propondrá que se mantengan los límites de mercurio como están, a la vez que retira la afirmación que los requisitos son "apropiados y necesarios", un punto de referencia legal de la Ley de Aire Limpio.