El Banco Central Europeo tiene un problema y, no, no es el tipo de cambio. La reciente apreciación del euro puede haber captado la atención de todos los titulares, pero palidece en comparación con el desafío mayor que plantea la pandemia para la política monetaria. En lugar de simplemente restarle importancia a la divisa, el BCE debe tomar medidas más sustantivas para apoyar el crecimiento económico y llevar la inflación a su objetivo.
Desde el comienzo del verano, el euro ha avanzado a casi US$1,20, su nivel más fuerte en más de dos años. Una moneda más fuerte puede dañar el crecimiento, ya que hace que las exportaciones de la zona euro sean más caras en relación con otros bienes extranjeros. También reduce los precios de importación, lo que reduce la tasa de inflación. El jueves pasado, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, presentó el nuevo conjunto de pronósticos del banco y explicó que el euro más fuerte era una de las razones por las que se esperaba que la inflación se mantuviera por debajo del objetivo del banco central de “debajo pero cerca de 2%” en los próximos años.
El consejo de Gobierno del BCE hizo referencia al euro en la declaración introductoria que acompañó a la conferencia de prensa de Lagarde, pero la presidenta no aseguró a los operadores de divisas que la autoridad monetaria intervendría si el euro no recortaba sus ganancias o, peor aún, si seguía fortaleciéndose. El tipo de cambio frente al dólar subió durante todo el día, causando cierta vergüenza.
Y, sin embargo, mantenerse en silencio sobre el euro fue sin duda el enfoque correcto. Como mencionó Lagarde, el BCE no establece un objetivo para el tipo de cambio, pero incluye la fortaleza de la moneda en su análisis de la inflación. Los principales bancos centrales del mundo han evitado durante mucho tiempo hacer referencia explícita a la necesidad de una depreciación de su propia moneda por temor a provocar represalias de otros países. Una “guerra de divisas” propiamente tal desestabilizaría el sistema monetario global en detrimento de todos.
Además, un euro fuerte está lejos de ser la amenaza más peligrosa para la recuperación económica de Europa. Más alarmante es el resurgimiento del virus en el continente y el riesgo de que se requieran medidas de distanciamiento social más draconianas. Esto tendrá un efecto en la rapidez con la que se recuperará la confianza de las empresas y los consumidores. El banco central también debe considerar la efectividad de los planes fiscales que los Gobiernos presentarán en otoño. Incluso si uno se concentrara únicamente en la capacidad de exportación de la zona euro, la fortaleza de la demanda en el extranjero y el estado del comercio mundial serán más importantes que la trayectoria futura del tipo de cambio.
Esto no quiere decir que el BCE deba estar relajado sobre las perspectivas. Lagarde fue cautelosa pero optimista en su conferencia de prensa, y señaló “un fuerte repunte en la actividad”. En una publicación de blog el viernes, el economista jefe del BCE, Philip Lane, fue más cauteloso al dejar la puerta abierta para una nueva ronda de estímulos. Sin embargo, dada la admisión del banco central de que no alcanzará su objetivo de inflación para 2022, uno se pregunta por qué no ha anunciado un nuevo conjunto de medidas.
El BCE probablemente quiera ver evidencia más sólida de lo que le está sucediendo a la economía, y las próximas semanas proporcionarán mejores datos para evaluarlo. Pero cualquiera sea la medida en que encargados de política monetaria decidan actuar, no deberían apuntar solo al tipo de cambio. Un enfoque posible sería considerar solo reducir la tasa de depósito desde su nivel actual de -0,5% a, por ejemplo, -0,6%, ya que esta es la mejor manera de afectar el mercado de divisas. Un recorte de la tasa de depósito haría más costoso para los prestamistas mantener el dinero en el banco central, lo que los obligaría a mover su dinero al extranjero.
Pero si la debilidad generalizada en la demanda interna y externa persiste, una mejor opción sería acompañar un recorte de tasas con una expansión y extensión del plan de compra de activos lanzado para hacer frente a la pandemia. Tal paquete de medidas de estímulo apoyaría desde varios frentes a la actividad económica, incluidas las exportaciones.
Es justo criticar al BCE por no actuar la semana pasada, pero la razón no puede ser el tipo de cambio. La zona del euro estaría en una posición muy afortunada si un euro fuerte fuera su principal preocupación.