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Opinión: Sr. Putin, el espionaje fallido no se olvidará

Los últimos fracasos del servicio de inteligencia militar de Rusia, comúnmente conocido como el GRU, revelan una falla importante en la forma habitual del presidente Vladimir Putin de lidiar con los fiascos públicos: cree erróneamente que el revuelo se olvidará.

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Putin | Photographer: Akos Stiller/Bloomberg

Los últimos fracasos del servicio de inteligencia militar de Rusia, comúnmente conocido como el GRU, revelan una falla importante en la forma habitual del presidente Vladimir Putin de lidiar con los fiascos públicos: cree erróneamente que el revuelo se olvidará.

El primer ministro holandés, Mark Rutte, y su homóloga británica, Theresa May, dijeron el jueves que el GRU había intentado hackear la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) en La Haya, a cargo de realizar pruebas a la sustancia utilizada para envenenar al exespía Sergei Skripal y su hija en el Reino Unido en marzo. Los agentes rusos supuestamente fueron atrapados tratando de infiltrarse en la red informática de la OPAQ utilizando equipos ocultos en el maletero de un automóvil. También se ha dicho que fueron capturados con pasaportes diplomáticos, y Holanda los expulsó.

Esto ocurre tras un escándalo similar en Suiza, donde supuestamente dos agentes rusos intentaron hackear el Laboratorio Spiez, una instalación de pruebas químicas que también examinó la sustancia utilizada con Skripal. Los dos fueron finalmente detenidos en Holanda. También el jueves, el Departamento de Justicia de Estados Unidos anunció cargos penales contra siete oficiales de inteligencia militar rusos por un ataque cibernético a agencias antidopaje y organizaciones deportivas internacionales en respuesta a acusaciones de dopaje contra Rusia.

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Las nuevas revelaciones extienden una serie de vergonzosos fracasos del GRU, que incluye un frustrado esfuerzo por encubrir la conexión rusa al derribo de un avión de pasajeros de Malasia sobre el este de Ucrania y un supuesto golpe de estado fallido en Montenegro, ambos en 2014.

Además, las autoridades de EE.UU. presentaron cargos altamente detallados contra oficiales del GRU en el ataque cibernético al Comité Nacional Demócrata en 2016. Recientemente, uno de los supuestos envenenadores de los Skripals fue identificado convincentemente por investigadores de inteligencia de código abierto como un coronel de GRU, condecorado con la medalla militar más alta de Rusia por su participación en la anexión de Crimea.

En la época soviética, tal descuido probablemente habría provocado represalias contra la agencia de espionaje, pero Putin parece estar adoptando una actitud diferente. No ha habido informes de una reorganización en el GRU, y el miércoles Putin dijo que pensaba que la agitación simplemente desaparecería. "Creo que todo pasará algún día, espero que se acabe, y cuanto antes se acabe, mejor", dijo sobre la historia de Skripal, que describió como "otro escándalo de espionaje que se hizo estallar artificialmente".

Para un líder conocido por su capacidad de desconcertar a los adversarios con movimientos relámpago estilo judo, Putin se ha mantenido extrañamente pasivo en los últimos meses. Ha desaprovechado varias oportunidades para intensificar la acción militar en Siria y no ha realizado movimientos sorprendentes en ningún otro lugar, incluidos Ucrania o los Balcanes.

Putin no ha sido tímido al expresar su creencia de que el tiempo está de su lado. Durante una sesión de consultas a los votantes en junio, dijo que esperaba que los intentos occidentales de presionar a Rusia finalmente siguieran su curso. "Toda esta presión terminará cuando nuestros socios se den cuenta de que los métodos que están usando son ineficientes, contraproducentes, perjudiciales para todos y que los intereses de la Federación de Rusia deberán ser tomados en cuenta", afirmó.

Pero nada de esto desaparecerá mientras los servicios de inteligencia de Putin sigan librando, y perdiendo, una guerra secreta contra Occidente. Los fracasos del GRU no son los únicos ejemplos de ineptitud rusa; en julio, Grecia, un miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, tradicionalmente más amigable con Rusia que la mayoría de los demás, expulsó a dos diplomáticos rusos por tratar de obtener y distribuir información confidencial.

Putin tenía razón cuando dijo el miércoles que las guerras de espías "no pueden cerrarse". Pero un gobierno que puede permitirse esperar gana más a menudo de lo que pierde. Las operaciones de espionaje rusas son demasiado transparentes para los adversarios de Putin como para que sean de alguna ayuda para él. Son tan dolorosamente incompetentes que socavan el apoyo interno de Putin, incluso mientras muchos rusos se quejan de un fuerte aumento en la edad de jubilación que puso en vigencia el miércoles.

El presidente ruso no tiene reputación por su adorable torpeza; su máquina de propaganda ha perfeccionado una imagen de eficiencia y astucia despiadadas. El líder ruso no tiene el recubrimiento de teflón de un Donald Trump, que puede dar un mal paso tras otro y aun así mantener su base de apoyo. El presidente ruso no puede permitirse parecer falible, pero lo hace cada vez más. Simplemente esperar que pase un ciclo de noticias desfavorable tras otro no solucionará el problema.

A Putin le quedan más de cinco años en lo que probablemente será su última presidencia. No sé qué perspectiva es más aterradora: que se dé cuenta de que la pasividad funciona en su contra y comience a hacer movimientos aún más riesgosos, o que se retraiga aún más en su caparazón, dejando a las diversas camarillas corruptas en la élite rusa para luchar. Ambos podrían tener consecuencias desastrosas para el país de Rusia, no así para el régimen político de Rusia.

El escenario más improbable es que Putin termine con las operaciones de espionaje torpes y busque formas mejores y más inteligentes para que Rusia se haga valer a nivel internacional.

* Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.