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Turquía aprende la importancia de ser miembro de OTAN: S. Ulgen

Desde el fallido intento de golpe de estado de julio de 2016, un escepticismo generalizado de Estados Unidos ha empujado a los responsables políticos turcos a conceptualizar un orden mundial en el que Ankara forjaría un grado considerable de autonomía estratégica de Occidente, a pesar de la membresía de Turquía en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN. Este orden de ideas ha derivado en una floreciente relación con Rusia, coronada por la compra del sistema de defensa antimisiles

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Desde el fallido intento de golpe de estado de julio de 2016, un escepticismo generalizado de Estados Unidos ha empujado a los responsables políticos turcos a conceptualizar un orden mundial en el que Ankara forjaría un grado considerable de autonomía estratégica de Occidente, a pesar de la membresía de Turquía en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN. Este orden de ideas ha derivado en una floreciente relación con Rusia, coronada por la compra del sistema de defensa antimisiles S-400.

Sin embargo, el creciente conflicto sobre Idlib, donde Turquía busca proteger su zona de influencia contra el avance del ejército sirio respaldado por Rusia, pone la viabilidad de esta visión a la prueba más severa.

El duro choque con la realidad se produjo con la impactante muerte de 34 soldados turcos por un ataque conjunto de un escuadrón sirio y ruso. La reacción de Ankara ha sido buscar la solidaridad política de sus aliados de la OTAN. Pocas horas después de este incidente, Turquía convocó a consultas en virtud del artículo 4 del tratado. El oportuno apoyo occidental fue importante para el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, antes de su reunión de hoy con el presidente ruso, Vladímir Putin, para discutir el destino de Idlib.

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Pero incluso más allá del contexto político, la lucha por Idlib ha demostrado de muchas otras maneras los beneficios para la membresía de la OTAN en Turquía. El éxito de la contraofensiva llevada a cabo por las fuerzas turcas después de los ataques aéreos contra sus tropas está estrechamente relacionado con una postura militar habilitada por la OTAN y la participación de Ankara en el ecosistema de defensa euroatlántico.

Un ejemplo clave es la forma en que el ejército turco ha capitalizado los activos de guerra centrados en la red contra unidades independientes del ejército sirio. Un solo F-16 turco fue capaz de derribar dos aviones sirios Su-24, no en una pelea de perros sino más allá del alcance visual. Un avión de control y alerta temprana en el aire (AWAC) adquirió los objetivos, transmitió la ubicación y otra información crítica en tiempo real al F-16 a través del enlace de datos estándar de la OTAN. Esta información se transmitió a los misiles AMRAAM aire-aire del F-16 mientras se dirigían hacia sus objetivos.

Este nivel de interoperabilidad, junto con la capacidad de aprovechar al máximo las funciones centradas en la red de los activos de ataque, le ha otorgado al ejército turco una clara ventaja sobre las fuerzas rivales en el noroeste de Siria. La ventaja en el campo de batalla de Turquía incluso se extendió contra los modernos sistemas de defensa aérea Pantsir de Siria, suministrados por Rusia. Los drones armados turcos han podido eliminar estos activos con la ayuda de avanzados sistemas de guerra electrónica.

La próxima fase del conflicto sobre Idlib estará determinada por la sostenibilidad de cualquier alto el fuego que surja de la reunión de Erdoğan-Putin en Moscú hoy. Pero en realidad, hay pocas posibilidades de que un alto el fuego se convierta en una paz permanente. Los objetivos turcos y rusos en Idlib son irreconciliables. Moscú quiere entregar el control del territorio al régimen sirio; Ankara quiere mantener su presencia en el lugar, para evitar el agravamiento de un desastre humanitario, pero también como una palanca para las eventuales negociaciones sobre un acuerdo político en Siria.

Para complicar la ecuación está el problema de los grupos de poder de Turquía, algunos de ellos vinculados a entidades yihadistas, que Rusia y el régimen sirio consideran terroristas. El futuro de Idlib estará determinado por estos desacuerdos en curso, y la disputa entre Turquía y Rusia seguirá siendo propensa a nuevos conflictos.

Por consiguiente, los responsables políticos turcos pueden verse obligados a revisar su posición sobre la rápida cooperación militar de Turquía con Rusia. De importancia clave será el destino del sistema S-400. Es difícil imaginar que Ankara operara completamente este sistema, desencadenando sanciones estadounidenses, en un momento en que la relación con Rusia ha entrado en una fase conflictiva, al menos sobre Siria.

Sin embargo, aún no está claro si Turquía dará el siguiente paso y evitará este sistema estratégico de armas para eliminar totalmente la amenaza de sanciones. Más seguro es la incipiente apreciación en Ankara de los riesgos de los intentos a medias de autonomía estratégica en una región donde el ambiente de amenaza milita por el fuerte apego de Turquía a las instituciones de seguridad transatlántica.