En 2016, fallecieron en Argentina 7.700 hombres y 4.700 mujeres a causa del alcohol. La bebida estuvo directamente implicada en 5,8% de las muertes masculinas y en el 2,5% de las muertes femeninas registradas ese año, según las conclusiones de un macroestudio comparando 195 países que alerta sobre las consecuencias para la salud que acarrea el consumo excesivo de esta sustancia tóxica.
La investigación, publicada en The Lancet, advierte que cada año se producen en el mundo unos 2,8 millones de fallecimientos atribuibles al alcohol, una bebida que ingieren uno de cada tres habitantes del planeta. Este consumo es uno de los principales factores de riesgo de muerte y enfermedad en todo el mundo y provoca uno de cada diez fallecimientos en personas de 15 a 49 años de edad.
Según los datos del informe, Argentina figura en podio de naciones con mayor porcentaje de bebedores actuales de alcohol. El 94,3% de los varones y el 89,9% de las mujeres mayores de 15 años consumieron esta sustancia tóxica en 2016. Este procentaje solo es superado en Dinamarca (97% de hombres y 95% de mujeres), Noruega (94,3% de hombres y 91,4% de mujeres) y Alemania (94,3% y 90% respectivamente). Para realizar las estimaciones, los investigadores utilizaron datos de 694 fuentes con información sobre consumo, así como los resultados de 592 estudios que previamente habían evaluado la relación entre el tóxico y los problemas de salud entre 1990 y 2016
“El principal motivo de consultas por problemas vinculados a las sustancias es el alcohol”, le explicó a PERFIL Pascual Valdez, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina y colaborador del estudio. El porcentaje global de consumo de alcohol ha aumentado en los últimos años, convirtiendo a la Argentina en el primer país consumidor de alcohol en América Latina, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Debate. El informe también se mete en el debate científico sobre si la ingesta leve a moderada de alcohol es o no beneficiosa para la salud cardiovascular. “Aunque se han visto algunos efectos protectores frente a la enfermedad isquémica y la diabetes en mujeres, esos efectos se ven solapados cuando se tienen en cuenta los riesgos globales, especialmente por la fuerte asociación que existe entre el consumo de alcohol y el riesgo de cáncer, lesiones y enfermedades transmisibles”, señalaron los investigadores.
Según el trabajo, tomar una bebida al día aumenta al año el riesgo de padecer un problema de salud en un 0,5%. Esto supone que de cada 100 mil personas con este hábito de consumo, 918 desarrollarán una enfermedad (en el caso de los abstemios, las estimaciones fijan la cifra en 914 personas). Si el consumo es de dos bebidas diarias, el riesgo anual sube al 7%, pero si esta ingesta se eleva a cinco consumiciones, las posibilidades de enfermar se disparan al 37%.
“Encontramos que el riesgo de mortalidad por todas las causas, y de cánceres específicamente, aumenta con niveles crecientes de consumo, y el nivel de consumo que minimiza la pérdida de salud es cero. O sea, para que quede claro: nuestros resultados muestran que el nivel más seguro de bebida es CERO. Este nivel está en conflicto con las pautas que promueven los beneficios en salud cardiovascular asociados con consumir hasta dos bebidas por día”, sostuvo Valdez, médico de Terapia Intensiva del Hospital Vélez Sarsfield.
Para reducir el consumo nocivo de alcohol, la OMS recomienda prohibir la publicidad, regular la venta de bebidas a menores; controlar los puntos de venta y reducir la demanda mediante mecanismos tributarios y de fijación de precios. “Debemos asumir que, a pesar de la evidencia epidemiológica, el consumo cero es algo utópico si las políticas no van a fondo, por lo cual, al menos en una primera instancia, se debe seguir con el foco en la reducción y en el retraso de la edad de inicio”, concluyó Valdez.
Adolescentes, en peligro
En los últimos siete años aumentó el 50% el consumo de alcohol entre los 12 y 17 años, según datos de la Sedronar. Además, el 47% de los jóvenes que consumieron alcohol en el último mes lo hizo en forma excesiva. “Hay evidencias de que el consumo episódico excesivo de alcohol aumenta el riesgo de daño a largo plazo estructural y funcional del cerebro. En forma indirecta, este tipo de consumo aumenta los siniestros viales, la violencia en la vía pública, el sexo sin protección con el resultado de embarazos no planificados y las enfermedades de trasmisión sexual (VIH, sífilis y hepatitis)”, sostuvo Pascual Valdez, profesor de Medicina Interna en la UBA y en la UNLaM. “Los jóvenes con este tipo de consumo tienen cuatro veces más probabilidades de desarrollar una dependencia en comparación con alguien que espera hasta la edad adulta para iniciar el consumo”, agregó. El alcohol es el principal factor de riesgo de muerte y discapacidad para las personas de 15 a 49 años, la franja etaria más productiva económicamente.