Hace ya más de dos décadas que las neurociencias estudian en detalle uno de los temas centrales de la humanidad: el amor. Desde que la antropóloga Helen Fisher analizó las primeras imágenes de FMRI del cerebro de personas enamoradas (y halló dos regiones muy activas: el núcleo caudado, relacionada con el sistema de recompensa y el área tegmental ventral, liberador de dopamina), cada vez más laboratorios investigan las bases neurobiológicas del romance.
“Hoy sabemos que el amor es una experiencia que involucra, en forma masiva, los diversos sistemas cerebrales de recompensas”, explicó Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva y rector de la Universidad Favaloro. Y agregó: “Sobre la base de investigaciones y estudios en neurociencias es posible intentar definirlo como un estado mental subjetivo, que consiste en una combinación de emociones, motivación –clave para el logro de metas y objetivos– y funciones cognitivas complejas. El amor, más que una emoción básica, es un proceso mental sofisticado y complejo”.
De la mano de los nuevos conocimientos del cerebro enamorado y también de la moda de lo “neuro”, cada vez hay más cursos y seminarios que buscan enseñar “la ciencia del amor” para que varones y mujeres puedan encontrar a su media naranja. Y hasta en España se acaba de abrir la primera Escuela Neurocientífica del Amor, que propone ayudar a las personas a identificar quién es la pareja perfecta a través de un test cognitivo.
La Universidad de Palermo dará mañana, un día antes de San Valentin, un seminario sobre “Teoría y práctica del amor” que intenta transmitir conocimientos científicos sobre este sentimiento. Algunas de sus temáticas: la naturaleza humana del amor, de la ciencia a la experiencia, tips para disfrutar un encuentro entrenado y los sentidos en la acción de enamorar. “En las charlas buscamos que las personas se conecten con sus sentidos y cambien sus sistemas de referencia y de atención. Sabemos que en el cerebro se encienden diferentes redes neuronales en función de estímulos y por eso planteamos hacer ejercicios como besos con pinturas comestibles”, explicó Alejandra Zuccol, del laboratorio del disfrute de la UP.
La idea de aprovechar la ciencia para mejorar el bienestar afectivo es también la base de la Escuela Neurocientífica del Amor, que acaba de abrir sus puertas en España. “Desarrollamos un coaching en sinapsis interpersonal, basados en el avance de las neurociencias”, le dijo a PERFIL Miguel Iglesias, su director. En sus seminarios teórico-prácticos se realizan test cognitivos que le permiten a cada persona determinar su perfil sináptico sobre la base de sus características personales, y luego identificar un perfil complementario; lo que denominan “love sinapsis”. Las sesiones, que imparten psicólogos y biólogos –en grupos de veinte personas a un precio promedio de 175 euros (cerca de $ 3 mil)–, tienen como objetivo “convertir sexo en relaciones de amor, optimizar las interacciones en Tinder y liberar el lenguaje corporal en la seducción y en la cama”.
En 2004 Fisher desarrolló a pedido del portal de citas Match.com un algoritmo que permite a dos personas conocer el grado de compatibilidad que existe entre ambas. Esta es la teoría que sustenta a la Escuela y otros apps de citas populares como Tinder. Sin embargo, Manes advirtió que es importante repensar las expectativas que la gente deposita sobre estos sitios. “Si bien las nuevas tecnologías nos permiten obtener imágenes precisas de lo que pasa en el cerebro cuando nos enamoramos, tenemos que ser cuidadosos en la interpretación de sus resultados. En definitiva, sólo nos dan información sobre la relación entre la activación de un área cerebral y el estado de enamoramiento”.
Hasta la propia Fisher critica que estos sitios de citas están mal denominados: “Son, más bien, espacios para buscar personas disponibles, no para “matchear” iguales. Porque cuando se concreta el primer encuentro cara a cara, nuestros cerebros comienzan con el cortejo amoroso igual que lo hicieron durante el último millón de años”.