La percepción negativa sobre el estado de salud y el malestar psicológico se incrementaron entre los argentinos en 2014 respecto de 2010, según el último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina que realizó la Universidad Católica Argentina (UCA).
El capítulo “Estado y atención de la salud, recursos psicológicos y capacidades sociales” del relevamiento analizó la percepción de la salud y los hábitos preventivos de casi 5.700 hogares (entre 14 y 15 mil personas) de veinte conglomerados urbanos.
Entre las conclusiones se destaca que de cada diez adultos encuestados en el último año, cuatro manifestaron tener un problema de salud o una enfermedad crónica, como diabetes, cáncer o cardiopatías. Este déficit del estado de salud se incrementó 5,5% en el último quinquenio, diferencia que los autores del estudio calificaron como “altamente significativa”.
“Hay variables multicausales que podrían estar incidiendo. Sabemos que indicadores que refieren a estresores elevados, a malas condiciones socioambientales, a una mala prevención o control de la salud pueden incrementar el déficit”, le explicó a PERFIL Solange Rodríguez Espínola, coordinadora del capítulo.
Al analizar las diferencias de la percepción negativa de salud según las características individuales de los entrevistados hay brechas notorias. Las mujeres tienen una peor percepción de su salud que los varones (cuatro y tres de cada diez, respectivamente). Además, la declaración de un estado de salud deficitario se eleva, como es lógico, conforme aumenta la edad del encuestado. En efecto, el déficit se presenta en una de cada diez personas jóvenes, en cuatro de cada diez adultos de 35 a 59 años y en siete de cada diez adultos de 60 años o más.
“También pudimos observar que ser jefe de hogar o no haber completado el nivel educativo de enseñanza media son indicadores de mayor déficit del estado de salud”, manifestó la investigadora de la UCA.
Esta percepción de problemas de salud no se tradujo necesariamente en un aumento de la consulta médica profesional. El 13,2% de los encuestados manifestó no haber ido al médico en el último año, cifra que aumentó un 2% desde 2010.
Salud mental. Los investigadores relevaron también las condiciones emocionales y cognitivas con la que los argentinos enfrentan las tareas cotidianas y las relaciones sociales. Observaron que el llamado “malestar psicológico” aumentó un 3% de 2010 a 2014. Con una escala estandarizada para evaluar la salud mental (KPDS-10), detectaron que dos de cada diez encuestados refirieron padecer síntomas ansiosos y depresivos. Según los autores, esto tiene que ver con el contexto sociofamiliar, emocional o laboral, que incide en las estrategias que la persona tiene para afrontar la adversidad.
Este malestar, que no determina si existe o no un trastorno psicológico, es tres veces más alto en los residentes de una villa o un barrio de bajos ingresos que en la población de ingresos medios altos.
“A mayor precariedad laboral, es mucho más alto el malestar psicológico. En la clase media profesional no llega a uno de cada diez, en comparación al 35% de los encuestados de clase trabajadora marginal. El contexto laboral, el hecho de no tener un trabajo estable y con una calidad de empleo óptima, lleva a tener mayor sintomatología ansiosa y depresiva”, concluyó Rodríguez Espínola.
“Falta desarrollar conductas preventivas”
El estudio de la UCA también analizó factores que intervienen en los cuidados preventivos de la salud: no fumar y realizar ejercicio físico. En el primer caso, se observó una mejoría. Mientras que en 2010 el 30,1% de los encuestados afirmaba fumar cigarrillos, este número descendió al 25,8% en 2014. “Este descenso no es una gran virtud, ya que no bajó tanto comparado con otros países”, analizó Miguel Angel Schiavone, decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la UCA. “Faltan estímulos dentro de la sociedad para desarrollar conductas preventivas”, opinó.
Durante los cinco años analizados, casi siete de cada diez encuestados mencionaron no realizar ejercicio físico semanalmente. “Es el gran déficit de nuestro país. Aunque se han implementado políticas para combatir el sedentarismo, aún no hay mejoras”, afirmó Solange Rodríguez Espínola, investigadora de la UCA. Además, hay una brecha entre los distintos estratos sociales. “Las clases más bajas refieren menos tiempo de ocio. No se considera al ejercicio como el complemento de la salud, sino como algo recreativo”.