Ayer, cerca de la una de la mañana, todo era nervios y ansiedad en la sede central de la empresa de tecnología aeroespacial INVAP, en Bariloche. Un grupo de científicos argentinos contemplaba absorto un monitor donde el cohete chino LongMarch-2 despegaba y se hundía en el espacio. Allí montado viajaba el CubeBug-1, el primer nanosatélite argentino de plataforma abierta, con un valor hasta mil veces menor que un satélite tradicional y que fue lanzado con fines exploratorios. Al alcanzar una altura de 650 km, el nanosatélite desplegó sus antenas y comenzó a orbitar alrededor de la Tierra. Fue la culminación de tres años de arduo trabajo.
Sobre el exitoso lanzamiento, que marca un hito en la historia de las tecnologías de las comunicaciones aplicadas al espacio, PERFIL habló con su creador. "Pusimos algo en el espacio, está vivo y se está comunicando", dijo un eufórico Emiliano Kargieman, CEO de Satellogic, desde Bariloche. Pero, tras el lanzamiento, la alegría fue contenida hasta las 9 de la mañana de ayer cuando, desde Japón, el equipo recibió la comunicación del primer audio del CubeBug-1. "Pudimos comprobar que su telemetría (el correcto despliegue de las antenas, el estado de la batería, las cámaras) era satisfactoria. Cada vez que el satélite pasa por una estación terrena y podemos oír su señal, es un nuevo festejo", sostuvo Kargieman. Durante todo el día, el equipo analizó atento la señal que llegaba desde Holanda, Japón, China, Alemania y hasta se pudo escuchar en su paso cerca de las 11.20 de la mañana por Bariloche, donde Kargieman trabaja junto a otras diez personas.
El satélite, apodado El Capitán Beto (homenaje a la canción del grupo Invisible de Luis Alberto Spinetta), pesa dos kilos y tanto su software como el hardware son de plataforma abierta y estarán disponibles para aficionados e institutos de investigación. Es el primero de muchos nanosatélites que tendrán fines educativos, científicos y servirán para demostrar el funcionamiento de esta tecnología en órbita (ver recuadro).
Espacio abierto. El sueño de Kargieman es que todas las personas puedan acceder al estudio del Universo. "La posibilidad de fabricar satélites mil o diez mil veces más baratos que los satélites tradicionales marca un hito en la historia de la industria satelital. Este es el primer paso para democratizar el espacio. Hasta hoy, los costos de cualquier emprendimiento eran tan altos que redundaban en poca innovación para la industria. El CubeBug puede ser diseñado y fabricado por estudiantes universitarios en un cuatrimestre", aseguró.
El CubeBug-1 está construido con componentes electrónicos de consumo (similares a los de una tableta o teléfono celular) y una estructura de aluminio. “Nosotros los modificamos para construir componentes espaciales, como una computadora de a bordo, una rueda de inercia y una cámara de baja resolución que tomará imágenes de la Tierra y las estrellas”, explicó el científico. Algo así como un Google Maps, pero con video, que abre la posibilidad de pensar aplicaciones para analizar las plantaciones en el campo hasta detectores de lugares para estacionar el auto.
El Capitán Beto fue financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, y producido por la empresa Satellogic en colaboración con Invap.
Junto con el CubeBug-1 fue puesto en órbita ayer el satélite ecuatoriano NEE-01 Pegaso, el primero en la historia de ese país, lo que los convierte en los dos primeros nanosatélites de Latinoamérica. El viaje del CubeBug-1 se puede seguir en Twitter @cubebug1 con el hashtag #capitanbeto o a través del blog 1.cubebug.org.