Ya está anclado en el puerto de Mar del Plata, el buque Esperanza, el mayor de los barcos de la flota de Greenpeace. La nave, que arribó a las costas argentinas esta semana, llegó con el objetivo de promocionar algunas de las principales campañas que impulsa esta Organización No Gubernamental.
Lo que vuelve a esta visita especialmente atractiva para el público, es que el Esperanza está al mando de un capitán argentino: Daniel Rizotti, activista de Greenpeace desde hace dos décadas.
A Rizzotti lo acompaña una tripulación heterogénea, integrada por activistas de diez nacionalidades diferentes. Y no es el único argentino embarcado en esta misión. En el Esperanza también viajan otros dos voluntarios argentinos que trabajan como marineros y responsables del manejo de las redes sociales, como Facebook y Twitter, donde se refleja la actividad de estas expediciones.
Según explicó Rizzotti, “los barcos de Greenpeace siempre han sido instrumentos importantes para impulsar nuestras campañas ambientales en todo el mundo. Y en este caso, como capitán del Esperanza en este viaje, para mí es una enorme responsabilidad por el hecho de poder llegar a mi país y también poder contribuir a la defensa y preservación de nuestros bosques nativos”.
Justamente, el foco de esta iniciativa de difusión en la que está embarcada la ONG, se centra en la denuncia de una problemática muy concreta que Argentina sufre desde hace muchos años: la emergencia forestal.
Emergencia. Los especialistas de Greenpeace recuerdan que un informe publicado en 2015 por expertos de la FAO –un organismo de las Naciones Unidas– indica que nuestro país integra el triste “Top Ten” global de naciones que más árboles destruyen.
“Esto ocurre, entre otros motivos, porque no se cumple la Ley de Bosques, sancionada en el año 2007. A pesar de su vigencia, desde que fue promulgada ya se destruyeron 600 mil hectáreas de bosques protegidos”, aseguran en Greenpeace.
En consonancia con las ideas de la ONG, el buque Esperanza está especialmente adaptado para no dañar al medio ambiente.
Se le hicieron modificaciones y reformas como un sistema especial de combustible, capaz de evitar posibles derrames accidentales. Su planta motriz integra un sistema de propulsión diésel-eléctrico de alta eficiencia. Y el agua residual generada por la tripulación se procesa en un sistema de reciclaje que asegura que por la borda sólo se descarte agua no contaminada.
En su historia, el Esperanza tiene registradas muchas batallas ambientales. Desde su primera campaña, en 2002, hasta ahora recorrió varias veces las zonas árticas, documentando los efectos de la pesca indiscriminada, la explotación petrolera en mar abierto y los impactos del cambio climático. Y en el hemisferio sur, dentro del Santuario Ballenero Austral, ubicado en aguas de la Antártida, el barco se interpuso entre los balleneros japoneses y sus presas, para impedir que sean cazadas.