Existe una relación directa entre la cantidad de profesionales de la salud en una zona determinada y el estado sanitario de sus habitantes. Por eso, cuando el déficit de médicos y/o enfermeros se hace evidente, se transforma en un dolor de cabeza para las autoridades del lugar y se encienden todas las alarmas para buscar la forma de revertir esa situación complicada.
Algo de eso está pasando en la Argentina, como lo demuestra la incapacidad para cubrir 300 cargos de médicos de planta en hospitales bonaerenses –en áreas prioritarias como neonatología, terapia intensiva y obstetricia–, y la existencia de un desequilibrio notable entre diversas regiones del país en cuanto a la tasa de médicos por habitante, según se desprende del Análisis de la Distribución de Médicos Especialistas en la República Argentina, un extenso informe presentado a fines de 2015 por la Escuela Andaluza de Salud Pública junto al Ministerio de Salud de la Nación.
“El estudio es el primero de su tipo que se realiza en el país”, le dijo a PERFIL Isabel Duré, ex Directora Nacional de Capital Humano y Salud Ocupacional y una de las autoras del trabajo que reveló, entre otros datos, que mientras en la Ciudad de Buenos Aires hay 190 médicos cada diez mil habitantes, en Misiones hay 19 y en Formosa, 22. De hecho, mientras CABA reúne el mayor número de profesionales, el 75% de las provincias tienen menos de 44,4 médicos por diez mil habitantes.
“Este desequilibrio ya afecta el acceso a la salud en algunas zonas. Es más notable en los lugares en los que no hay oferta de formación de grado y se explica, en parte, porque los jóvenes suelen optar por ejercer la profesión cerca de donde estudiaron”, aseguró la administradora gubernamental. En 2012, dato que se usó para el trabajo, sólo 12 provincias contaban con facultades de medicina.
Cambios. Aunque el objetivo del informe fue generar un modelo que permitiera planificar las necesidades de formación de especialistas, y minimizar así el déficit (o superávit) de ciertas orientaciones, la radiografía del estado de situación nacional permitió comprobar, también, las nuevas realidades de una profesión que está mutando.
Esto se evidencia en médicos con menos interés por realizar guardias ante el pago insuficiente de honorarios y las condiciones laborables poco favorables; que le escapan a las residencias en los hospitales con mayores carencias (o ubicados en zonas marginales); y que ya no quieren especializarse en áreas tan fundamentales como demandantes: neonatología, medicina familiar, terapia intensiva, obstetricia, pediatría. “Hay una tendencia a elegir las especialidades que tienen procesos de trabajo más amigables, que son más compatibles con la vida, o que ofrecen una mejor remuneración”, indicó.
“Creo que el Estado debe intervenir en el proceso de planificación de las especialidades médicas, porque frente a su ausencia prevalecen las regulaciones corporativas. Hay que pensar cómo hacer confluir los intereses de los jóvenes con lo que necesita el sistema sanitario”, señaló Duré.
Y propuso algunas soluciones: “instalar facultades de medicina en provincias en las que no hay; fortalecer el proceso de especialización orientándolo a las necesidades del país a través de la residencia; modificar la modalidad de trabajo –con guardias de 12 horas y descanso posguardias, por ejemplo–, de manera de poder tentar a los profesionales”.
Otro dato interesante –y preocupante– que aportó el estudio realizado en sociedad con la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS) es que no todos los médicos que ejercen una especialidad están certificados. Como el título es habilitante –una vez que se cuenta con la matrícula–, los profesionales pueden ejercer igual una especialidad (sólo no se les permite anunciarse como especialista en una cartilla médica).
“Desde el punto de vista de la salud pública, no saber cuántos y qué tipo de especialistas tenés no permite planificar. Pero, además, la certificación implica un control de calidad: garantiza que el profesional pasó por un proceso formativo de calidad suficiente como para atender en esa especialidad”, reflexionó Duré, quien reclamó facilidades para ayudar a que los médicos se certifiquen.
Esta semana, profesionales de la salud de los hospitales bonaerenses realizaron un paro de 72 horas, cuyo eje fueron mejoras salariales. Pero ese reclamo no es más que la punta del iceberg de un conflicto mucho más profundo, que tiene que ver con un replanteo del propio quehacer médico.