No siempre es posible armar un equipo médico que sea capaz de realizar una operación quirúrgica segura, incluso simple. Ya sea porque el paciente reside en una zona alejada de los centros urbanos, o porque fue herido y está en un precario hospital de campaña, en el teatro de guerra. Incluso podría estar aislado en una estación espacial, orbitando a miles de kilómetros de la Tierra. En esos y muchos otros casos, que el médico cuente con un asistente eficiente para concretar la intervención puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
“En 2010, un alumno mío especuló sobre si sería posible desarrollar un robot capaz de interactuar, por medio de gestos y palabras, con un equipo de cirujanos y asistirlo con los instrumentos y otras tareas del quirófano”, le contó a PERFIL el argentino Juan Wachs, doctor en Ingeniería Industrial y profesor asociado en la Universidad de Purdue, EE.UU. “Empezamos a analizar la idea en detalle y concluimos que era posible desarrollar una “enfermera robótica”, que también oficiara como ayudante e “instrumentista quirúrgica”.
El trabajo no era un mero ejercicio teórico. Lo cierto es que, según Wachs, en todo el mundo se registra un déficit de profesionales de enfermería e instrumentistas. “Se trata de un trabajo agotador y las largas horas operando no sólo causan problemas físicos al profesional, sino que la tensión genera una alta tasa de síndrome de Burn Out en ese personal”.
El proyecto del instrumentista robótico tuvo que superar enormes desafíos. Wachs, criado en una familia porteña repleta de médicos, estudió en Israel y se perfeccionó en EE.UU, e invirtió incontables horas en quirófanos, analizando las rutinas y los procedimientos.
“Aunque el lego no lo imagine, el quirófano suele ser un espacio muy ruidoso atravesado por el sonido de equipos de monitoreo, respiradores, aire acondicionado y hasta hay médicos que operan escuchando la radio. Y, por supuesto, varias personas hablando al unísono”. De hecho, por el ruido, casi el 80% de la comunicación dentro del quirófano es no verbal. “Para poder comunicarse en forma eficiente, los equipos desarrollan procesos complejos de intercomunicación repletos de gestos y miradas que se cruzan entre cirujanos y asistentes y que van expresando qué, cuáles y cuándo necesitan los diferentes elementos de la operación, de acuerdo con el momento y el tipo de cirugía.
Eso significa que el “robot instrumentista” no sólo debe ser capaz de entender los pedidos del cirujano sino que también debe poder analizar imágenes y hacer análisis de video en tiempo real para que su algoritmo interprete toda la información.
“Incluso analizamos las ondas cerebrales y la actividad de los músculos del brazo del médico, para que el software pueda “predecir” con certeza lo que el experto puede necesitar y pedir en cada fase de la operación”.
Realidad virtual. Otro proyecto que mezcla ingeniería, computación y medicina que coordina Wachs y su equipo es la aplicación de diversas técnicas de realidad aumentada (RA) y realidad virtual (RV) tanto durante la operación como en el entrenamiento de jóvenes.
“Este desarrollo podría servir para ayudar a un cirujano general en una operación especializada –por ejemplo, una neurocirugía– si no hay un experto disponible. Y esto no es algo solamente pensado para operar a heridos en una batalla: hoy son cosas que se dan en zonas rurales, incluso en EE.UU”.
La idea de Wachs implica usar una tablet para ir aportándole al cirujano información específica. “Un neurocirujano instructor puede mostrarle en detalle cómo aprovechar los instrumentos para llegar a un coágulo cerebral en la forma más segura”. Aprovechar estas opciones se vuelve parecido a “teletransportar” al paciente a un centro médico avanzado.
“En no más de cinco años este tipo de herramientas serán algo común en los quirófanos y servirán para que un experto y un cirujano general puedan operar, aun estando a distancia, en forma mucho más eficiente”.