La expectativa de vida en Argentina aumentó casi cuatro años entre 1990 y 2015 gracias a la disminución de la mortalidad por enfermedades infecciosas y transmisibles. Sin embargo, este progreso resulta amenazado debido a la creciente cantidad de personas que sufren problemas de salud graves relacionados con hipertensión arterial, tabaquismo, obesidad e hiperglucemia. Esta es una de las conclusiones del Estudio Global de Carga de Enfermedades (GBD, por sus siglas en inglés) que publica este mes la revista médica The Lancet.
El trabajo fue dirigido por el Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud, un centro independiente de investigación de la Universidad de Washington (EE.UU.) y reunió a más de 1.800 científicos de 130 países. Se estimó que la expectativa de vida para las mujeres argentinas fue de 79,8 años en 2015, mientras que para los hombres era 73. En cambio, en el año 1990 las mujeres vivían un promedio de 76,1 años y los hombres 69. En el ranking general, la Argentina se ubicó por arriba de Brasil pero muy cerca de Uruguay. Andorra e Islandia ocuparon los primeros lugares.
¿Por qué creció la esperanza de vida en el país? “Básicamente debido a la disminución de la mortalidad por enfermedades infecciosas y transmisibles, principalmente las infecciones respiratorias bajas, y las diarreas; las afecciones propias del período neonatal y algunas enfermedades cerebrovasculares”, le explicó a PERFIL Alicia Lawrynowicz, a cargo del Departamento de Investigación en el Instituto Nacional de Epidemiología “Dr. Juan H. Jara” y una de las investigadoras argentinas que participó del trabajo.
Pero, vivir más años no significa vivir mejor, con más salud. El estudio halló que para las mujeres la expectativa de vida sana (los años que se vive sin pérdida funcional de la salud) para 2015 fue de 70 años, casi diez años menos que la expectativa de vida al nacer. “Es decir, que la mala salud resultó en una pérdida de casi diez años de vida sana. Si se compara la expectativa de vida sana para hombres entre 2005 y 2015 y por otro lado para mujeres en el mismo tiempo, sólo se observa un incremento de un año en cada caso”, sostuvo Cecilia Bahit, jefa de cardiología de Ineco Neurociencias Oroño (Rosario) y otras de las científicas argentinas que participó del estudio internacional.
Las principales causas no fatales de deterioro de la salud entre los argentinos fueron durante 2015: cardiopatía isquémica, dolor de espalda y cuello, enfermedades respiratorias bajas, ACV, trastornos depresivos y diabetes. “Prolongamos nuestra vida, pero vivimos con más condiciones que generan diverso grado de discapacidad, y eso nunca puede significar vivir mejor”, evaluó Lawrynowicz.
Cambios. La cardiopatía isquémica fue la principal causa de mortalidad en toda la región en 2015, siendo responsable de 62.856 muertes en Argentina. Le siguen las infecciones respiratorias bajas, el ACV, la EPOC y el cáncer de pulmón. Entre los cambios que se produjeron desde 1990 se destaca el descenso de las afecciones del período neonatal y las complicaciones del parto prematuro (ver recuadro). “Ha disminuido de manera importante la muerte por cardiomiocarditis y mioaptías, y entre los cánceres se observa un notorio descenso del cáncer de vesícula y vías biliares y estómago. Los accidentes viales, el cáncer de pulmón, la EPOC, los suicidios y la enfermedad renal crónica constituyen causas de mortalidad prematura en ascenso”, detalló Lawrynowicz.
Para la especialista, “estos cambios implican redoblar esfuerzos en materia de investigación, fortalecimiento de los sistemas de salud y desarrollo de estrategias y acciones tendientes a modificar los factores de riesgo íntimamente relacionados con la mayoría de las muertes y discapacidades que disminuyen nuestra expectativa de vida sana”.
Gran parte de la salud de las personas está determinada por factores de riesgo. En 2015, la hipertensión, el tabaquismo, el alto índice de masa corporal, el alto nivel de glucosa y colesterol estaban vinculados a la mayor pérdida de salud en Argentina. “En vista al futuro, las políticas de salud publica deberían estar dirigidas al control de estos factores de riesgo vascular y esta estrategia seguramente generará reducciones en la cardiopatía isquémica y en el ACV”, concluyó Bahit.