Es la gran estrella de la disciplina científica del momento. Se podría decir que Stanislas Dehaene es a la neurociencia lo que el tan mentado Rubius al mundo de los youtubers. Sin embargo, el prestigioso profesor del Collège de France, donde dirige la cátedra de Psicología Cognitiva Experimental que él mismo inauguró, no tiene pretensiones de divo: en su reciente visita a Buenos Aires no dudó en usar una bicicleta rosada que le prestaron para desplazarse desde el centro porteño hasta la Universidad Di Tella en Núñez, donde brindó una conferencia sobre su trabajo y, también, recibió a PERFIL.
Cordial, el ex director de Investigaciones en el Instituto Nacional Francés de Salud e Investigación Científica (Inserm) –considerado el máximo exponente en neurociencia del lenguaje–, se prestó a una charla en la que opinó sobre la forma en que muchas veces se aplican los conocimientos aportados por la neurociencia a cuestiones de la vida cotidiana. “La neurociencia es una gran luz que puede ayudar a resolver problemas de la sociedad. Pero hay una gran distancia entre la neurociencia y sus aplicaciones. Yo estoy muy interesado en aplicarla en educación, por ejemplo; pero no creo que sea una receta mágica. Ya sabemos bastante acerca de cómo hace el cerebro para leer, pero cómo traducir eso y llevarlo al aula es algo que se debe evaluar con mucho cuidado”, sostuvo Dehaene, matemático y doctor en psicología cognitiva.
—En Argentina se vive un verdadero boom de la neurociencia; hasta hubo científicos que llenaron teatros con gente que pagó para escuchar sus disertaciones sobre el cerebro…
—¿Pagaron? (sonríe sorprendido) Puedo entender el interés. Durante miles de años la gente ha querido saber acerca de sí misma; es algo que ya se ve en la tradición griega. Y creo que los neurocientíficos van detrás de esa misma búsqueda, una de las aventuras intelectuales más importantes de los siglos XX y XXI. Pero, desafortunadamente, como en todas las aventuras, hay engaños y falsificaciones, y uno tiene que tener cuidado sobre lo que lee en neurociencia. Se suele utilizar la imagen del cerebro para ofrecer explicaciones en cierta forma simplistas, algo que personalmente no me gusta demasiado. Con todo, es cierto que cuando se bucea en la profundidad de los circuitos cerebrales surge un gran conocimiento acerca de quiénes somos.
—¿Y qué opina sobre la dependencia actual a las neuroimágenes?
—Creo que son una revolución científica. Nos dan información muy valiosa sobre el cerebro humano, al que no tenemos otras maneras de acceder. Gracias a ellas, nuestro conocimiento del cerebro aumentó dramáticamente en los últimos veinte o treinta años. Pero, sí, hay un abuso de ellas. Existe una creencia errónea de que las imágenes cerebrales son más confiables que los experimentos psicológicos. Y es al revés, sin un buen experimento, la imagen que se obtiene no significa nada. La gente debería ser un poco escéptica acerca de lo que se le dice a partir de una neuroimagen.
Limitaciones. —¿Es cierto que internet y Google causaron cambios en el cerebro como nunca antes?
—Diría que cambiaron la forma en la que accedemos a la información, pero si el chico no aprendió bien a leer, internet y Google no pueden hacer nada por él. Por eso hoy es más importante que nunca que la escuela primaria trabaje mejor: es clave que los niños adquieran mayores capacidades numéricas y con las letras para beneficiarse de las habilidades informáticas superiores. Las investigaciones demostraron que la noción de “nativo digital” es falsa. Tampoco es cierto que los niños sean mejores haciendo dos cosas a la vez. Hay limitaciones básicas del cerebro; el sistema global de la conciencia se limita a una operación por vez.
—¿Y por qué están tan extendidas las ideas de “nativos digitales” y “multitasking”?
—Es una ilusión. No se puede ser consciente de lo que no es consciente. Cuando uno está haciendo dos tareas, hace una y luego la otra. Estoy seguro de que la gente que trata de entrenarse para hacer multitareas lo que va a lograr es distraerse más. Es muy importante que las escuelas continúen enseñando las cuestiones básicas: a concentrarse, las letras, los números… Hacer muchas cosas a la vez estresa el cerebro. Literalmente, se lo fuerza a ir más allá de lo que puede procesar.
El proceso de la lectura
En su nuevo libro, Aprender a leer (Siglo XXI), Dehaene plantea que para lograr la lectura el cerebro humano debió recurrir a un “reciclaje neuronal”: ciertas neuronas se reorientaron y tuvieron que abandonar su función previa. “En ese sentido, estamos reutilizando algo viejo. Con mi equipo descubrimos que debimos cambiar el sistema de reconocimiento facial: reorientamos el reconocimiento de caras y ahora lo concentramos todo en el hemisferio derecho, porque con el izquierdo leemos”, sintetizó el experto. Y agregó: “Con la lectura empezamos a usar nuestra visión para acceder al sistema lingüístico, y esta es una invención increíble, que transformó a nuestra sociedad”. Según explica Dehaene, esta reorganización del sistema visual se nota en que para aprender a leer hay que poder distinguir las llamadas imágenes en espejo: la “b” de la “d”; la “p” de la “q”. “Nacemos con un sistema visual que le dice al chico que son lo mismo. Cuando aprendimos a leer tuvimos que poder desaprenderlo”.