Pocas patologías han atravesado tantos cambios médicos y sociales, en apenas un puñado de años como la disfunción eréctil (DE), entendida como la dificultad para lograr y mantener una erección.
Desde que la FDA aprobó el uso del sildenafil (más conocido como Viagra) en 1998, salió a la luz que se trata de trastorno muy frecuente, y que no solo afecta a quien la padece sino también a su pareja.
Esto incentivó una gran cantidad de investigaciones y avances médicos, que todavía continúan. De hecho, esta semana se presentó en la Argentina una nueva opción terapéutica. Se trata de un dispositivo tecnológico que genera ondas de choque de baja intensidad para tratar la disfunción eréctil de origen vascular. El equipo fue aprobado por la Anmat en diciembre de 2012 y ya se está comprobando su efectividad en los primeros 25 pacientes argentinos.
“Los datos epidemiológicos más confiables indican que el 52% de los mayores de 60 años sufren una incapacidad para lograr una erección que les permita una relación sexual satisfactoria”, le resumió a PERFIL Amado Bechara, jefe de Unidad de Urología del Hospital Durand y profesor en la UBA. Y si bien la DE puede tener diferentes causas, en seis de cada diez casos el problema es de origen vascular, con alteraciones en el flujo de sangre que entra y sale del pene.
“Por ahora, el tratamiento usual son los fármacos orales de la familia de los inhibidores de la enzima fosfodiesterasa tipo 5, (sildenafil, tadalafil y vardenafil) que potencian la relajación de los músculos lisos del pene, claves para la erección”. Pero el especialista aclaró que, “en el consultorio vemos que del 30 al 40% de los pacientes con disfunción eréctil no responden a estos medicamentos. Por eso se están desarrollando otras ideas terapéuticas”.
En Argentina, el Instituto Médico Especializado, dirigido por Bechara y Adolfo Casabe, está llevando a cabo una experiencia para determinar la eficacia de este nuevo tratamiento. “Utilizamos un equipo que genera ondas de choque de baja intensidad, una técnica inspirada en los aparatos que se usan desde hace años para disolver cálculos de riñón”. Estas ondas ayudan a reactivar la circulación sanguínea en la zona, debido a su efecto angiogénico, “que favorece la generación de nuevos vasos sanguíneos”.
Según Bechara, “se comprobó que aplicarlo es seguro, no tiene efectos secundarios y es indoloro. Y -por ahora- los ensayos que estamos terminando sobre un grupo de 25 pacientes voluntarios, están mostrando resultados alentadores, aunque todavía no podemos sacar conclusiones definitivas”. El experto agregó que “revisando la literatura médica reciente, se encuentra que tiene una tasa de éxito del 60 al 75%, en pacientes que no respondían al tratamiento oral”. Sin embargo, aunque los resultados son alentadores, “todavía falta hacer estudios que determinen si estos se mantendrán en el largo plazo”.