Uno de los avances más recientes y prometedores de la medicina personalizada son los análisis que buscan marcadores genéticos, sitios de ADN que varían de una persona a otra, para predecir, prevenir y tratar enfermedades. Pero en los últimos años la misma técnica está comenzando a usarse en otro campo: el deportivo.
Porque a partir de un test de ADN, que se realiza a partir de una muestra de saliva, hoy se puede saber cuál es el ejercicio físico más adecuado para cada persona y ayudar a deportistas profesionales y amateurs a mejorar su performance y hasta prevenir lesiones. “Hacerse un estudio genético y analizar los resultados con la ayuda de profesionales capacitados, puede brindar indicaciones precisas que faciliten rendir más, mejorar su nutrición y cambiar su entrenamiento para prevenir lesiones”, le resumió a PERFIL el deportólogo Pablo Corinaldesi, director médico del Racket Club.
Este tipo de estudios genéticos se están volviendo populares en todo el mundo. Si antes eran utilizados por jugadores profesionales, hoy son una herramienta para cualquier persona que se ejercite. En Argentina, se ofrecen a un costo de $ 7.200. Tras su toma, el ADN se envía a EE.UU., pero sus resultados son analizados por un especialista local, considerando antecedentes y hábitos personales, para elaborar recomendaciones médicas y deportivas. Según los expertos, analizar el tipo de variantes genéticas (polimorfismos) de quien practica deportes abre muchas posibilidades. Por ejemplo, orientar a qué puesto conviene especializar a un futbolista. “Podemos identificar si posee variantes en su gen ACTN3. Eso indica que podría estar mejor preparado para ocupar la función de un número cinco, posición que requiere un jugador de gran explosión física, pero también soporte aeróbico”, explicó Corinaldesi.
Otra información que ofrece el ADN es como disminuir lesiones. En muchos deportes los preparadores físicos prescriben entrenamiento subiendo y bajando rampas de arena para mejorar la potencia de piernas. “Ciertos perfiles genéticos corren mayor riesgo de sufrir daños inflamatorios musculares provocados por el esfuerzo del movimiento al bajar la rampa. Un entrenador que sepa cuáles jugadores son proclives a estas lesiones podría indicar otros formatos de trabajo personalizados”, sostuvo el médico.
Un punto clave de la naciente genética deportiva es que no sólo sirve para la alta competencia. Según Viviana Bernath, doctora en biología molecular y directora del laboratorio Zoigen, son estudios que pueden aprovechar cualquier persona que entrene y compita en forma recreativa: “no sólo es una ayuda al deportista. Conocer la carga genética y a qué enfermedades se es más proclive, permite hacer mejor prevención en salud y bienestar”.
Bernath explicó que si el nutricionista conoce el perfil genético de su paciente y lo combina con sus hábitos de alimentación y sedentarismo) puede diseñar una dieta más efectiva para controlar el peso o predecir si el ejercicio ayudará con la hipertensión o el colesterol. Inclusive, conocer la predisposición a tener niveles normales o bajos de micronutrientes y conductas como el picoteo entre comidas. “Todo eso, interpretado por un profesional, puede generar un programa efectivo para mejorar la expectativa y la calidad de vida de una persona”, manifestó la genetista.
Un artículo de la revista British Journal of Sports Medicine recuerda que la discusión sobre si un deportista “nace o se hace” es antigua: en 1869 Francis Galton afirmó que la capacidad de una persona estaba condicionada por la herencia. En cambio Anders Ericsson, de la Universidad de Florida, afirma que cualquier persona sana puede llegar a la alta competencia si practica en forma constante, por más de diez mil horas. La evidencia científica más reciente indica que inclinarse ante uno de los extremos es erróneo.
En 2006 la ciencia apenas había identificado media docena de marcadores genéticos relacionados con la nutrición. Hoy se conocen casi 200, con datos sobre cómo reaccionará el metabolismo a la alimentación, al entrenamiento y la proclividad a lastimarse. “Analizar la genética personal abre un camino que le evita al deportista perder mucho tiempo con pruebas y errores, que se expresan luego en su performance”, concluyó Corinaldesi.