Hace sesenta años apareció en Londres la novela 1984, de George Orwell. En Inglaterra vendió 50 mil ejemplares en tapa dura y en EE.UU. se vendieron casi 400 mil ejemplares en el primer año. Hoy nadie sabe cuántos millones se vendieron en ediciones legales y piratas. La novela puede no ser la mejor literatura, pero es una de las que más han influido. Ha sido adaptada para la radio, la televisión y el cine, usada como texto de estudio, analizado y plagiado.
La fuerza de la novela surge de su lenguaje y de los giros que instaló en el uso diario, no tanto por su metáfora de una sociedad que combinaba lo peor de Hitler y de Stalin. El concepto de “gran hermano” está vigente en el discurso de la actualidad (para describir un grupo de personajes para quienes la ideología es irrelevante y el poder es todo), no tanto las ideas de la “policía del pensamiento” o el “nuevo idioma” (las dos últimas se usan con frecuencia en inglés), entre otras, pero son todos conceptos centrales de la imaginación popular que instaló 1984. Importante es que Orwell (seudónimo de Eric Blair, 1903-1950) no buscó pasarle una mano de bleque al socialismo, mucho menos al Partido Laborista inglés (como se insinuaba en los EE.UU.), y a ese efecto llamó a su abogado para dejar una declaración jurada.
Lo triste de tan formidable creación fue que Orwell sabía que se moría mientras escribía. Para lograr la novela, iniciada en 1948, se refugió en una choza húmeda en la isla escocesa de Jura, produciendo cuatro mil palabras por día en su incomprensible manuscrito que él mismo tenía que pasar a máquina luego. “La tragedia de la vida de Orwell fue que a un paso del éxito estaba moribundo”, escribió en 1961 su amigo y compañero de colegio, el crítico Cyril Connolly (1903-1974). La pulmonía, por entonces tan común, lo abatió seis meses después de aparecido el libro.
Se equivocó fiero en muchos de sus presagios de cómo estaríamos en 1984, 35 años después de la publicación. Pero eso no subestima la novela que en muchas formas cambió al mundo.
*Ombusman de PERFIL.