Con todo el jaleo que se armó porque Diego Maradona –inesperadamente aun para quienes lo frecuentan– eligió a Oscar Ruggeri como uno de sus colaboradores directos, casi nos olvidamos de que en el horizonte cercanísimo está el debut del Diez como técnico de la Selección. El partido será el próximo miércoles en el Hampden Park de Glasgow (escenario del primer choque de Celtic y Racing de 1967) contra Escocia.
El equipo británico es de cuidado. Está segundo en su grupo clasificatorio para el Mundial, que comparte con Holanda y Noruega como principales escollos en el camino a Sudáfrica 2010. Justamente, contra Noruega se presentó por última vez, el 11 de octubre, e igualó 0 a 0. Tiene a sus jugadores repartidos entre el Celtic local y la Premier League inglesa. El capitán Darren Fletcher es el más conocido: es compañero de Carlitos Tevez en el Manchester United. En orden de trascendencia, lo siguen los hombres del Celtic: Gary Caldwell, Scott Brown y la doble punta que forman Shaun Maloney y Barry Robson. Su entrenador, George Burley, tiene una historia interesante en el fútbol inglés: dirigió al Southampton entre 2005 y 2007 y es el técnico escocés desde el 28 de enero de este año. Condujo al equipo en seis partidos, de los cuales ganó 1, perdió 2 y empató 3. Más allá de que los números de este año no impresionan, Escocia fue, históricamente, un referente de los equipos europeos de segunda línea. Tiene una localía fuerte y jugadores veloces.
Justamente, velocidad es lo que le faltó al equipo de Basile y lo que Maradona pretende recuperar. Las presencias de Jonás Gutiérrez, Lisandro López, Maxi Rodríguez y Lavezzi dan una pista en este sentido. Angel Di María también podría ubicarse en esa línea, ya que integró la primera lista de Diego, pero se fisuró el peroné en un partido contra el Galatasaray y quedó afuera.
De todos modos, Maradona no dio ni media pista de cómo jugará su equipo. Uno lo imagina más apretado entre sus líneas, a diferencia del larguísimo equipo anterior. O sea, retrocediendo y avanzando con mucha gente. Diego está criado en un ambiente en el que se respeta mucho al rival, por más modesto que sea. A partir de allí, se crea una táctica y una estrategia defensivas y se intenta neutralizarlo. Por supuesto, está la idea de tener la pelota todo el tiempo que se pueda y recuperarla lo más cerca posible del arco rival, pero el fútbol es impredecible y lo mejor es estar preparado para soportar cualquier contingencia.
Maradona tampoco dio pistas sobre la formación. Esto, supongo, tendrá que ver con la limitación en las convocatorias locales. Porque todo el mundo se enoja con el Barcelona porque es duro para ceder a Messi, pero los técnicos de la Selección, desde Passarella hasta el actual, tuvieron más problemas con los dirigentes argentinos que con los de afuera. Por los compromisos decisivos por el torneo local y la Copa Sudamericana, no pueden estar Riquelme, Battaglia, Verón y Angeleri. Esto dio lugar a las inexplicables convocatorias de Villagra y Montenegro (dos de los jugadores con más flojo rendimiento en nuestro torneo) y al anunciado llamado a Emiliano Papa. Igual, hay presencias casi inevitables: Carrizo, Zanetti, Demichelis, Gago, Mascherano, Agüero, Tevez y alguno más, son número puesto.
El esquema de juego es una incógnita, Diego nunca dijo cuál eligió. La cercanía de Bilardo podría sugerir una defensa con tres, cinco volantes repartidos entre la creación y la lucha (Mascherano, Gago, Lucho González, Jonás Gutiérrez y Maxi Rodríguez) y dos delanteros veloces, con volantes que lleguen por afuera. Si uno repasa la lista y piensa en Lucho González, Jonás Gutiérrez y Maxi Rodríguez para acompañar a los de arriba, es muy probable que juegue así. Pero habrá que ver qué idea tiene Diego. Esto es un misterio, la última vez que dirigió a un equipo fue a Racing en 1995. Y, desde entonces, mucha agua corrió bajo el puente.
Lo que Maradona garantiza es que intentará transferirles a los jugadores actuales, aunque sea una mínima parte del amor por los colores que el Diez llevó adelante en todo el planeta y durante cuatro Mundiales. Y es muy probable que tenga éxito.
Lo otro que tiene que suceder es que todos se tranquilicen y trabajen en paz. Grondona no puede ponerse como se puso por un ayudante de campo, Bilardo no puede aparecer a las doce y media de la noche en un noticiero deportivo para aclarar que el técnico no renunció, Maradona debió haber aclarado que no desertó bastante antes de ir a saludar a los tenistas de la Davis a Mar del Plata. Venimos de un tiempo difícil para el plantel argentino, de un lapso en el que no se trabajó bien, en el que la distancia entre entrenador y futbolistas fue más amplia que la conveniente, de un tiempo duro, de muy mal juego.
Soy de los que cree que Diego puede darle a este equipo el valor agregado que fue incapaz de inyectarle Basile. Pero tienen que acabar ya las luchas intestinas. Si Diego quiere como ayudante a Ruggeri (fue un referente de varias Selecciones argentinas, no lo olvidemos), no es serio que el tema represente un problema de Estado. Grondona se equivocó demasiado en estos últimos tres años como para instalarse en un capricho semejante. Llegó la hora de sentarse, dejar de lado las miserias personales y pensar en la camiseta celeste y blanca. Ya lo hicieron en 1986. No hace falta que recordemos aquí lo bien que terminó la historia.