Salvo para algunos miembros de la clase media tilinga –la que dice que en este país no se puede vivir y revienta los hoteles y las rutas en vacaciones, por ejemplo–, Diego era intocable. Aquellos primeros goles que metió en Argentinos Juniors, la tarde de los cuatro goles a Gatti, cuando en la previa lo había llamado “gordito”; la tarde del debut con la camiseta de Boca contra Talleres en la Bombonera; su exitoso paso por la Selección, el Mundial de México, el gol a los ingleses, el pase a Caniggia contra Brasil en el Mundial del ’90 lo convirtieron, a los ojos de los futboleros de ley (que no tienen nada que ver con los mamarrachos de los foros de Internet, en donde se vomita más de lo que se opina), en el más grande ídolo nacional del fútbol.
De esto no hay dudas, más allá de que, últimamente, suele comparárselo con Messi. El crack del Barcelona hasta ahora no jugó bien ni un solo partido importante con la camiseta argentina. Lo que haga con el Barcelona es bárbaro, muy lindo, pero nosotros nacimos acá y el Barcelona –que es de España– nos importa un bledo. Nos importa Messi sólo con la celeste y blanca, y con ésa no jugó bien jamás cuando se lo necesitó. Es de esperar que lo haga en el Mundial y que Argentina lo gane gracias a Messi, pero aún no se vislumbra que ese jugador del Barça vaya a jugar así en el equipo argentino.
Los defensores unidos del Pulga dicen que Messi no juega bien porque “el equipo no lo ayuda”. No vamos a dar la formación del Argentinos Juniors subcampeón 1980 en el que jugaba Diego, porque parecería una burla a los compañeros de Diego y no es el punto. Pero estén seguros de que no jugaban Demichelis, Tevez, Mascherano, Higuaín, Agüero ni Verón, por mencionar sólo una parte. Estos son los compañeros que hoy tiene Messi en la Selección.
Entonces, se dice que el equipo no tiene funcionamiento. Esto es cierto, pero ¿sólo por eso no juega bien Messi o es una manera de salvar a Messi y matar a Maradona? La verdad es que a Messi lo marca mejor un defensor de Paraguay que un zaguero del Málaga o del Getafe. Tómense el trabajo de observar la aburridísima Liga Española los fines de semana y vean lo mal que los defensores de los equipos de España marcan al jugador argentino. En cambio (vuelvo al ejemplo de Paraguay), el Tata Martino lo esperó con marca escalonada. Entonces, Messi gambeteaba a uno y ya estaba el otro. Y si pasaba, había un tercero. Al llegar a este punto, Messi estaba herido e, indefectiblemente, perdía la pelota. O sea, no es porque “en el Barça tiene a Xavi e Iniesta”, porque “el técnico es un idiota que arma mal el equipo”, porque “le pesa la responsabilidad”… Es porque en España no lo marcan y acá sí. Es un problema que se resuelve con entrenamiento, no es tan grave. Pero todavía lo tiene y es una de las razones por las que no trasciende en la Selección argentina como en Barcelona.
Punto para este tema. Ojalá que Messi la rompa en Sudáfrica porque es un jugador excepcional. Jamás como Diego, pero es nuestro as de espadas y hay que cuidarlo. Cuidarlo no es mentirle, diciendo que es el mejor del mundo y que los demás son todos estúpidos. Puede ser el mejor del mundo como puede que no (la elección de France Football no es palabra santa), pero está entre los mejores y eso debería alcanzarnos. Para pelear un título de indiscutido, debe jugar el Mundial como el mejor de todos con la celeste y blanca. Y aún no lo hizo.
Maradona es valiente, en un punto, porque bajó del púlpito de mejor jugador de la historia a exponerse como entrenador, con toda la endeblez que ese cargo tiene en el fútbol de hoy. Pero tiene un enorme problema: nadie lo ayuda. O, lo que es aún peor, le soplan mal. El papelón que Diego pasó al confeccionar la lista para jugar un partido de entrenamiento con Jamaica el próximo miércoles limó su relación con la AFA y con la gente, sin necesidad. Se presentó la lista y en ella figuraban José Sosa, Boselli, Clemente Rodríguez y Enzo Pérez, cuatro jugadores de Estudiantes. El equipo de Alejandro Sabella tenía un inconveniente para ceder a los jugadores: el jueves 11 de febrero jugará por la Copa con Juan Aurich, de Perú. Entonces, Diego tuvo que sacar a los cuatro y reemplazarlos. Bilardo “es” Estudiantes. ¿Cómo es que se le escapó este “detalle”? ¿Cómo supuso que Estudiantes le iba a dar los jugadores para un partido amistoso con Jamaica, resignando chances en la Copa? Ayer, el Narigón salió a decir que él dijo “los llamamos y vemos”, pero nadie le creyó. Si lo que dice Bilardo fuera cierto (“los llamamos y vemos”), ¿por qué no se convocó a jugadores del resto de los equipos que disputarán la Copa, por qué no se los “llamó y vieron”?
¿Ustedes creen que al propio Bilardo en sus tiempos de técnico, a Menotti, a Passarella o al Loco Bielsa les hubiese pasado una cosa así? Menotti, por citar un caso, armó una Selección del interior con jugadores menos conocidos que éstos para la Copa América de 1975 y, sin embargo, todo el mundo sabía quién podía ir y quién no.
La cuestión fue que los suplieron con Canuto, Jesús Méndez, Toranzo y Juan Pablo Pereyra, el grandote que juega en Atlético Tucumán. Alguien –no sabemos todavía quién, pero Bilardo seguro que no– avisó que Pereyra estaba convaleciente de una operación en el tabique nasal. Otro descuido inútil. Jugarse la credibilidad, tantear el hartazgo de Julio Grondona, por una convocatoria para un partido con Jamaica es realmente estúpido. Cuando se supo lo de Pereyra, no había nadie en Ezeiza. Un llamado desesperado de Diego al celular de Bieler completó la lista.
Estamos preocupados. El mejor jugador del equipo nunca juega bien y el DT está muy solo en sus cavilaciones. Los dos cometen un error parecido: quieren hacer todo solos. Y no se dan cuenta de que alrededor hay gente que tiene la obligación de ayudarlos.
En el caso de Leo, sus compañeros. En la situación del Diez, sus ayudantes y, sobre todo, Bilardo.
Más preocupante que las 101 convocatorias es no saber qué equipo saldrá a la cancha contra Nigeria, en Sudáfrica, buscando la gloria que se nos está escapando desde el ya lejano 1986.