La reciente operación denominada por la prensa adicta al régimen como Cuadernos K2 tiene dos objetivos centrales: desplazar de la agenda de medios las evidencias del deterioro socioeconómico creciente, en particular tras la última megadevaluación, y detener la erosión que sobre el Gobierno en general y la figura de María Eugenia Vidal ( Mariu) en particular supuso el escándalo de los “aportantes truchos”, episodio aún inconcluso en su desarrollo.
Demeritar la figura de Cristina Kirchner frente a su notable crecimiento electoral –que ya alcanza el 40% de la intención de voto–, uniéndola por primera vez en la saga de operaciones jurídico-mediáticas a prácticas de corrupción, ya que en ninguno de los capítulos anteriores de la serie había sido involucrada.
Los efectos sobre la opinión pública de esta nueva operación jurídico-mediática son menos que discretos.
Era de esperar, sucede con todos los gobiernos. La ritualización y repetición sine die de estrategias que en su momento resultaron exitosas pierde fortaleza en el tiempo y sus efectos de sentido se angostan al límite.
Así las cosas, el actual oficialismo y su sistema de medios afines (casi todos), tras dos años y medio de gestión con resultados paupérrimos (se tome el indicador que se tome y lo mida quien lo mida), ya no logra interpelar exitosamente a segmentos comunitarios amplios, por lo que los efectos de sentido de estas maniobras reiteradas se encapsulan en su núcleo duro o más concentrado, sin expansión al resto de la ciudadanía.
Asistimos al espectáculo habitual que sucede inexorablemente con los gobiernos que no dan respuestas positivas a las demandas ciudadanas mejorando las condiciones de vida material: se repliegan en sí mismos hasta ser sostenidos solo por aquellos que constituyen su feligresía, que hacen del acompañamiento una cuestión de fe. No es poco, tampoco demasiado. Con los feligreses solos no alcanza, sin los feligreses no se puede.
Mientras las operaciones se suceden con éxito declinante, sin embargo surgen informaciones acerca de la marcha del ajustazo neoliberal de notable trascendencia y no vinculadas al sistema de información, generado en los medios oficialistas datos que por sí solos ya pintan bien el tipo de gobierno que lleva adelante la Segunda Alianza, ahora denominada Cambiemos.
Una información muy relevante, por caso, surge del último estudio sobre gasto consolidado realizado por el Instituto de Trabajo y Economía de la fundación que lleva el nombre de Germán Abdala, en homenaje al inclaudicable dirigente sindical, de cuyo fallecimiento el pasado 13 de julio se cumplieron 25 años.
Como se observa en el gráfico que acompaña esta columna sobre el total del gasto devengado en el primer semestre del año 2018, ya bajo el macriato neoliberal, en comparación con el mismo período del año 2015, aún durante el gobierno popular-democrático de Cristina Kirchner, las transferencias destinadas a educación, vivienda, transporte y salud cayeron 1 pp promedio, mientras las destinadas a energía se desmoronaron 9 pp, transfiriéndose obviamente el “gasto estatal” hacia el bolsillo de los consumidores de a pie, dominantemente vía el aumento desmesurado e incontrolable de tarifas que sufrimos cotidianamente.
No todo fue ahorro, sin embargo. En el mismo lapso, los pagos de intereses de la deuda pasaron de representar el 8% del total del gasto consolidado al 16%, duplicando el peso en solo dos años y medio de gestión macriana, marcando un récord histórico en la velocidad y magnitud del incremento.
Así es que fija las prioridades el gobierno neoliberal en su versión cambiemista, determinando dónde y sobre quiénes “ahorra” y dónde y sobre quiénes “gasta”, estableciendo un estricto sistema de exclusiones y privilegios que podemos condensar en esta sentencia con muy lejanos bemoles populistas: “Para los acreedores todo, para los consumidores ni justicia”.
No es acaso un bajonazo, estimados lectores de PERFIL? A propósito, ¿cuánto les llegó de gas?
*Director de Consultora Equis.