El resultado de la votación interna para elegir autoridades partidarias de la UCR de Buenos Aires dejó contentos a los neoalfonsinistas, que se impusieron por un margen no muy amplio al sector de la conducción que responde a Gerardo Morales, a Elisa Carrió y al socialismo. Los derrotados, decepcionados. No se sabe cómo digieren esto otros dirigentes de la conducción nacional partidaria; algunos comentaristas imaginan que no es el resultado que preferían. También algunos comentaristas imaginan que Néstor Kirchner está contento.
Parece ser un signo de estos tiempos que los resultados de las elecciones sorprendan a los observadores expectantes. El resultado de la votación sugiere lo que por otros indicios ya era anticipable: muchos afiliados radicales de vieja cepa (y posiblemente algo viejos de edad) veneran el nombre Alfonsín y no quieren a los radicales K ni a los dirigentes a quienes responsabilizan por la derrota de 2003. Los no afiliados al radicalismo tienden a preferir a Cobos; los intendentes hoy cercanos a él hasta ahora ganan elecciones, y algunos de ellos ganaron en esta interna en sus municipios; pero en general, cuando vuelven al antiguo partido no se los recibe con aplausos. Y casi nadie se pondría contento si los dirigentes de los tiempos de la declinación radical ganasen elecciones.
La línea dominante en los análisis de la prensa es que el resultado perjudica las posibilidades de Cobos e impulsa una posible candidatura presidencial de Alfonsín. Las encuestas conocidas –anteriores a esta elección– muestran otra cosa: en los escenarios de ballottage detectables hoy, Cobos podría enfrentar a Kirchner con posibilidades ganadoras en una segunda vuelta presidencial, Alfonsín no (Carrió tampoco). Es incierto cuál podrá ser el efecto de esta interna sobre las tendencias de la opinión pública. Por lo tanto, si esta votación interna sugiere algo, es que si Cobos aspira a ser un candidato radical, debería surgir de un consenso –que a partir del domingo pasado parece más problemático– o de una interna presidencial abierta, donde el voto de no afiliados supere en cuantía al de afiliados. Si fuese cierto que a Kirchner la candidatura de Alfonsín le place más que la de Cobos, ésa sería una razón más, entre varias otras, para que la ley de internas abiertas no se aplique en 2011.
Las elucubraciones sobre las consecuencias de esta interna para la elección presidencial de 2011 son todas prematuras. Lo concreto es que la interna ha proporcionado información relevante. A partir de este dato, y de todos los otros datos de la realidad actual, cada grupo político y cada posible candidato deberá reconsiderar su estrategia. Aun más interesante: podría suceder que algunos grupos descubrieran que necesitan una estrategia.
Al convocar a una interna partidaria en este tiempo de no partidos, la UCR ha dado un paso importante, que abre oportunidades pero también riesgos. La oportunidad es que ahora aparece en la escena un partido que decide quiénes son sus autoridades en democracia interna, algo que hace mucho no se ve en la Argentina. Por ese camino, el partido puede fortalecer su organización; debería también abrir sus padrones y depurarlos, nutrirse de ciudadanía y ofrecer un modelo de construcción de una oferta electoral. Eso podría darle una ventaja competitiva notable. Sería un paso hacia la superación de la política de dirigentes personalistas y de construcción mediática que prevalece desde hace años en nuestro país y que no ha dado resultados positivos.
El riesgo es que, apurando los tiempos, la UCR inicie prematuramente las disputas por la candidatura presidencial, desgaste a los posibles candidatos y se instale en las percepciones de la opinión pública como un grupo que vuelve a la vieja política. El mayor costo, si esto ocurriese, seguramente lo pagarían el hoy popular Julio Cobos y sus aliados –porque son quienes tienen más para perder–. Cobos está ante una decisión crítica, la cual le exige medir los tiempos con alta precisión; si se lanza antes de tiempo, puede exponerse a un desgaste prematuro; si espera demasiado, el espacio puede ser ocupado por Alfonsín. Este también está ante un dilema. Porque ganó una interna para elegir autoridades y ahora se ve propulsado a una candidatura a todas luces a destiempo.
Algo parece claro: para la mayor parte de la sociedad, las candidaturas presidenciales no tienen apuro, Cobos está muy bien donde está –en la vicepresidencia, contrabalanceando al Ejecutivo– y Alfonsín restituye a su partido su ícono más venerado. Convertir esto en el preámbulo de una competencia por las candidaturas pondría todo eso en riesgo. Pero tarde o temprano, la competencia será saludable; el riesgo es que nadie sabe cuándo, si temprano o tarde.
*Rector de la Universidad Torcuato Di Tella.