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Aborto cultural

¿En qué se reconoce una política cultural? En sus efectos reales o imaginarios. No importa lo que pensemos de la recuperación de una estación de ferrocarril abandonada y su uso para propósitos culturales; se trata de una intervención cuyos efectos pueden preverse. Constituye, pues, una herramienta de política cultural.

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¿En qué se reconoce una política cultural? En sus efectos reales o imaginarios. No importa lo que pensemos de la recuperación de una estación de ferrocarril abandonada y su uso para propósitos culturales; se trata de una intervención cuyos efectos pueden preverse. Constituye, pues, una herramienta de política cultural.
El designado y casi al mismo tiempo depuesto ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Luis Hernán Rodríguez Felder, había anticipado algunos de los principios que regirían su gestión, y con eso alcanzó para que sus alarmados patrones tuvieran que expulsarlo nonato.
La corporación cultural y artística de Buenos Aires se había pronunciado en su contra con argumentos erráticos, mezquinos y de una sospechosa unanimidad, y hoy lee el aborto cultural como una victoria propia.
Pero aunque ninguna figura notable hubiera levantado su dedal en contra de Rodríguez Felder (como casi nadie lo hizo cuando el alcalde Ibarra tuvo que enterrar a casi doscientos jóvenes y un silencio de muerte se abatió sobre el mismo gallinero que ayer nomás agitó sus coloridas plumas en nombre de la “vanguardia” de Estado y el arte “independiente”), fueron tantos los desatinos que propuso, que su candidatura no podía prosperar.
En cuanto a herramientas específicas, había propuesto, por ejemplo, una “Bienal de Arte”. ¿Qué efectos pueden deducirse de esa vindicación? La Bienal de Buenos Aires nunca hubiera llegado a concretarse, porque habría entrado en conflicto con la Bienal del Mercosur, que se desarrolla en Porto Alegre y de la que Argentina es un país patrocinante. El calendario para artes plásticas parece estar ya saturado en la región y no se entiende qué capricho personal guió a un futuro funcionario a proponer algo irrealizable y cuyo único efecto habría sido la confrontación con los futuros responsables nacionales de la gestión cultural.
Paradójico comienzo para un gobierno municipal de derecha y con apoyo declarado en los sectores confesionales con los cuales el propio Rodríguez Felder tiene fluidas relaciones. Y un triunfo tout court de la Realpolitik: “Haz lo que quieras, pero con Nación no te metas”.